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        Camilo  Fernández Cozman
          El poema argumentativo de Washington Delgado
Lima:  Ornitorrinco Editores, 2013.
        Por Paul  Guillén
        
        
        
         
        
        
          
        
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        Camilo Fernández Cozman, en este nuevo libro de  análisis poético, continúa con su tarea de reflexionar sobre la poesía peruana  contemporánea (sus anteriores libros los dedicó a Emilio Adolfo Westphalen,  Jorge Eduardo Eielson, Rodolfo Hinostroza, José Watanabe, Blanca Varela, César  Moro). Esta vez le toca el turno a Washington Delgado, poeta de los años 50. En  el prólogo del libro se nos anuncia que el análisis será multidisciplinario y  que se ordenará a partir de algunas herramientas provenientes de la  neorretórica y la pragmática  literaria. (Aquí habría que apuntar que hace unos  meses Fernández Cozman ha publicado un volumen dedicado a César Vallejo, libro  por el cual ganó el Premio Nacional de Ensayo Vallejo Siempre 2014).
literaria. (Aquí habría que apuntar que hace unos  meses Fernández Cozman ha publicado un volumen dedicado a César Vallejo, libro  por el cual ganó el Premio Nacional de Ensayo Vallejo Siempre 2014).  
         En el primer capítulo del libro sobre Delgado  tenemos que se divide el abordaje de esta poesía en tres periodos: 1) Periodo  de los enfoques iniciales, donde se incide en la influencia notoria de Pedro  Salinas y Pablo Neruda en el libro Formas  de la ausencia; 2) Período del predominio de la crítica estilística  tradicional o de los enfoques históricos, que abarca desde los años 60 hasta  finales del siglo XX, aquí es de resaltar la tesis (1968) que dedica Javier  Sologuren al análisis de sus contemporáneos Belli, Delgado y Salazar Bondy  desde una óptica deudora de la estilística [1],  al igual que lo expresado por Julio Ortega en su libro Figuración de la persona (1971). Es una etapa de descripción de los  contenidos de la lírica de Delgado y 3) Periodo de nuevos enfoques, desde el  2001 hasta la actualidad, y que incide en una perspectiva semiótica (Santiago  López Maguiña), guiada por los aportes de Jacques Fontanille y una perspectiva  neorretórica (Fernández Cozman), que se basa en las ideas de Stefano Arduini y  “que intenta aproximarse a las redes figurativas y a los componentes semánticos  de la poesía delgadiana a través de un enfoque intertextual o hermenéutico o  semiótico” (36).
         En el segundo capítulo del libro, el crítico declara  que trazará los temas del contexto social (la dictadura de Odría) y las  tendencias de la poesía de los años 50. El crítico detecta algunos motivos como  la migración del campo a la ciudad, el autoritarismo, el proceso de  urbanización y la modernización de la ciudad (desarrollismo), postrauma segunda  guerra mundial, lecturas del existencialismo francés, en el terreno cultural  Pablo Neruda publica su Canto general en 1950 y existe una lectura detenida de Vallejo y la generación del 27, frente  al legado del simbolismo, encarnado en Rilke. Su perspectiva del contexto  social es que en ese momento hay un afianzamiento del periodo oligárquico  frente a la crisis de las migraciones, lo cual lo lleva a plantear que existe  una tematización en la poesía de Delgado acerca de la identidad nacional, la  historia, el escepticismo, el utopismo, el gregarismo, la solidaridad (en suma,  muchos temas tan caros a la poética vallejiana).
         Por su parte, su enfoque de las tendencias poéticas  trata de ser completo e incluye a los marginales de los años 50, en una reseña  sobre su anterior libro sobre Blanca Varela apuntábamos esto respecto a la  taxonomía empleada acerca de los poetas del 50:
        
           “Las tendencias de la poesía de  esos años serían: 1) Instrumentalización política del discurso (Alejandro  Romualdo, Gustavo Valcárcel y el grupo Poetas del Pueblo); 2) Neovanguardia  nutrida del legado simbolista (Jorge Eduardo Eielson, Blanca Varela, Yolanda  Westphalen, Javier Sologuren y Francisco Bendezú); 3) Vuelta al orden, pero con  ribetes vanguardistas (Carlos Germán Belli); 4) Lírica de la oralidad, nutrida  del legado peninsular (Washington Delgado y Juan Gonzalo Rose) y 5) Polifonía  discursiva (Pablo Guevara). Llama la atención que el crítico privilegie una  imagen canónica del 50, según esta clasificación, ¿dónde quedarían las otras  tendencias del 50?, como por ejemplo, el legado surrealista (Fernando Quíspez  Asín Roca, Augusto Lunel, Julia Ferrer), la poesía reflexiva o  transcendentalista (Raúl Deustua, Edgar Guzmán), la poesía con influencia de la  poesía quechua o andina (Efraín Miranda) o los casos particulares de Raúl  Brozovich, José Ruiz Rosas o Américo Ferrari”.
        
        Como hemos dicho, Fernández Cozman subsana este  error y amplía su visión sobre los poetas del 50 incluyendo todas estas  vertientes marginales. El crítico cierra este acápite reconociendo que un poeta  como Romualdo puede participar de varias de las tendencias expuestas, algo  similar podemos decir de un poeta como Rose con sus Comarcas, de Sologuren con Recinto o de Eielson con Habitación en Roma.
         El tercer capítulo aborda la estrategia  argumentativa en el poemario Para vivir  mañana y divide la poesía de Delgado en tres periodos: 1) poesía de índole contemplativa frente a la amada  (influencia de Pedro Salinas) y está constituido por su primer poemario: Formas de la ausencia (1951-1956); 2)  poesía de conciencia crítica y abarca El  extranjero (1952-1956), Días del  corazón (1955-1958) y Canción  española (1956-1960). El magisterio que sigue Delgado en estas series de  poemas es Bertolt Brecht y en Canción  española se nutre del legado de la tradición española medieval (cantigas y  coplas); y 3) poesía escéptica respecto de la realización de la utopía y  comprende Para vivir mañana (1958-1961), Parque (1964-1967), Destierro por vida (1951-1970), Historia de Artidoro (1994) y Cuán impunemente se está uno muerto (2003). Se atempera la influencia de Brecht y el poeta llega a la conclusión de  que la muerte triunfa sobre las utopías. En estos tres periodos de la poesía de  Delgado se puede colegir que es un poeta seguidor y no un poeta creador, es  decir, Delgado no crea una forma particular de poetizar como puede ser el caso  de sus contemporáneos Carlos Germán Belli o Pablo Guevara, poetas que se sirven  de la tradición, pero que la asimilan creativa y radicalmente.
         Paso seguido, Fernández Cozman hará explicito su  método de análisis argumentativo. 1) Nos dice que para Aristóteles las partes  del texto argumentativo son cuatro: exordio, narración, argumentación y  epílogo. Estas partes, muchas veces, se manifiestan en los poemas de Delgado;  2) El siguiente procedimiento será el análisis de las figuras retóricas,  teniendo en cuenta que “es fundamental preguntarse acerca de cómo las metáforas  comprometen profundos procesos mentales en el ser humano” (91); 3) Luego, el  crítico incidirá en el análisis de los interlocutores, es decir, se prestará  más atención a una correlación pragmática. En ese sentido, el énfasis se pone  en el análisis argumentativo, guiado por los aportes de Perelman y  Olbrechts-Tyteca (este procedimiento es nuevo en el método empleado por  Fernández Cozman); y 4) El crítico evidenciará la cosmovisión del poeta. Cómo  se expresa la ideología en el texto literario.
         En las instancias 1, 2 y 3 no dudamos de la pericia  interpretativa de Fernández Cozman, incluso a lo ya expresado suma el análisis  de los macroactos y microactos de habla, siguiendo a Van Dijk. El problema  viene en la instancia 4: ¿cómo estas instancias anteriores van a confluir en el  análisis de la cosmovisión o ideología del poeta? Creo que el problema no se da  en la interpretación, sino en el objeto de estudio, es decir, es provechosa,  aleccionadora y rigurosa la manera cómo el crítico pone de relieve estrategias  argumentativas en ciertos poemas, pero es decepcionante saber que la  cosmovisión de Delgado es conservadora, políticamente “correcta” y hasta  aburrida. Me explico mejor: Delgado ya lo he dicho antes es un poeta seguidor,  como poeta seguidor no puede desprenderse de un lenguaje prestado que por ende  también presta su ideología o cosmovisión. Sigo aquí la clasificación de Ezra  Pound en el ABC de la lectura:  Delgado no es un inventor y no es un maestro, pero sí puede estar considerado  entre:
        
          “Los disolventes. Hombres que aparecieron después que las dos clases  de escritor referidas [inventor y maestro] y que no pudieron escribir igual de  bien que ellos.
          Los  buenos escritores sin cualidades sobresalientes. Hombres que han tenido la suficiente fortuna de nacer cuando la literatura de  un determinado país goza de buena salud, o cuando una determinada rama de la  literatura se encuentra en una situación particularmente «saludable». Por  ejemplo, los hombres que escribieron sonetos en la época de Dante, breves  poemas líricos en la época de Shakespeare o durante las décadas posteriores, o  novelas y cuentos en Francia después de que Flaubert les enseñara cómo hacerlo.
          Los  literatos. Es decir, los hombres que en  realidad no inventaron nada, aunque sí se especializaron en una determinada  rama de la literatura, si bien no pueden ser considerados como «grandes  escritores» ni como autores que trataron de aportar una exposición completa de  la vida o de sus épocas” (46).
        
        El lenguaje y la ideología de Delgado no son  originales, sino que están prestados de Brecht, Vallejo y Neruda. ¿Cuál es el  aporte de Delgado a la poesía peruana?:
        
           “[sus] fuentes principales son la  poesía de Bertolt Brecht, el paradigma estético de Vallejo (sobre todo, Poemas humanos) y la poesía de tono  épico de Neruda (en particular, el Canto  general). Se trata de una poesía de compromiso político que no descuida el  aspecto formal del poema, sino que emplea, con acierto, la ironía para  cuestionar las estructuras del poder hegemónico” (105).
        
        Delgado no crea un universo propio como sí lo hace  Vallejo o Neruda. Solo explicita aportes y cosmovisiones prestadas de otros  poetas. Si un poeta trabaja con el lenguaje de otros poetas debe de ser fiel a  su tiempo para asimilar de una manera radical esas tradiciones y  discontinuidades, de lo contrario, solo será un copista y un repetidor que  presta su tiempo a una emoción ajena. Si bien se dice que Delgado es cuidadoso  con las palabras que emplea, creo que este aserto le resta afán expansivo y  experimental y lo instala como un poeta correcto, pero no un maestro o  inventor. No niego la valía de los poemas de Delgado, sino que apunto sus  alcances y limitaciones.
         Con todo lo expresado, en la primera parte de este  comentario, creo que el libro de Camilo Fernández Cozman consolida las dotes de  uno de los mejores críticos de poesía peruana de la actualidad, y aporta nuevos  alcances a su método de estudio provenientes de la  retórica argumentativa y la pragmática literaria.
         
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         [1] Fernández Cozman aprovecha este hecho para hacer un resumen de las  tendencias críticas que se dan a principios de los años 70, menciona a Antonio  Cornejo Polar que se vale del análisis interdisciplinario, guiado por el  estructuralismo genético de Lucien Goldmann; a Enrique Ballón Aguirre que se  mueve dentro de una base semiótica y estructuralista; a Américo Ferrari que  propone un enfoque filosófico de la obra literaria, pero deudor de la  estilística comparativa; y a Alberto Escobar que desarrolla sus análisis sobre  la base de la fenomenología.