Reflexiones sobre las relaciones entre ciudad,
cuerpo y escritura en las crónicas
de Loco afán de Pedro
Lemebel
Por Salvador Elizalde
Junio, 2004
Un modo de aceptar la escritura de Pedro Lemebel es comprender
las reglas que permiten a un género literario como la crónica.
El relato oral, los ambientes de relaciones interpersonales, los grupos
terapéuticos, sugieren los caminos narrativos que otras veces
aparecen en el periodismo o en revistas
especializadas.
Aquí la crónica es el género seleccionado no
ya como pretexto de reflexión, sino como un texto de enunciación
donde el lector tendrá la difícil tarea de aceptar un
pacto que le permita jugar entre lo verosímil, el intertexto
y la historiografía de grupos que han ido ganando un espacio.
Aceptando también que el juego fantasioso de los grupos de
homosexuales supera a varios de nuestros narradores letrados en el
campo de la ficción. Por eso esta realidad que nos presenta
Lemebel es testimonial, pero nadie puede dudar que la ficción
aparece y además en algunos momentos adquiere la fuerza de
la tragedia con un registro casi poético. (la muerte de la
Loba Lamar).
El tema de la voz ejemplificado con Gatica y con Raphael vocifera
con claridad la representación de los que no han podido darla
a conocer, con lo que implícita " el tener voz".
En ambos, la Voz se presenta desde la ambiguo y los comentarios populares
que abundan en comidillas, pero que al fin terminan aceptándolos.
En el caso de Serrat aparece el beso del reproche al Cantar Varonil
que nunca tuvo aunque más no fuese una referencialidad tangencial,
hacia la sexualidad entre hombres, por lo cual el beso será
el recuerdo prohibido con sabor a… "existimos". En cambio
la Voz chilena transgresora fue apagada y Cecilia rodó bajo
el oprobio. Pero las voces, las ideas, los cambios, culturales poseen
cuerpos que necesitan un espacio y no el aceptado en la "farsa"
del teatro cómico, el sketch televisivo, el cántico
de tribuna, sino en la igualdad legal y el respeto natural.
Se debiese entrar en discrepancia con el excelente trabajo de Angeles
Mateo. Si la crónica de Lemebel es "impúdica, obscena,
voyeurista y fetichista" la realidad lo es, en Santiago, en Lima,
en San Pablo, en Baires… sigo… El habitante masculino tiene en el
ámbito urbano diferentes opciones de comunicación, y
si la naturaleza humana posee una sexualidad, tendrá diferentes
opciones de realización mas allá de la unión
hombre-mujer, Estas diferenciaciones en el uso de lo sexual están
expresadas en los trabajos de Pedro Lemebel, quien es creativo y se
permite la libertad de presentarnos la problemática a través
de un medio expresivo como el literario. (Ya lo hizo por otros medios
de expresión de la comunicación) ¿ Acaso nuestra
literatura naturalista de fines del siglo XIX no intentó literaturizar
realidades no aceptadas por los cánones literarios?
El entrecruzamiento temático en Crónicas de Sidario
es multifacético, y proponerse realizar un recorte a las intenciones
del autor en algunos de los temas, sería limitarlo, castrarlo.
Estamos ante un texto que permite un ingreso al campo de lectura desde
diferentes ángulos. Aunque el pacto de lectura deba correrse
por algunos condicionamientos desde lo ficcional hacia lo periodístico
o lo científico ( especialmente la sicología y la sociología),
esto confirma que además de estar frente a un texto literario,
estamos ante un pretexto de su autor para escribir con total liberalidad.
La ficción estaría en el título Loco afán,
pues varias de las crónicas se convierten en relatos (cuentos)
breves con las necesarias prerrogativas del género. Este pensamiento
fragmentario que ansiosamente quiere dar cuenta de todo lo concerniente
al travestismo, a lo relacionado con la ideología, con la sexualidad,
con las experiencias, con la denuncia, con la medicina encuentra en
la crónica una especialidad literaria más sencilla de
expresión; la división en apartados simplifica la presentación.
Lo testimonial aparece en el subtítulo Crónicas
de Sidario donde lo enunciado y denunciado se convierte rápidamente
en panfletario, en monólogos de reflexión que por momentos
aceptan el fluir de la conciencia interceptado por ráfagas
de vivencias personales que puntualizan diferenciaciones como dinero
y pobreza, educación y marginación, no siempre presentadas
como dicotomías opcionales, sino más como estratificaciones
que precisan de los artilugios del sobrevivir para superar la opresión.
Y aquí lo latinoamericano está más ligado con
la identidad hacia el pasado feliz, que a las novedades venenosas
que provienen del afuera.
En Y ahora las luces la protesta es tan firme que si estuviese
presentada por un Estudio de abogados y con los términos jurídicos
adecuados el texto debiese ingresar como expediente en algún
tribunal internacional; en cambio en Los diamantes son eternos
género crónica se acerca a un periodismo de revista
barrial o al artículo de un novel reportero intentando una
crítica mordaz, con verdades que desenmascaran el andamiaje
de estructuras que intentan "ayudar" al portador de VIH.
La ficción de la entrevista es cruel, puesto que lleva con
cada interrogación a la cercanía de la muerte, a una
angustia que no se puede sostener con humoradas.
Sin embargo la ternura y la comprensión aparecen en el texto
referido a la gente mayor, naturalmente con la sonrisa y la ironía
replegadas en la memoria de muchos y en el corazón de pocos.
Carrozas chantillí en la Plaza de Armas nos presenta
in media res un respiro, en el centro del libro y como pensamiento
final para suavizar las asperezas de los 4 textos que integran uno
de los apartados (seudo-capítulos) de "El mismo, el
mismo loco afán". En Carrozas... aparece la
tolerancia familiar, social, el saber tácito sobre la "vida
de fulano", pero en definitiva una aceptación de disimulo
que permitió durante décadas sobrellevar "la cruz"
en la interioridad personal y en la de los grupos de amigos, cuando
todavía el subtítulo del libro no tenía necesidad
de anunciarse y por lo tanto de extenderse en enunciaciones y argumentaciones
para evidenciar lo que ahora sí se debe enunciar.
Surge necesariamente una pregunta sobre la intencionalidad de la
edición en el formato de libro de escritos o palabras que pueden
ser difundidas por otros medios, como las actividades en la vida real
de Pedro Lemebel lo demuestran. El giro de la escritura en Latinoamérica
innova en el estilo de la narrativa, y la crónica ha sido una
excelente elección, adecuada al mensaje reflexivo que se intenta
mostrar. No hay intención de deleite en la presentación
de la obra, lo logra en los lectores que pueden reconocerse o reconocer
en los clanes particulares que participan de la problemática.
Guardar la memoria, puede aparecer como un objetivo, si pensamos en
el personaje Sergio hombre consciente dentro del cuerpo de represores
que aparecían por La Regine..., o en todas las alusiones
a la dictadura, a las modificaciones de costumbres, de barrios, de
estilo; más aún si ingresamos en un examen de Manifiesto,
fuerte presencia del aquí estoy.
Si la intención es enunciar a partir de los relatos anecdóticos
las formas ocultas, y las evidentes de las relaciones entre homosexuales
de diferentes clases sociales, de diferentes edades nuestro narrador
ha realizado solamente eso, una enunciación. Las diferentes
crónicas no parecen pertenecer a un mismo libro, aparecen como
yuxtapuestas, como una recopilación de artículos, notas,
relatos, de aquellos sueltos que luego "alguien" se encarga
de editar. Desde lo macrotextual el libro carece de cohesión,
pero no de coherencia.
Pero es de caballeros, hacer notar lo valioso del texto y aunarse
a las palabras de la crítica literaria en la voz de Angeles
Mateo:
La crónica es un documento...
de un sujeto que no quiere olvidar... pupila de testigo,... narrador
que actúa, organiza y disecciona unos acontecimientos con el
escalpelo de su palabra lírica, poética, lúdica,
irónica, transgresora y subversiva, al socavar aquello que
describe.
... vivifica la materia narrativa y nos devuelve un camino íntimo...
entre la poesía y la prosa.