El Sangrador. Patricio Jara. Editorial Alfaguara. Santiago, 2002, 209 páginas
Costumbrismo exótico
Por José Promis
Revista de Libros de El Mercurio. sábado 30 de Noviembre de 2002
Patricio Jara nos traslada en su novela El Sangrador a un tiempo y a un espacio que al ser contemplados con la mirada irónica y un poco escéptica del siglo XXI pueden adquirir, tal como sucede en este relato, una curiosa pero atrayente tonalidad de "costumbrismo exótico". Es lo que alguna vez Luis Sepúlveda llamó "la magia de la realidad", es decir, el efecto de sutil caricatura que produce la aproximación un tanto frivola y festiva a los temas que nuestros novelistas de hace medio siglo representaban, para bien o para mal, con una formalidad que podía desembocar en los tonos oscuros de la tragicomedia o en el desgarrado clamor por la justicia social. No es éste el caso de la novela del escritor Patricio Jara. Su narrador prefiere destacar los ribetes risueños y los perfiles humorísticos de un mundo de existencias miserables, pero inofensivas y simpáticas; de seres indefensos vapuleados por la fuerza de intereses cuyos orígenes ni siquiera alcanzan a vislumbrar o a comprender cabalmente.
El argumento de El Sangrador se desarrolla en la zona de Antofagasta durante los años inmediatamente anteriores a la Guerra del Pacífico, cuando dicho territorio exhibía aún bandera boliviana. Apolonio Mancuso ejerce en el pueblo de Elvira su actividad de flebótomo o "dentista de campaña", es decir, sacamuelas que (nos informa el narrador) "no dudaban en aplicar las mismas técnicas utilizadas en chancadoras o fábricas de carretas" para aliviar los problemas dentales de sus pacientes. Pero la llegada de un grupo de dentistas profesionales lo deja sin trabajo. Descubre entonces que en Estados Unidos se ha construido el primer taladro dental. Apoyándose en parte sobre las descripciones que encuentra en los periódicos y sobre todo en su propio ingenio, logra construir un taladro casero con la ayuda del armador de carretas Huáscar Castañon. Pero aunque funciona tan bien como el mejor, los pacientes huyen a perderse apenas contemplan la apariencia aterrorizante del aparato. Apolonio decide entonces trasladarse a Antofagasta llevándose su taladro "embalado en dos ataúdes de madera". Allí, con la ayuda del imprentero Gregorio Poncini desarrolla una delirante campaña de propaganda que le permitirá finalmente cosechar los frutos de su ingenio y su tenacidad.
El cambio de fortuna espera, sin embargo, a la vuelta de la esquina. El general Quintín Quevedo ha organizado una guiñolesca campaña para derrocar al tirano Agustín Morales. Después de desembarcar en Antofagasta y declararla territorio libre, obliga a Apolonio a solucionar el problema de uñas encarnadas de algunos de sus soldados. Debieran aprender a cortarse las uñas antes que a disparar, refunfuña el flebótomo. Dicho episodio desencadenará una serie de funestas consecuencias para Apolonio y para su amigo Gregorio, quien ha sido también forzado a imprimir volantes de propaganda revolucionaria. Víctima inocente de una lucha de poderes ajenos, Apolonio sufrirá durante años los efectos del odio y del revanchismo hasta que un segundo cambio de fortuna produzca el equilibrio final con que el narrador cierra, un tanto sorpresivamente, la novela.
El Sangrador es una novela de trama sencilla, frivola, ágil y amena que, dicho de manera literal, se deja leer de una sentada. Jara no propone una mirada profunda sobre los problemas sociales que delinea su relato ni tampoco pretende denunciar con tono dramático el acoso del poder que se perfila detrás de las peripecias. El interés por la entretención se percibe, incluso, en el carácter un tanto superficial de algunas situaciones narrativas. He leído su novela de la manera como contemplaría un teatro de marionetas donde hasta las palizas que propina el amo a su sirviente despiertan la sonrisa del espectador.
