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El Sangrador, novela de Patricio Jara. Editorial Alfaguara, Santiago, 2002, 209 páginas.

Por un dolor de muelas

Por Michelle Prain Brice
Revista de Libros de El Mercurio. Sábado 30 de Noviembre de 2002

Acaba de ser presentado "El sangrador", elegida Mejor Novela Inédita Año 2002 por el Consejo Nacional del Libro. Su autor narra la historia no oficial de Antofagasta, ciudad de insólito cosmopolitismo.

- ¿Qué lo impulsó a escribir esta novela?
- Me di cuenta de que vivía en una ciudad con dos historias: la oficial, que comienza el 14 de febrero de 1879, con la llegada de las tropas de Sotomayor, y la previa, los más de diez años en que Antofagasta perteneció a otro país y que, curiosamente, estaba llena de inmigrantes que venían de los lugares más insólitos. Eso causó un revoltijo tremendo. Como material literario me pareció mucho más interesante que hablar de mi metro cuadrado o de mis fantasmas personales, que no son muchos ni muy terribles, por lo demás.

- Usted aparece como una figura joven, activa en lo periodístico, universitario y literario. ¿Qué lo motiva?
- Las puras ganas y una buena cuota de hiperquinesis. Esto es pasión o no es. Ahora que enumeras algunas de las cosas en que estoy involucrado, parecen demasiado, un exceso, pero tengo la suerte de trabajar en una universidad joven que está en un fuerte proceso de crecimiento y todo lo que hacemos es parte de un mismo motor. No tenemos cien años de historia ni estatuas que nos miren desde las alturas.

- Rivera Letelier declaró que le hubiese encantado escribir "El Sangrador" y que con usted se comienza a perfilar la "Escuadra del Norte". ¿Cree que la literatura antofagastina es un género particular?
- La única característica que me gustaría que tuviera es que esté sustentada con mejores historias, más trabajo y menos quejas. Con eso basta".

- El protagonista de su cuento "El cuervo de Mancuso" coincide con el de su novela. Al final, el sacamuelas piensa reemplazar su tenaza "pico de cuervo" por un taladro. ¿El cuento fue un anticipo de su novela?
. De todas maneras. Si este libro fuese un disco, diría que ese relato fue un demo, una grabación casera con uno que otro acorde rescatable y trabajable. Un gag odontológico, tal vez. Necesitaba probar el estilo, ajustarlo, y eso ocurrió en paralelo al proceso de investigación que duró cerca de medio año antes de escribir la primera palabra de la
novela.

- ¿Es casualidad la semejanza entre la escena de Mancuso curando a un niño con sus tenazas rudimentarias en ese cuento, y la de "El Sangrador", en que Apolonio salva el diente del niño con su taladro?
- Ahora que lo dices, admito que esa escena está cargada. Curiosamente es una de las pocas que mantuve de lo que fue el cuento, y por supuesto que hay cosas detrás. Tal vez la más clara, al menos por ahora, es que allí está el miedo que de niño tuve a sentarme en un sillón dental. Un miedo paralizante, escandaloso, grosero a tal punto que no fueron pocas las veces que mis papás y mi abuela materna me llevaron dopado al dentista. Era un espectáculo. Me metían en el asiento trasero de un taxi hecho un bulto. No es que me haya pasado la infancia en consultorios dentales, pero era la única forma de que no diera patadas, gritos, manotazos o saliera corriendo, como ocurrió tiempo después, cuando tenía quince años".

- Apolonio tiene mucho de apolíneo... ¿Hay algún personaje de carne y hueso que haya inspirado este prototipo del científico decimonónico y del progreso?
- De algún modo Mancuso es un ortodoxo, pero no desde el dogma, sino desde la práctica. Sabe de lo que habla porque lo ha visto. Por eso es que cuando pierde su lugar en su pueblo con la llegada de los dentistas profesionales, no se queja y busca otro donde llevar su taladro. Eso también es válido para los centenares de inmigrantes y exploradores que vinieron a Antofagasta cuando no había más que cuatro palos parados y la sospecha de que entre tanto arenal, entre tanto roquerío, había una buena razón para fundar una ciudad".

- Mancuso, sin estudios universitarios, es despreciado por los especialistas...
- Si Mancuso hubiera ido a la universidad, jamás habría construido el taladro dental.

- ¿Fue su intención escribir narrativa histórica o es que simplemente su novela proviene del imaginario nortino?
- El Sangrador es, ante todo, una novela. Histórica o no, es algo accesorio. No creo mucho en los subgéneros. El escenario en que está situada funciona en la medida de lo que quería contar y no al revés. Ahora bien, los episodios que reflejan el contexto de la época son, en gran parte, reales, pero su función es apoyar a la ficción, hacer un piso. Honestamente, no hubo mucho que inventar, porque la Antofagasta de 1870 no tuvo nada que envidiarles a los pueblos del lejano oeste. Encontré tantos datos insólitos, pero confirmados, que si los hubiera puesto en la novela, estoy seguro de que nadie me hubiera creído.

- ¿Intentó satirizar la figura histórica de Hilarión Daza como víctima de las caries y paciente del sangrador, quien salva su imagen pública?
- De ningún modo. A todo el mundo le duelen las muelas, se les cae un diente o pierden una tapadura. Quizás cuántos presidentes han sacado de la cama a su dentista personal para que les alivie ese dolor que no los deja dormir. En eso no hay distinción de ninguna especie. Nadie se salva.


 

 

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El Sangrador, novela de Patricio Jara. Editorial Alfaguara, Santiago, 2002, 209 páginas.
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