
        
        "Ese algo que nos es esquivo siempre"
          El  último poemario de Paul Guillén
          
 
          Por Camilo Fernández Cozman (*)
         
         
         
         
        
 
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        Poeta,  director del blog “Sol  negro”, editor, ensayista especializado en el análisis de la poesía, Paul  Guillén (Ica-Perú, 1976) ha publicado poemarios importantes, entre los cuales  destacan La transformación de los metales (2005)  e Historia secreta (2008). Asimismo,  ha seguido minuciosamente el desarrollo de la poesía peruana de los años  ochenta y, sin duda, su blog constituye uno de los más informados acerca de la  poesía latinoamericana actual.
          
          Su último entrega, Ese algo que nos es  esquivo siempre (Cuernavaca: La Ratona Cartonera, 2012,  29 pp.),   es un breve pero intenso poemario. Se sitúa en el ámbito de las  búsquedas formales de los poetas jóvenes, quienes están interesados en ampliar  el concepto de poesía superando los marcos tradicionales para incluir el poema  en prosa y algunos epígrafes que remiten al ensayo como género discursivo. La  idea que subyace al libro de Guillén es un planteamiento que se halla en los  últimos poemarios de Pablo Guevara: reflexionar sobre la tradición poética a  través de un registro múltiple, polifacético y polifónico que incluye el uso  del prosaísmo y el acercamiento creativo al pensar mítico andino. Ello remite a  los procedimientos de la lírica de lengua inglesa (por ejemplo, Ezra Pound y  T.S. Eliot) a través del empleo de las referencias culturales y de los  epígrafes; pero también se establecen lazos fecundos con la tradición literaria  peruana. Desfilan en estos versos alusiones a César Vallejo, José María Arguedas,  José María Eguren, entre otros.
          
          El primer poema en prosa (“El más grande músico del Perú”) remite a la  admiración que Vallejo le tributaba a Eric Satie, uno de los grandes nombres de  la música francesa contemporánea: “Vallejo escuchaba a Satie—y su gramófono  reviraba— se acordaba que esos sonidos — lo llevarían al Perú — ¿lo escuchaba o  se escuchaban?” Luego asocia la imagen del chamán al poeta de Santiago de Chuco  y concluye con la contundente presencia de lo fisiológico en la poesía  vallejiana: “solo escucha  —el sonido—de  sus orines contra el viento”. Hecho que remite, sin duda, al poema 1 de Trilce sobre el acto de defecar,  exploración que permite al autor de Poemas  humanos alejarse radicalmente del preciosismo de la poética modernista de  Rubén Darío.
          
          Posteriormente, Guillén desarrolla una poética que intenta repensar el  mundo andino y el papel de Arguedas en la cultura peruana a través del empleo  de la figura de los zorros. El poema “José María Arguedas conversa con  KilkuWarak’a mientras los zorros viajan por el interior de la tierra”  desarrolla un simbolismo que se asocia con el mundo andino: el zorro “plateado”  que va desde lo alto a lo bajo y se liga a la “nieve purísima”, hace que el  canto (léase la oralidad) predomine en el mundo: “tú empiezas tu canto/  escupiendo verdades y humo hacia los nevados/ puedes transformarte en un  témpano”. Metamorfosis que puede implicar el regreso al origen y la  transformación de la ceniza (léase “muerte”) en un nuevo nacimiento.
          
          Otro poema (quizá uno de los más intensos del libro) evoca la figura del  autor de Simbólicas: “Alguna vez  pensaste en la colina de tu infancia que hoy / volviste a visitar/ Alguna vez  pensaste en esos poemas de Eguren traducidos al checo (…) pero permanece junto  a ti/ Otra voz que no cesa de pronunciar tu nombre”. Aquí se observa la  maestría en el uso de las metáforas y del escandido de los versos que se  fusionan con el acertado uso de los procedimientos anafóricos.
          
          Sin duda, hay textos que remiten a otros autores claves como  T.S. Eliot o John Keats. La poética de  Guillén se desliza de modo intertextual entre los intersticios del diálogo  entre la tradición poética peruana y la europea. Eguren parece dialogar con  Keats; Vallejo, con Eliot. En tal sentido, la concepción es muy interesante: el  poeta puede nutrirse del aporte de la cultura andina (el pensar mítico,  verbigracia); pero, a la vez, asimilar creativamente la rica tradición poética  europea. En esa sugestiva oscilación de referencias culturales se encuentra lo  más valioso de este último poemario de Paul Guillén.
         
        
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        (*) Camilo Fernández Cozman (Lima, 1965). Es miembro de número de la  Academia Peruana de la Lengua y profesor de la Universidad de San Marcos, de la  Universidad San Ignacio de Loyola y de la Universidad de Lima. Ha sido  conferencista en Madrid, Salamanca, Burdeos, Roma, Florencia, Siena, Bérgamo,  Bolonia, Rímini y Zurich. Ha publicado los libros de ensayo "Las ínsulas  extrañas de Emilio Adolfo Westphalen" (1990), "Las huellas del aura.  La poética de J.E. Eielson" (1996), "Raúl Porras Barrenechea y la  literatura peruana" (2000), "Rodolfo Hinostroza y la poesía de los  años sesenta" (2001), "El cántaro y la ola. Una aproximación a la  poética de Octavio Paz" (2004), "La soledad de la página en  blanco" (2005), "La poesía hispanoamericana y sus metáforas"  (Murcia, 2008), "Mito, cuerpo y modernidad en la poesía de José  Watanabe" (2009), "La poesía es como el aroma" (Buenos Aires,  2009), "Casa. Cuerpo. La poesía de Blanca Varela frente al espejo"  (2010), "Sujeto, metáfora, argumentación" (2011) y "César Moro,  ¿un antropófago de la cultura?" (2012).