EL MUNDO ABAJO de Patricio Jara. Alfaguara, Santiago, 2022, 136 páginas Por Pedro Gandolfo
Publicado en Revista de Libros de El Mercurio, 26 de junio de 2022
Incluso cuando se sigue un plácido documental sobre especies alegres y vistosas de un mar tropical y acogedor, es posible absorber la dimensión enrarecida, poco familiar, ajena y amenazante de las profundidades marinas, del mundo que acaece bajo el agua. Los siete cuentos reunidos por Patricio Jara en El mundo abajo nos trasladan de muchas maneras a la experiencia de ese mundo ancestral, propio y ajeno al mismo tiempo.
La primera palabra que sugieren estos cuentos —en una continuación de una trayectoria narrativa— es solidez. Cada narración y el conjunto de ellas —cogido por nexos indirectos— transmiten la figura de un trabajo hecho con cuidado, sin precipitación ni improvisación. Jara ejerce su oficio de cuentista con solvencia. La estructura es firme; la prosa, limpia y eficaz, sin ornamento ni barroquismo. La velocidad —media— es la adecuada a la historia y la perspectiva, muy ceñida a la mirada y punto de vista de cada narrador. El conjunto de los relatos —entre los cuales hay cruces, algunos visibles, otros latentes— configura una unidad sugerente que deja al lector dándole vueltas la cabeza en torno a esos puntos en común y hacia la dirección que parece apuntar el libro, una dirección fantasmagórica. Quizás esa intencionalidad difuminada sea uno de los modos en que el desierto se hace presente y atraviesa,
otra vez, la narrativa de este autor nortino.
Los dos paisajes que se conjugan aquí —el mar y desierto— no se mueven tanto en una contraposición arriba/abajo o superficie/profundidad, sino en la continuidad, una continuidad en la cual se fundan ambas esferas para hacer aparecer "cosas". Desde el debajo de ambos afloran hacia arriba señales de un acaecimiento pasado. El "abajo" está dotado de la simbología de los recuerdos que se sacan a la superficie por vía de una rememoración La memoria y el recordar lo que aquella guarda son una constante en varias de estas narraciones y, desde ahí, sin que ello esté tematizado, el lector puede formarse la idea de escritor de Jara: un buzo que trae a la superficie historias a partir de ciertos trazos o huellas.
Uno de los rasgos más interesantes de estas narraciones —que prolongan una faceta que ya había asomado con fuerza en obras anteriores del autor— es la combinación de concreción y simbolismo. Jara construye de una manera interna y localizada el mundo de sus personajes. Hay una búsqueda lograda, sobre todo en algunos cuentos, para conseguir una inmersión del lector en el
mundo de abajo a través de una descripción precisa de las marcas materiales y psicológicas que ese mundo plasma en el texto. El lector queda fijado a la óptica de una mujer que traza rutas de vuelo, al buzo que desciende a las profundidades, al personaje que trabaja en el corral de chatarra de automóviles o un soldado alemán en medio de una batalla. Son escorzos narrativos ajustados y vistos desde adentro de los episodios. Jara demuestra una disciplinada técnica que rinde frutos. Enlazada con esta ceñida concreción, sus narraciones alimentan una lectura más alegórica, quizás impulsada por la estructura cerrada y los elementos casi oníricos que concurren dentro de esa estructura. El equilibrio entre esas dos dimensiones es fundamental y aquí resulta atinado y resuelto con talento. Los cuentos de Jara, en efecto, no se la juegan en un desenlace rápido y golpeador —como prescribe la regla usual—, sino que van merodeando un sentido que se desplaza de lo concreto, sin disolverlo, hacia una dimensión inquietante de la realidad, un desasosiego que proviene de este advenimiento de "cosas" en un lugar o momento inesperado: la mancha, la señal de ruta de un avión que desaparece del tablero, el cadáver que asoma en el estuario de un río, la gacela en medio de una maniobra del Africa Korps.
Otro aspecto digno de destacar es la soltura con que el autor maneja los distintos narradores para crear una voz cercana, que relata con precisa proximidad, como la de un amigo preocupado de narrar con seriedad y cercanía una historia importante para él. Si esta solidez en el oficio surge primero de manera patente, a medida que se leen estos cuentos, también simultáneamente, se celebran las vías oblicuas, sinuosas, firmes, pero no rotundas ni ostensibles, que siguen estos relatos. Otra vez Jara demuestra un equilibrio muy nítido a la hora de narrar: no pierde el rumbo de la historia; eso proporciona una tranquilidad, porque, como la programadora de vuelos del cuento inicial, se abrirá una vía de aterrizaje a un destino que sabemos que existe, aunque no sea tan importante definir cuál es. De otro lado, precisamente, Jara no da un acabado obvio, fácil y cerrado a sus relatos, sino que el cuento discurre dejando enigmas y tocando los márgenes y el nudo de modo de sembrar evocaciones prolongadas.
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Alfaguara, Santiago, 2022, 136 páginas
Por Pedro Gandolfo
Publicado en Revista de Libros de El Mercurio, 26 de junio de 2022