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“Polvo de huesos" de Rosabetty Muñoz
Una voz femenina que se nos alza desde la ínsula
Por Paulo Huirimilla
El Llanquihue, viernes 23 de agosto de 2013
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Rosabetty Muñoz es una de las poetas mujeres más reconocidas del Sur de Chile y en específico de Chiloé. Ha recibido la mención de Honor del Premio Municipal de Santiago, y este año el Premio Altazor.
La antología poética "Polvo de Huesos" reúne a una serie de libros: Canto de una Oveja del Rebaño (1981), una alegoría de la situación histórica de aquellos tiempos, este texto dialoga intertextualmente con Lobos y Ovejas de Manuel Silva Acevedo, aunque el texto de la autora es un tanto más intimista; En Lugar de Morir (1987) poemas cuya significación deambula entre la poeta y su objeto amado, quien no vuelve, anda perdido o desaparecido por las calles de la comarca: "hay luces al otro lado de la isla"; Hijos (1991) poemario que plantea la resistencia cultural entre las mujeres que viven en la isla y son expoliadas de su patrimonio cultural por extranjeros, iniciándose con ello la huachería y el mestizaje: "la imagen que perdura es una mujer llorosa rodeada de hilos que se cortan". Lo particular de esta sección son los títulos de los poemas de acuerdo a la toponimia de Chiloé. Luego, incorpora poemas del libro anterior, pero hurgando en una serie de mujeres, quienes aluden a roles específicos de los habitantes de la isla; La Santa Historia de su Elevación (1998) se toma como referencia el tema de la culpa, el pecado y la santería que es una constante en todo el archipiélago; Sombras en El Rosselot (2002) se alude a lo fantasmagórico presente en una casa de Burlesqui, tan concurrida en épocas de antaño, cuya voz es asumida por la propia poeta o a veces, presiente dichos espectros de mujeres que mercantilizaron sus cuerpos; Ratada (2005) al parecer una plaga de ratas asola la isla, los invade, mellando las relaciones sociales; En nombre de Ninguna (2005), un conjunto de textos en prosa y verso, que explora el aborto y el abandono de los infantes, quienes son velados, sepultados y reclamados por una madre que asume que son sus hijos. Se cierra el libro con "Espesor de los instantes" prosa inédita que recuerda la infancia de mujeres a las que les ocurren hechos extraordinarios: "Entonces, tomé el ágata maravillosa -ojitos de gato- y la envolví en un trapo negro, después la metí debajo de una tabla suelta del piso, pero ya era tarde. Su efecto se había desatado y, por inercia, la velocidad del tiempo ya no paró más".
