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        Ana Rodríguez Callealta
          Publicación  original en GRUNDmagazine. Octubre de 2012:
            http://www.grundmagazine.org/
        
        
         
         
        
 
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        La ciudad lucía, 2ª ed. La  Propia Cartonera, 2010.
          (in)completa, Mago Editorial,  2010.
          Ínsulas, Dadaif Cartonera, 2012.
        (Mis más  sinceros agradecimientos a estas tres editoriales,  que amablemente han hecho posible esta  reseña).
        
        Hace dos años que me crucé con Paula Ilabaca.  Escribí entonces, a propósito de La perla  suelta: “RABIA es la palabra con la que yo definiría La perla suelta de Paula Ilabaca (…) Dos mujeres en un solo cuerpo  que no podrían existir la una sin la otra, dialogando y odiándose,  observándose, luchando”.
        Ahora, dos años más tarde y después de haber  des-tejido la poesía de Paula Ilabaca a través de tres de sus poemarios (La ciudad lucía, La Propia Cartonera,  2010, 2ª ed.; (in)completa, Mago  Editorial, 2010; Ínsulas, Dadaif  Cartonera, 2012), sigue llamándome poderosamente la atención la de-construcción  de un yo fragmentando que atraviesa  su obra y que a veces, habla en nombre de la  perla o la suelta o lucía o una voz  narrativa convertida en poliedro; mujeres que se miran a sí mismas buscando  un espejo que a veces es la ciudad o el ángel o mamá, a través de la interpelación y el grito.
        La  ciudad lucía (La Propia Cartonera, 2010) se define  así: “Lucía dice / él me usa mamá él me usa”. Y desde este momento, la  interrelación de género madre-hija sirve de hilo conductor para la  fragmentación del yo en una voz  narrativa doble: un narrador en tercera persona habla de lucía, que es la ciudad de Santiago y que necesita hacerse a través de él, de el ángel en una  suerte de violencia sexual que la degrada. La poética de el cuerpo se convierte  en avenidas plagadas (la calle se vuelve  vulva una arcada una gran abertura), manchadas por un ángel marrón que  emerge del barro, como lucía, como la ciudad (y me tira un poco de cemento y eyacula una avenida por donde camino).  La enfermedad atraviesa los versos entre las costuras: si el ángel me mancha estoy limpia? Para construirse, el yo necesita la interpelación, la  pregunta: mamá si hay otras soy yo  hermosa? Pero no están claras las fronteras entre sueño y vigilia, entre  las voces que dialogan y que sirven de marco para una amalgama de obsesiones  violentas. Lucía era un sueño en donde  una manera era padecer / sí mi niña mi pedacito carmesí no eras ciudad no /  eras piernas eras una vulva hermosa donde un ángel marrón vivía.
        La subversión de la feminidad es una constante  en la poesía de Paula Ilabaca. Es un juego de contrastes en el que toman  partido la construcción externa de lucía a  través de las preguntas (¿hacia la madre? ¿hacia sí misma?), la descripción de  la voz narrativa (Pobre lucía pobre /  abre las piernas y grita), y la propia voz de Lucía (y me tira a la ciudad narrador que me doblega), que se define a sí  misma como una zorra infectada, (pero  las zorras no escriben no crean / una  zorra no puede crear un ángel), luchando por sobrevivir a la embestida  andocéntrica: ¿con la boca manchada de  leche yo hablo?. Las terminaciones de mi voz se están volviendo barro. El  narrador también se construye: ella dice  y si yo encierro esta voz en una caja negra muy negra / ella balbucea reza y yo  digo repito oraciones. 
        La imagen de la mujer de rodillas es un  tributo al sometimiento que va de lo individual a lo colectivo: Ella me da ganas de acabar si soba el barro  no / si lo mira y hace de rodillas lo que quiera él. Luego dirá: Cada mujer espía mira mueve la cabeza y de  rodillas di sí sí cada mujer tiende a morder di por qué tiene miedo di ángel di  carmesí di leche di ciudad di demonio di de rodillas traga cierra los ojos no  llores. La brutalidad de las imágenes de una cotidianidad manchada por la  rabia.
        Los espacios interiores conformarán un juego  de luces con la ciudad de lucía en (in)completa.  Esta antología es, como dice Paula al inicio, “una versión fragmentada de mi  primer libro (…) Doy vueltas en círculos como las aves, como las canciones,  como yo misma”. Los demonios interiores recorren esta suerte de historias  fragmentadas. La bestia que antes era ángel ahora es demonio. La voz sigue  siendo la de una niña nombrándose a sí misma en medio de una batalla  sangrienta, miedo a miedo. En  ocasiones, la poética del cuerpo se hace imagen deformada y naturalista.  Conviven en un mismo espacio una infinidad de voces que ahora se multiplican: la vainilla de mi leche infantil / se estira  en su grumo hacia el vómito / yo continúo limándome las uñas / me las pinto con  esmalte caro (…) mientras / en mi casa pasea una bestia / lo sabía desde el  olor a crimen en el vaso.
        (in)completa (Mago Editores, 2010) nos permite acercarnos a la poesía de Paula como  un poliedro de imágenes, escenas vistas desde el prisma de una feminidad  subvertida. Igual que antes veíamos cómo la ciudad y lucía llegaban a  ensamblarse, como hechas de la misma membrana, a veces asistimos a la ruptura  de comunicación entre dos espacios: una mujer grita en la quietud de una  habitación en silencio. Esto se ve muy bien en la descripción de una maternidad  que es vista desde el prisma opuesto de la concepción tradicional.  Hay una distancia insalvable entre la quietud  de la espera y la violencia de un cuerpo que habita con su muerte un vientre en  ruinas: Esta piel se estira y guarda / adentro un medallón tieso / ve hacia  fuera con un ojo  de veras / reconcilia  los volúmenes de tarde / en tarde nada descubriendo / los meses pesan tanto en  mi espacio (…) yo me siento a mirar la televisión / asoma la cabeza por la boca  y pica / le rasco la pelusa de niño muerto oh / ayer quería contraer mamá / me  pesa tanto el secreto amniótico (…) su funeral lo planeamos juntos / muchos  globos rojos y la cuna de gusanos (…)
        Por otra parte, la música es un elemento que  vertebra toda la poética de Ilabaca. Al inicio de la antología Ínsulas, dice así: 
        
          Esta  antología personal reúne textos de mis libros, agrupados y ordenados
            según un  ritmo o alguna obsesión o búsqueda que no sabría cómo explicar.
            Debajo  de ellos hay un enjambre de canciones y de música; unos suenan más
            fuertes  que otros. Entre todos hay un tema de J. S Bach que no recuerdo
            su  nombre y casi ni cómo sonaba, pero que está por sobre estas palabras,
            perturbando  y removiendo lo que toca. Como si fuera un corazón somnoliento
            que  deambula por las calles, como si fuera mi propio corazón.
            
        Y tanto es así, una obsesión, que en la obra (in)completa, nos acercamos a la música  como influencia literaria, integrada en el texto a modo de cita inicial de  poemas en serie: Close into symbols  (Cocteau Twins), The boy with the gun (David Sylvian), I’d inmerse you in flame your milk and your  passion (Cocteau Twins)…  Y en  general, en toda su obra la música recorre y teje, y como en estado latente,  sustenta los versos uno a uno.
          
          Otro de los aspectos de la poesía de Paula Ilabaca a los que nos permite  acercarnos la edición (in)completa es  a la subversión de la mitología. En la parte titulada “mitos”, cinco poemas  des-componen un rompecabezas milenario. Con un poder asombroso del lenguaje,  Ilabaca consigue traer la mitología a la vida cotidiana, más que eso,  integrarla en la filosofía contemporánea, rebosando los límites de la  subversión de la mitología que viene marcando la pauta de la poesía femenina  desde los 80: 
        
          Un  ovillo tejido constelado en secreto
            me  escondí en el ropero de la casa cosmética
            Mi madre  llora mientras desteje un zapato
            mi padre  herbívoro planea argucias incomprensibles.
            
        El último poema de esta serie –y en realidad  de este poemario- es, sin duda, el mejor:
        
          DESTROYADA 
              Quise ser Helena
                y soñé muchas veces con un  hombre
                que nacía entre fuego desde  su madre
                me convencí de mi  padre-cisne
                de mi origen en un huevo  divino
                Quería ser Helena
                y armé mi propia Guerra  Destroya
                con el caballo de palo de  mis hermanos
                Lloraba en mi ventana
                convencida de la Grecia tan  lejana
                (ahora instalada en los  techos vecinos)
                de los 99 hombres a mi siga
                la mujer más hermosa de la  historia
                Sin embargo:
                nadie vino a robarme
                el hombre desapareció  repentinamente
                mi padre-cisne convertido en  porcelana
                el huevo de mi nacimiento  sin existencia certera
              el caballo de mis hermanos  podrido en el patio.
            
        Como ya se dijo anteriormente, Ínsulas (Dadaif Cartonera, 2012) es una  breve antología compuesta de poemas pertenecientes a todas las obras anteriores  de Paula Ilabaca. Nos permite, por tanto, acercarnos a su poesía de una manera  global, pero con el gusto de las escenas fragmentadas, de los microuniversos  que al final, compondrán el puzle universal de la poética ilabaquiana.