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    Patrimonio - 2007 | index | Paula 
      Ilabaca | Patricia 
      Espinosa | Autores | 
  
   
  
  
Poesía 
y género en La ciudad lucía de Paula Ilabaca
Patricia 
Espinosa H. 
          
  
Pienso en infección. Pienso 
en llaga. Pienso en hedor. En tormento. Y en amor. Pienso en este texto que me 
da vueltas, en este texto y sus ecos, que me obligan a transitar por un amor loco, 
un amor de locos. Un sucio amor, instalado en la voz de dos sujetos que perfectamente 
podría visualizar  mediante 
la figura de un par de siameses llamados Lucía y el Ángel, atados 
y condenados al deseo y el horror como único lugar posible.
mediante 
la figura de un par de siameses llamados Lucía y el Ángel, atados 
y condenados al deseo y el horror como único lugar posible. 
Sin 
embargo no hay seguridad alguna respecto a que Lucía sea Lucía y 
el Ángel sea Ángel. Es decir, que sean una entidad, una individualidad. 
La ciudad lucía es un texto poético que necesita interpelar 
a Lucía, a la madre, al ángel, a la ciudad, a nosotros, sus lectores. 
La interpelación es la presencia de la ley que se cumple al llamar al otro 
para exhortarlo e imponerle que la reconozca. Sin embargo, el sujeto interpelado 
puede desobedecer a la ley que lo demanda, rearticulándola, quebrándola. 
Desobedeciendo a la interpelación que pretende someter, "sujetar". 
Por el contrario, en La ciudad Lucía, el sujeto se produce por acumulación 
de rearticulaciones. El yo, de tal modo, se pluraliza en su devenir y reconstruye 
así, mediante sucesivas entidades. Ya sea Lucía, ya el Ángel, 
ya la tercera persona de un narrador/hablante que, como en una obra de teatro, 
presenta las voces: "Lucía dice" o "el ángel" 
dice". 
Estamos acostumbrados a que el yo se habilite en la interpelación, 
me llaman/me demandan. Así se articula su posición de sujeto centrado. 
¿Pero qué sucede cuándo el yo no responde en tanto entidad 
sólida, unificada sino que responde a la demanda violando el pacto de unidad: 
sujeto que demanda-sujeto demandado? El yo ha sido violado en la demanda y responde 
violando la convención de la demanda. El ultraje puede resignificarse entonces 
en la multiplicidad; así el yo originariamente sometido a la ley del centro 
se moviliza.
La ciudad lucía de Paula Ilabaca, transita por 
seis territorios: Lucía dice, Lucía las bullas, la niña Lucía, 
Lucía canta, Lucía café y Lucía se corre. Es esta 
una "poesía de bullas", nudos e hilos de voces, como en un relato 
psicótico, donde los seis tramos marcan un itinerario polifónico 
siempre fracturado en su origen, en su linealidad, en el cual el daño se 
intensifica mediante la reiteración. Es precisamente la reiteración, 
aquello que leo o identifico como evidencia de que visibilizar la crisis, se vuelve 
potencia resignificante: reelaboración del sujeto. 
 Lucía, 
la vulva, las bullas, la ciudad, la madre, el ángel marrón. Voces, 
fragmentos de un yo, cada una de ellas travestidas incesantemente en el otro; 
figuras travestidas al servicio de desnaturalizar cualquier posible homogeneidad 
del yo. Ilabaca parodia las idealizaciones del relato heterosexual. Se rompe el 
binarismo y se accede a un devenir que subvierte la heterosexualidad. Lucía 
es Lucía y es el ángel y el Ángel es el Ángel y es 
Lucía: pero también son madre, sangre y vulva y pene y leche-semen 
y sexo oral. El supuesto privilegio heterosexual es dejado entre paréntesis 
en este texto; en su reemplazo, nos topamos con un deseo de devenir femenino y 
devenir masculino. Pero sin obligatoriedad de elegir, emergiendo de manera casi 
sincrónica. Obviamente podríamos leer el poema en clave de mujer, 
el cuerpo de Lucía frente al deseo del ángel pero, a la vez, en 
clave de masculinidad. La inestabilidad de la escenificación de ser hombre 
y ser mujer operando a mil, siempre desde la inestabilidad de sus posibles fronteras. 
El discurso es una bulla, en la que confluyen Lucía y el Ángel y 
la madre. La bulla es el torbellino de voces que habitan un cuerpo, nombrado como 
Lucía o que desea ser Lucía, pero Lucía contiene al Ángel 
y el Ángel contiene a Lucía. Vuelvo a la pregunta ¿Es un 
cuerpo/voz femenino o masculino? 
"Si lo veo mientras duerme es esto 
dormir?" Hay acá dos voces superpuestas: la de Lucía y la que 
observa a Lucía. Lucía ve al Ángel mientras duerme y el Ángel 
a su vez alude a que ella duerme. Un cuerpo intervenido por tres figuras: un hablante 
que alguna vez incluso ve emerger alas en Lucía y en el Ángel, mientras 
ambos le hablan a la madre manifestando sus ganas por el otro. Porque se desean 
mutuamente. Porque solo pueden existir en el desgarro continuo de sus voces y 
deseos alternados. Estamos ante un sujeto que moviliza identificaciones, un sujeto 
que repite, que parodia las normas de legitimidad mediante las cuales se lo ha 
degradado. Es un sujeto construido a través de la repetición de 
su actuación, lo cual le sirve para legitimar y deslegitimar las normas 
de autenticidad que lo producen a él (Butler 192). Ilabaca reelabora la 
relación madre hija/hijo, enamorada/enamorado, sí mismo unificado/sí 
mismo pluralizado. La performance mordaz, funciona así como la réplica 
necesaria al sistema hegemónico. La escritura poética desarticula 
cada una de las figuras hegemónicas mediante el exceso de tal producción. 
Lucía y el Ángel, sobrepasan el amor romántico de entrega 
al otro. Es en este juego de extralimitaciones, donde Ilabaca se mueve, donde 
nos confunde, hiperbolizando la abyección heterosexual contenida en un 
sujeto. Como en la política de un baile travesti, asistimos a la puesta 
en escena de una lucha por la indeterminación, por el descentramiento, 
por la ambivalencia incesante al proponer el rompimiento del paradigma binario 
(masculino-femenino; heterosexual-homosexual). Ilabaca desnaturaliza los cuerpos 
y resignifica las categorías de sujeto. Aparece así la noción 
de sujeto tránsfuga ante una identidad unificante. Estamos ya ante un territorio 
donde la posición hegemónica de heterosexualidad necesita para legitimar 
su posición, la relación binaria donde lo masculino se diferencia 
de lo femenino, por medio de la práctica del deseo. Se desea normativamente 
y sexualmente a lo masculino o lo femenino. El sujeto de La ciudad Lucía, 
desea -a la vez- lo masculino y lo femenino, conjuntamente. Destruye así 
el binarismo: Lucía y el Ángel, entonces, conforman un espacio único 
y múltiple. 
Por esta razón, puedo afirmar que este texto 
politiza la sexualidad, en tanto se desobedece a la posible naturalización 
del género, donde se debe optar por lo masculino o lo femenino. Porque 
asumirse desde el sexo significaría volver a reproducir el naturalismo 
binario sexual. Lo cual permite repotenciar la hegemonía del par masculino/femenino. 
Ilabaca nos lleva a entender la posibilidad de asumir el género en tanto 
contención no excluyente. Género y escritura devienen performativos; 
es decir, se construyen a través de la repetición ritual y transgresiva 
de normas. La mimesis cultural se reelabora por medio de la actuación de 
género, Lucía y el Ángel se construyen performativamente 
a través de actuaciones paródicas. 
Estoy ante un texto donde 
no es fácil asumir la proliferación de actuaciones, el colapso que 
se produce al transgredir la unificación del sujeto, de sus discursos, 
de su genericidad, de su actuación. La ciudad Lucía, tal 
como señala Judith Butler: "llama […] a la parodia de género, 
a su desnaturalización [porque] detrás de cada actuación 
de feminidad no hay ninguna mujer; detrás de la actuación de lesbianismo 
no hay ninguna lesbiana; detrás de la actuación de heterosexualidad 
no hay ningún/ninguna heterosexual" (Suárez 1-2, traducción 
mía). La parodia de género que realiza Paula Ilabaca, se orienta 
a escenificar o "performear" (sic) que tanto Lucía como el Ángel 
devienen, son, existen, en un tormentoso, esquizo e irreductible presente y que 
no hay nada más que este contínuo y alucinante devenir. 
 
El año 2003, bajo el sello Ediciones Contrabando del bando en contra, leí 
Completa, el primer libro de Paula Ilabaca, y pude advertir -entre otras 
cosas- la presencia de la masculinidad como amenaza, el desajuste verbal tendiente 
a exponer la no-salida y la vejación permanente. Leo ahora La ciudad 
lucía, bajo el sello Editorial Mantra, y veo un giro hacia una política 
del texto mucho más clara y segura, porque se ha intensificado y complejizado 
aquella estética de lo abyecto; un texto en el cual se devela, con extrema 
habilidad, que los límites ya sean de género o la solidez de la 
razón, son tremendamente frágiles. 
 

 
Bibliografía
- 
Butler, Judith. Cuerpos que importan. Buenos Aires: Paidós, 2002. 
- Ilabaca, Paula. La ciudad lucía: Santiago: Mantra, 2006. 
- Suárez, Beatriz. "Queeremos tanto a Judith Butler: Diálogos 
(non sempre armónicos) entre teoría feminista, teoría gai 
e lesbiana e teoría queer". Tempos, Nº 86, xullo 2004.