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        Por Paul  Guillén
         
        
        
         
         
         
           
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          En  el ensayo “La poética del chamanismo”, el poeta norteamericano Jerome  Rothenberg nos dice que “el chamán también puede ser visto como un proto-poeta,  ya que casi siempre sus técnicas dependen de la creación de circunstancias  lingüísticas especiales, como la canción o la invocación”. Edgar Saavedra  (Caxamarca-Perú) en su reciente libro puede ser entendido  a este nivel como un poeta chamán, el poeta ya no está lleno solamente de  ética, sino también de metafísica, es decir, si su canto comprende lo natural y  lo tangible también incluye lo supernatural. Abarca el mundo de arriba y el  mundo de abajo. Saavedra, en ese sentido, engarzaría su proyecto con los cantos  chamánicos, con la poesía “primitiva” de todas partes del mundo, con el legado  de su paisano Carlos Castaneda, en especial con Las enseñanzas de Don Juan, y en el contexto latinoamericano con  algunos esfuerzos del brasileño Roberto Piva –de quien Saavedra es un excelente  traductor– y del peruano César Calvo, especialmente en su libro Las tres mitades de Ino Moxo.
          
          Dicho esto, podemos avanzar con el análisis textual de  este libro, que le costó a Saavedra doce años de intentos, investigación y  conocimiento interior. Recordemos que su primer libro, Final aún, lo publicó en el año 2000, y tenía una vertiente  surrealista, los diálogos y guiños con Lorca, Paz, Molina, Moro o Peret estaban  muy presentes en ese libro. En Lengua  negra de colores como ya hemos dicho antes podemos considerar su discurso  dentro de lo chamánico. Este libro está dividido en tres secciones –Fosas,  Lógica aromática y Lengua negra de colores–, cada sección está compuesta por  nueve poemas, número que en la numerología representa la luz interior, hacia  esa luz encaminaremos nuestros esfuerzos en este análisis. El poemario inicia  con tres epígrafes, uno de Peret, otro de Churata y uno de Vallejo, aquí  podemos ya detectar las inclinaciones poéticas del autor, por un lado un poeta  surrealista, por el otro, un escritor que despliega un español andino y en el  último caso también la experiencia andina es muy presente. Lo que nos indica  que un lenguaje en apariencia surrealista se encajara con el mundo andino. Los  epígrafes postulan caminos: el de Peret incide en la aparente escisión entre  razón y poesía, para este poeta estos dos conceptos no están contrapuestos, en  la poesía funcionaría otro tipo de razón no utilitaria ni instrumental. El  epígrafe de Churata deja constancia de la belleza y la inmortalidad como  caminos para el hombre, es decir, se plantea un plano ético para el hombre: el  ser es uno mismo con la belleza y la inmortalidad. El epígrafe de Vallejo:  “¡Alejarse! ¡Quedarse! ¡Volver! ¡Partir! Toda la mecánica social cabe en estas  palabras”, lo que nos quiere decir el poeta de Santiago de Chuco es que el  hombre está transitado por contradicciones y que a él le corresponde hacer el  balance de sus actos y seguir en el camino.
          
          Ahora pasemos a analizar la primera sección llamada  Fosas, se abre con un epígrafe de Novalis: “cuando soñamos que soñamos es que  ya nos vamos acercando al despertar”, para el poeta germano este verso podría  leerse desde el punto de vista que la vida es una ilusión y que no sabemos a  ciencia cierta si estamos vivos o muertos o si se quiere si vivimos en una  realidad real o en una falsa, para Saavedra intuyo que este verso lo relaciona  con el despertar del trance chamánico, lo que hará el poeta es llevarnos de la  mano por sus visiones. El primer verso del conjunto es: “He contemplado toda la  música”, el poeta hace hincapié en lo auditivo unido a lo visual o la imaginación,  contemplar es lograr un equilibrio entre el mundo exterior y el mundo interior,  si el poeta ha contemplado toda la música lo que nos quiere decir es que su  mente, su cuerpo y sus pensamientos están imbuidos alrededor de notas  musicales, sonidos, vibraciones, lo cual quiere decir que el trance está dando  inicio. Citemos de nuevo a Rothenberg: “En una típica (auto)-iniciación al  chamanismo, el nuevo chamán experimenta la desintegración de su conciencia  común o visión del mundo, y es conducido a un sueño o visión en cuyo centro  regularmente hay una canción o serie de canciones”. Luego el poeta enumerará  algunas acciones corporales como escuchar y respirar, nos instalamos “muertos  de otro tiempo”, es decir, este trance o sueño lo que comporta es la muerte del  sujeto, pero una muerte simbólica, sería como el paso del mundo racionalista  hacia un mundo intuitivo, plagado de sueños y visiones. Lo que nos va quedando  claro es que Saavedra nos está hablando del trance, del lenguaje y de las  palabras: “y la Palabra / desaparece / en el trance”. Es maravilloso notar la  presencia de la naturaleza en estos poemas: árbol circular, cactus de siete  pieles, cadáver de árbol, etc. y también la presencia de los animales:  golondrinas, topos, lagartos, halcones. Y lo primordial que podemos decir sobre  esta sección es que el poeta empieza el trance y ve una transformación en los  elementos naturales y animales y la presencia del viento como un agente  poderoso es fructífera: “y el viento / otra vez / el viento / abre la puerta…”.
          
          La segunda sección es Lógica aromática, se abre con un  epígrafe de César Calvo relacionado con el recuperar la memoria sobre el  vientre materno, también visto desde un carácter simbólico como la memoria del  agua sobre la tierra madre que nos cobija. Aquí al parecer el trance ha  terminado, pero lo que el poeta quiere connotar es que las visiones siguen  apareciendo después del trance: “cuando todo termina / comienza / la visión que  precede al pensamiento”. El poeta ha logrado desdoblarse, por eso, puede decir  “deja de mirarte (…) contémplate”, no se mira frente al espejo, sino que mira  su propio cuerpo desde otra experiencia que podríamos llamar extrasensorial.  También por eso debemos llamar la atención que símbolos como las rocas o los  pedernales, elementos concretos y sólidos, aquí pueden comprenderse como  elementos con movimiento, en ese sentido, es muy importante la concepción del  tiempo que maneja el poemario: es un tiempo mítico, inmemorial. También existe la  idea de que el poeta debe transitar por un camino ético y a la vez metafísico.  La idea del camino comporta la idea del despertar del trance, pero el poeta nos  dice que se le han anunciado catástrofes. Esta segunda sección se cierra con un  pago a la tierra: “ofrecimos la sangre / a la Tierra que nos miraba  hambrienta”.
          
          La tercera sección se llama igual que el libro, Lengua  negra de colores, y se abre con un epígrafe del propio Saavedra, si recordamos  en muchos poemas Martín Adán realizaba este mismo procedimiento, este epígrafe  refuerza lo que venimos diciendo: “Lengua negra de colores / flor menstruante  natural / leche vegetal de pechos animales”, de nuevo podemos ver al símbolo de  la lengua como portadora de la Palabra, al reino vegetal y animal todo confundido  en una sola esfera relacionada con lo nutricio (leche) y con lo humano. El  primer verso de la sección es: “Un sonido despierta la lengua”, es decir, que  ese sonido (música como elemento del trance chamánico) va a dar paso a la  capacidad del habla, luego de haber tenido visiones y despertar del trance,  aquí de lo que se trata es de dar paso a la Palabra. Si en las otras secciones  intuimos que estamos en un espacio mítico andino, aquí se nos hace más patente:  “vi entre llamas la sombra del puma”.  En  esta sección a través de la lengua se producirá una explosión de colores, como  si fuera un carnaval, en el penúltimo poema se instalará un color negro  terrible: “cuando nos enteramos que los torturadores habían vuelto / demasiado  cobarde para el dolor / decidí matarlos”. Pero la idea de la fiesta siempre  estará presente en este final: “entre farallones guardianes / ojos de agua /  empezará la fiesta / con arpas / y / vientos de cuerno”.
          
          Con este nuevo libro Edgar Saavedra inicia el trance,  despierta, se desdobla, habla, siente, explotan los colores y hace su propia  fiesta, que bajen las aves y animales de los campos y los cerros, que los  vegetales y las piedras cobren vida. Entonces, que siga la fiesta para que el  poeta-chamán recupere ese espacio mítico y esa Palabra inmemorial. ¡Así sea!