Una agradable sorpresa: “Baladas de la memoria”, de Pedro Lastra.
Pre-Textos (Valencia, 2010)
Por Mario Amadas
Revista de Letras, 7 de Enero 2011
Sosteniendo un ejemplar eficazmente plastificado de estas Baladas de la memoria, jugueteando indeciso con él en mis manos mientras intentaba rasgar, disimuladamente, el molesto plástico que lo envolvía, algo nervioso por no saber qué hacer bajo la mirada inquisitiva del librero y proyectando, en definitiva, una considerable pinta de imbécil, ahí solo en medio de la librería, me decidí finalmente a comprarlo al ver en la contraportada que el poeta Gonzalo Rojas había sugerido: “parco y libérrimo: leámoslo entero”. Me bastó saber que Rojas había leído y había difundido, en la medida en que le era posible, la obra de este autor, para querer saber algo más de él, para leerlo y comentarlo. Un poeta que te gusta te lleva en ocasiones a conocer a otros poetas que, con el tiempo, también te gustan. Es el caso de Gonzalo Rojas que por azar me llevó a Pedro Lastra.
Arcano, Lastra ha sido un poeta que no se ha preocupado mucho por la difusión ni por el reconocimiento de su poesía. Su trabajo como profesor de literatura hispanoamericana en la Universidad del Estado de Nueva York, y su obra como ensayista y estudioso de la literatura hispanoamericana y chilena, le han apartado de los círculos estrictamente literarios en que puede (o suele) moverse un poeta. (Es una sana actitud la de distanciarse de los centros literarios, creo yo). Pre-Textos ha publicado ahora, este noviembre pasado, y por primera vez en España, una selección de la poesía de este autor, nacido en Quillota, Chile, en 1932. La muestra, creo, no dejará indiferente a nadie.
Como el título indica, la memoria es el tema nuclear de estos poemas. El recuerdo de su Chile natal (“Mi patria es un país extranjero, en el Sur”) no es nostálgico ni triste, sino crítico. Se recuerda a sí mismo joven, indignado y rodeado de “sucesivos fantasmas”. Abundan, sobre todo, los amigos idos en este poemario: destaca el recuerdo emocionado de alguno de ellos, como el del gran poeta Roque Dalton, por ejemplo, con su humilde conclusión: “Yo trato de leer lo que leíamos, / ahora ya sin Roque y por lo mismo / sin entender absolutamente nada”. Recuerdos que el poeta quiere preservar “antes que la memoria los juegue con cartas marcadas”. Por todo ello vemos el trato que le da a la memoria: en ocasiones es el asidero a donde va el poeta para protegerse: “tu ausencia / que yo en vano procuro conjurar / como ves / con pobres artes de imaginación”, y, en otras, es la que le juega malas pasadas, como en el poema “Disolución de la memoria”.
Pero no sólo sobre la memoria ha escrito poemas Pedro Lastra. Tiene una brevísima, y casi inigualable, despedida del siglo XX, que “alargó nuestros días / sobre asolados campos”. También un buen puñado de intensos poemas de amor; el mejor de los cuales para mí es “Los enamorados”, donde describe a una pareja que, de tanto amarse, “no cabían ya en la realidad”. Y tiene también un poema en donde el horror, ejemplificado aquí por un naufragio, es visto con resignada naturalidad: “Esta historia no es nueva”. Casi nada.
Y aunque demuestre habilidad para combinar el poema monoversal o el poema más o menos largo, (pero en verso libre), con el soneto, lo que sobresale es su control absoluto sobre la lengua. Para describir el lenguaje de Pedro Lastra, lo trabajado de sus versos, prefiero recurrir a Gonzalo Rojas, que lo ha hecho envidiablemente: “…hoy lo raro es una palabra así, como la suya, donde no hay sílaba que no se justifique en el ejercicio magistral”. En cada uno de sus versos encontramos –atención a la expresión de Rojas- “la cortesía del recato”. Podría haber hablado de su concisión, de su austeridad, pero teniendo a mano (en la contraportada) las precisas palabras de Gonzalo Rojas, he pensado que no se podía decir mejor.
Después de conocer someramente la poesía de Pedro Lastra, entiendo que su escasa repercusión se debe a motivos completamente extra-literarios. No sé si tendría que estar ahí, con los grandes vivos de América Latina, con Gonzalo Rojas, con Nicanor Parra, con Ernesto Cardenal, con José Emilio Pacheco, con Juan Gelman, pero sí sé que es un poeta sólido y ojalá sus libros vayan llegando lenta, imparablemente a nuestras librerías. Ganaríamos su poesía y su conocimiento.
Lo único que echo de menos en esta edición es un prólogo o un pequeño estudio introductorio que nos sitúe un poco mejor al autor en su contexto. Un prólogo, breve pero detallado, que nos diera algo de información sobre su biografía y sus otras colecciones de poemas, y sobre su labor (incesante, por lo visto), como crítico y como profesor. He visto que algunas antologías americanas han incluido, a modo de epílogo, ensayos del autor sobre literatura chilena. Golosas antologías ésas.
De todos modos, hay que agradecer a Pre-Textos que nos haya acercado por primera vez a este sorprendente poeta, y que lo haya hecho con una edición bonita, cómoda y fácil de leer. No entiendo los mecanismos del mundo editorial, pero me parece éste un excelente primer paso a la hora de introducir en España al poeta y ensayista Pedro Lastra.