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        Algunas ideas para la polémica en Interculturalidad y sujeto migrante en la poesía de Vallejo, Cisneros y Watanabe (Universidad de Lima, 2016) de Camilo Fernández Cozman 
        Por Paul Guillén 
          
          
         
        
          
        
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          Al  terminar de leer el nuevo libro de Camilo Fernández me queda en la memoria tres  nuevos enfoques que el crítico apunta como posibles caminos para sus próximos  acercamientos analíticos. 1) El análisis de los mass media. En la página 31 apunta Fernández Cozman, apoyado en  Vattimo, que “los mass medias van a  cumplir un papel esencial y convertirán a la sociedad en algo más complejo y  caótico” al final de ese mismo párrafo el crítico se pregunta: “¿Cómo utilizar  los mass media creativamente para  emanciparnos?”. Esta idea es contemporánea a las escrituras realizadas en  blogs, Facebook o Twitter, donde la inmediatez, la brevedad y la frescura son  las máximas de este tipo de escritura. En la poesía este influjo es claramente  reconocible en las nuevas escrituras de poetas que vienen publicando en los  últimos años. 2) La idea del andinismo en autores como Vallejo y Churata y la  polémica que se genera entre estos dos escritores en torno al concepto de  vanguardia y escritura andina y 3) El análisis de la poesía a partir de los  aportes de la Retórica Cultural, un método crítico que Fernández Cozman ha  empleado en su libro sobre Vallejo (2014) y en su análisis sobre Alturas de  Macchu Picchu de Pablo Neruda. Sobre estos dos últimos puntos voy a comentar  más adelante con más detenimiento.
           Este  nuevo libro de Fernández Cozman plantea un método de análisis que proviene de  la Retórica General Textual, la retórica argumentativa y la pragmática  literaria, pero engarza estos alcances con otros conceptos provenientes de la  antropología o la sociología de la literatura como “poesía intercultural” o  “sujeto migrante”. Es provechoso saber que el concepto de lo intercultural  viene manejado y postulado desde La confederación de Nacionalidad Indígenas del  Ecuador, ellos proponen que “El principio de interculturalidad respeta la diversidad  de los pueblos y nacionalidad indígenas” (32), en ese mismo tenor Fernández  Cozman comenta que “frente a la opción del multiculturalista, la perspectiva  intercultural subraya la interrelación dinámica y permanente, donde cada grupo  cultural no borre sus diferencias en relación con los otros” (32), esto le da  cabida para postular el análisis de cuatro niveles: la lengua, la  estructuración literaria, las estructuras figurativo-simbólicas y la  cosmovisión. El concepto de sujeto migrante proviene de Antonio Cornejo Polar,  quien “subraya el carácter profundamente escindido y descentrado del  discurso  del sujeto migrante, como si se  elaborara desde varios lugares” (“Una heterogeneidad no dialéctica: Sujeto y  discurso migrantes en el Perú moderno”, Revista Iberoamericana Vol. LXII, n° 176-177, 1996: 48). Esto quiere decir  que el sujeto migrante va a expandir su territorio y va a hablar desde varios  espacios (ideológicos, lingüísticos, etc.). Este sujeto se encuentra atravesado  por la añoranza frente a un pasado mítico-rural y frente a una supuesta  modernización de la urbe que la mayoría de veces siempre es hostil. Esta marca  de la añoranza se despliega dentro de un binomio donde “triunfo y nostalgia no  son términos contradictorios en el discurso del migrante” (Cornejo Polar 1996).  Por una parte, está la absorción de nuevas identidades frente a lo moderno  (Fernández Cozman analiza la función de Belén como aldea y Bizancio como  modernidad u occidentalidad en Vallejo), y como contraparte, se puede apuntar  la reafirmación de antiguas identidades (anclaje que se percibe en la creencia  en mitos y saberes populares en Watanabe como cuando en un poema el corazón del  abuelo se transforma en una rana). Adecuación y anclaje nos hablan de una forma  de resistencia frente a lo sistémico. Esta forma de resistencia se expresa  desde la identidad siempre fluctuante, pero también desde la hibridez del  lenguaje. Esto es notorio que a nivel de la lengua y la cosmovisión funciona  para Vallejo y Watanabe y un tanto parcialmente en Cisneros. 
           Dicho  esto quiero retomar el tema sobre la polémica entre Vallejo y Churata.  Fernández Cozman afirma sobre esto que “Vallejo y el grupo Orkopata intentan  una modernidad andina (…) Churata polemiza con Vallejo y defiende la  autenticidad de la vanguardia andina” (46-47). Más adelante menciona a Vallejo,  Alejandro Peralta, Guillermo Mercado, José Varallanos y Gamaliel Churata como  parte de un expresionismo indigenista (55). La polémica entre Vallejo y  Churata, parte porque el autor de Los  heraldos negros afirmó en un artículo que la vanguardia americana era un  trasplante, plagio o robo de la vanguardia europea, a lo que Churata le  respondió desde el Boletín Titikaka:  “Vallejo juzga con criterio historicista primitivo formulando objeciones que  circunvalan la periferia pero cuando se le ofrece oportunidad de ahondar en el  organismo del movimiento se decide por una solución empírica —no es de otra  manera explicable su posición respecto de la verdadera etiología de nuestra  descastada vanguardia”, Churata abogaba que su escritura y la del grupo  Orkopata más bien era descendiente del mugroso español de Guamán Poma, que es  como el propio Churata llamaba a la escritura de nuestro cronista indígena, y  que Vallejo solo estaba fijando una posición técnica y estética y no ontológica  que se traduce en la lengua. Esto que se intuye lo apunta Enrique Ballón y es  explicado por Fernández Cozman así: “Enrique Ballón afirma que la diglosia  castellano-quechua que aparecía en los dos primeros poemarios de Vallejo, se  modifica en los poemas escritos en París, debido a que el poeta cambia “su  entorno andino original por el mundo francés”. Esta idea de la diglosia  castellano-quechua se encuentra en buena parte de la argumentación de Fernández  Cozman cuando analiza la lengua en Vallejo, pero habría que puntualizar que en Los heraldos negros la presencia del  quechua no es tan decisiva como la presencia del culle, que es la lengua  indígena que se hablaba en la sierra norte del Perú. Por ejemplo, cuando se me  encomendó preparar el glosario de Los  heraldos negros (Universidad César Vallejo, 2016), en la entrada de “Tahuashando”,  yo apuntaba que es una “voz híbrida (quechua-español). De cuatro en cuatro, o  en grupos de a cuatro” (César Ángeles Caballero). Nuevas investigaciones asumen  que esta palabra no provendría del quechua, sino del culle. Por lo que decir  que “tahua” o “tawa”, cuatro en quechua, más la terminación española “ando”  forma esta palabra olvida la grafía “sh”, característica del culle.  “Tahuashando” provendría del culle “taguash” que connota los significados de  “tiritar, temblar o rezar, orar” (Íbico Rojas), o el vocablo “sha” se supone  que es “en fila” (Ángel Gavidia Ruiz) o “tahuashando” sería un chuquismo que  significa “mirando” (Javier Delgado Benites). Incluso Marco Martos apunta en un  artículo que “la palabra tahuashando no está documentada en el quechua de la  región, y tampoco tawa ha tenido fortuna en el quechua de la zona. En la región  en la que nació y vivió en sus primeros años César Vallejo hubo una lengua  desaparecida en las primeras décadas del siglo XX, llamada culle o culli.  Precisamente el lugar donde nació César Vallejo, Santiago de Chuco, en su sema  indio, chuco, es culle. Esa palabra significa ‘región’ (…) Muy probablemente  Vallejo no habló el culle, en todo caso no hace referencia explícita a esa  lengua. Pero podemos conjeturar que un hombre nacido en Santiago de Chuco, en  su español local tiene las huellas, el sustrato de una lengua que está  muriendo” (Marco Martos.  “Unidad y  diversidad de la lengua española. El caso de la poesía de César Vallejo”: http://congresosdelalengua.es/cartagena/plenarias/marcos_m.htm ). 
           Otro  punto en el que valdría la pena detenernos es en el análisis de la poesía a  partir de los aportes de la Retórica Cultural, este  método crítico fue esgrimido por Fernández Cozman en su libro sobre Las técnicas argumentativas y la utopía  dialógica en la poesía de César Vallejo (2014). Tomás Albadalejo dice que  la retórica cultural “presta atención a todos los niveles del lenguaje retórico  y también del lenguaje literario en su incidencia en el receptor en su  proyección perlocutiva hacia éste” (Tomás Albadalejo. “Retórica cultural,  lenguaje retórico y lenguaje literario”. Tonos  Digital. Revista de Estudios Filológicos, número 25, julio de 2013: http://www.um.es/tonosdigital/znum25/secciones/estudios-03-retorica_cultural.htm ).  En el libro que venimos comentando si  bien es cierto se analiza la poesía de Vallejo, Cisneros y Watanabe desde los  conceptos de interculturalidad y sujeto migrante, además, en algunos casos,  también se propone una reflexión sobre las técnicas argumentativas en estos  poetas, habría que hacer algunas puntualizaciones.
           En  la página 45 se afirma “González Prada utiliza un registro coloquial  literaturizado y, de ese modo, anuncia la modalidad conversacional que primará  en Comentarios reales de Antonio  Cisneros”, este aserto habría que matizarlo, pues el contexto de enunciación de  González Prada y el de Cisneros no es el mismo. Además, las dos propuestas  escriturales responden a diferentes tendencias estéticas e ideológicas. Pues en  la página 85 se dice “Enrique Rusell subraya que, a la manera de Bertolt  Brecht, Cisneros desafía la versión oficial de la historia del Perú”. Habría  que recalcar que el registro coloquial responde en los dos poetas a otras  motivaciones. En el poeta de Baladas  peruanas es un proyecto ideológico y de reivindicación, en tanto, como  apunta Fernández Cozman y otros críticos, Antonio Cisneros prefiere la ironía.
           Otro  aspecto que requiere puntualizarse mejor son las tendencias en la poesía de los  años 60 y 70. Si bien se cita a Alberto Escobar, para quien la literatura  peruana se basa en los fundadores de la tradición, Vallejo y Eguren a la  cabeza, los continuadores de la tradición son los poetas del 50 como Eielson y  Varela y luego los cuestionadores de la tradición a partir de los 60, su  taxonomía no repara en la poesía escrita en lenguas indígenas, como si lo hace  Antonio Cornejo Polar cuando refiere que la literatura peruana es un  polisistema compuesto por la literatura escrita en español culto, las  literaturas populares y la literatura escrita en lenguas aborígenes. 
           Pero  veamos la conceptualización que realiza Fernández Cozman sobre el 60 él detecta  siete tendencias. En la tendencia del influjo del simbolismo francés no se  mencionan poetas como Antonio Claros o Guillermo Chirinos Cúneo, en la  tendencia intelectualista ubica a Luis Hernández como asimilador de los  postulados de la lírica de lengua inglesa y la peninsular, pero no menciona el  influjo de la poesía alemana, italiana, el romanticismo inglés y la presencia  de la música en Hernández. Dentro de la asimilación del imaginario andino no  menciona a Julio Nelson, quien también participa en la tendencia simbolista. Y  también habría que ubicar en estas tendencias a poetas como Carmen Luz  Bejarano, Juan Cristóbal, Pedro Morote o Hernando Núñez, por mencionar algunos  nombres. Esto dicho porque en la división que se propone de la poesía de  Cisneros se engloba en una segunda etapa a libros tan disímiles como Comentarios reales, Canto ceremonial contra un oso hormiguero o Como una higuerilla en un campo de golf.
          Veamos  ahora su taxonomía sobre el 70 la cual la divide en cinco tendencias: poética  de la obra abierta, prosaísmo, visión del migrante, la ciudad como ente  enajenante y recuperación del legado simbolista. Pero no se detecta vertientes  como el experimentalismo, el conceptualismo, el andinismo, el discurso minero,  el discurso mítico sincrético, por mencionar unas cuantas, y no se ubica en  estas tendencias a la poesía de Enrique Verástegui o Mario Montalbetti, por mencionar  a algunos otros poetas importantes de ese período.    
           Interculturalidad  y sujeto migrante en la poesía de Vallejo, Cisneros y Watanabe reúne muchas de las virtudes de los anteriores  volúmenes de Camilo Fernández Cozman, arriesga hipótesis y conceptos que son  utilizados con rigor académico, y por si fuera poco deja abiertas nuevas vías  de investigación. Por eso saludo el esfuerzo y la constancia de la labor  crítica de Camilo Fernández. Finalmente un libro de crítica es una invitación  al diálogo. No perdamos la oportunidad y dialoguemos con estos valiosos  aportes.