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Arrancando de La Peste
"Dios nos odia a todos" de Patricio Jara. Editorial Planeta, 2017. 130 págs.

Por Cristóbal Gaete
Publicado en Suplemento Ku. 10 de diciembre de 2017


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Igual como avanzan las canciones en los discos de rock pesado, una enfermedad exótica destroza la población de Antofagasta del siglo XIX. Esto es "Dios nos odia a todos" (Emecé), la nueva novela de Patricio Jara.

Autores corno Hernán Rivera Letelier han construido un norte mítico gracias a la nostalgia minera en su literatura. Al revés, Patricio Jara escogió destruir la ciudad de Antofagasta del siglo XIX escribiendo su nueva novela "Dios nos odia a todos". ¿Cómo? Con una peste propagada desde un barco habitado sólo por muertos que vienen desde un puerto misterioso. Los habitantes saquean lo que pueden: pelean entre ellos y contraen la enfermedad. Pero no es solo la degradación de los cuerpos lo apestoso, sino el derrumbe social y teológico lo que carcome a la población en esta ficción publicada por Emecé.

No hay a quién acudir más que a la divinidad para detener la plaga. La medicina es demasiado lenta en su reacción y suma fracasos en la cura y protección de la peste, pese a los aparatosos trajes. Primero son los santos y luego Dios mismo quien termina cuestionado. La caída de la fe, que da el título al libro, genera opciones extremas y retrógradas. Los lugares de reunión pública se convierten en espacios de redención a través del dolor. Látigos cruzan espaldas de hombres encapuchados.

Las localidades costeras también sufren la peste, por lo que otras ciudades cercanas comienzan a aumentar el aislamiento que ya es profundo por la existencia del desierto. Es el lugar perfecto para desaparecer o ser tragado por la arena. Por allí la prosa de Jara ya ha pasado en libros anteriores como "Geología de un planeta desierto" (2013, Premio Municipal de Literatura) y "Quemar un pueblo" (2009).

Tanto en aquellos títulos como en "Dios nos odia a todos" Jara muestra una prosa implacable, escrita bajo la marcha de canciones de heavy metal. Todo, con una serie de referencias que el autor dispone explícitamente al final de la novela. El autor explica que "es la música que escucho desde 1986 y lo hice porque sentía necesario dejar constancia que algunas frases no son mías y pertenecen a títulos de discos o letras de canciones".

Sin duda hay un vínculo entre las bandas mencionadas (Slayer, Machine Head, Sepultura, entre otras) en tanto ellas han cuestionado a través de su música el lugar de la religión. Este libro es la respuesta de Jara: un carnaval de horror, una película gore ambientada en el pasado de Chile, una ucronía que él mismo ha definido como una película de zombies.


"El norte chileno se ha vuelto un escenario inagotable para las novelas de Patricio Jara", afirmó Patricia Espinosa en su crítica de "Las últimas noticias" a "Dios nos odia a todos". ¿Crees que tu proyecto narrativo está efectivamente ligado al norte? ¿Es algo deliberado?
— Uno escribe de lo que puede. Me crié en el norte. Viví hasta los 30 años allí. Es imposible que eso no se refleje. Pero no es deliberado. De hecho, esta historia comencé a trabajarla en 2002, cuando aún no se publicaba "El sangrador", mi primera novela. La que viene no tiene nada que ver con el norte. Hasta ahora.

Esta es una historia bíblica, de algún modo, de esas castigadoras del estilo del Antiguo Testamento. ¿Qué significa ese libro para ti? ¿Estudiaste en algún colegio religioso o solo lo investigaste?
— Sí, estudié toda mi vida en un colegio jesuita, pero no recuerdo haber leído el Antiguo Testamento. Aunque, como todos, sé más o menos de qué se trata.

En un momento la novela es bastante avasalladora en su crueldad, pero mantiene la esperanza a través de la pareja que se revela protagónica. ¿Por qué decidiste dejar ese espacio?
— Esta novela la trabajé todos los veranos desde 2002 hasta 2016, además de un invierno que pasé fuera de Chile. Al principio no había personajes como Lucio y Elena. Aparecieron ahí por el 2012, más o menos. Fue bueno que ocurriera. La novela comenzó a convertirse en otra cosa, tomó otro color.

La migración aparece como un tema subyacente de "Dios nos odia a todos" y de tremenda actualidad. ¿Cuál es tu opinión acerca de la llegada de extranjeros a Chile?
— Chile está hecho de inmigrantes. Lo que hoy ocurre no es nuevo. Me parece muy bien que venga gente de otros lados a trabajar y a estudiar, así como muchos chilenos han buscado una oportunidad afuera y la tuvieron. No olvidemos que hace cuarenta años varios salvaron sus vidas al ser acogidos por otros países.

Recuperas el Antofagasta antes de ser anexado a Chile. ¿Cuál era, en tu infancia, el discurso acerca de la nacionalidad?
— Por suerte estudié en un colegio de oposición a la dictadura. Mi familia también estaba en contra, por lo tanto no se me juntó "la gesta" de la Guerra del Pacífico con "la gesta" de Pinochet como parte de una misma cosa. Aunque hubo amigos que cuando chicos recibieron una educación que mezclaba todo.

La solución higiénica de las autoridades al problema de la peste es brutal. ¿Te imaginas que efectivamente podría pasar algo así?
— La forma como se resuelve la historia en la novela estuvo desde el primer momento. Quizás toda la novela germina desde esa imagen: una ciudad que es destruida para hacerla de nuevo. Han pasado situaciones así en la historia. Desde Sodoma y Gomorra en adelante.

Pese a lo demoledora que fueron las pestes con nuestro país hay pocos libros que lo abordan. ¿Por qué te interesó el tema?
— No sé por qué me interesan los temas de los que escribo. No es un proceso estudiado. No hay estrategia. No testeo nada. Con el tiempo uno va entendiendo, haciéndose un poco más consciente de lo que escribió. Y eso viene más bien de cómo reaccionan los lectores.

Durante el periodo de investigación de la novela qué fue lo que más te sorprendió de Antofagasta en el siglo XIX?
— Dentro de las novelas que he escrito con el norte como escenario, ésta es la que tiene más ficción. De todos modos, la multiculturalidad que había en la zona antes de la Guerra del Pacífico es muy llamativa. La cantidad de inmigrantes que huyó cuando comenzaron los problemas.

¿Con qué representaciones del norte grande en la literatura te sientes cercano?
— Me gusta mucho la narrativa de Mario Bahamonde: seca, de frase corta, sin adjetivos ni adornos. Y justo ahora estaba releyendo un libro de otro autor importante de la Segunda Región: Nicolás Ferraro. Los dos primeros libros de Hernán Rivera Letelier también marcaron un hito y Rodrigo Ramos Bañados tiene muy buen material.



 

 

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