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Pedro Lemebel
LA YEGUA SILENCIADA

Por MAUREEN SCHAFFER
Revista HOY. No 1.072 del 9 AL 15 de febrero DE 1998

 

 

Antes se lanzaba a la vida pública abanderado en la lucha homosexual y política con las Yeguas del Apocalipsis. Hoy, a poco de censurada su aparición en televisión, cede ante la reflexión, dejando las cabalgatas para los escenarios internacionales.


Con destreza artística maneja su abanico oriental. En estos días de calor santiaguino, cualquiera querría saber moverlo como él. Acaba de terminar de grabar el programa de crónicas que conduce en Radio Tierra y, puntilloso, se disculpa porque aún no termina de afinaralgunos detalles.

Su estudio lo denuncia. Varias fotos simulando un anfiteatro decoran la pared: están las Yeguas del Apocalipsis -el colectivo que integró por años junto a Francisco Casas- en algunas de sus intervenciones, detenidos políticos, travestis, y actrices a las que ya les pasó su minuto de gloria, pero que claramente dejaron alguna huella.


Vetado y censurado a lo largo de su vida artística, Pedro Lemebel ha aprendido a doblarle la mano a las prohibiciones, y haciendo uso de algunas artimañas, ha ganado dos proyectos Fondart:
-Los gano con distintos nombres. En estas sociedades hay que saber cómo uno puede pasar. De frente no paso, pero de perfil a veces cruzo estas zonas alambradas de las nuevas políticas culturales.

En diciembre pasado lo invitaron al programa de televisión Off the record, en el que aceptó participar porque los temas eran literarios. Grabó la entrevista con Fernando Villagrán y después no se transmitió. Lemebel dice haberse mantenido dentro de los márgenes que le fijaron, así como haber acatado algunas sugerencias: “Que no tocara a la iglesia, porque como era el canal 5 de Valparaíso, podía haber algunas suspicacias con el clero”.

Cuando el programa fue nominado al premio APES, le pidieron que no hiciera nada. Como todo siguió igual, Lemebel dio una conferencia de prensa, “porque era una situación de censura y cualquier situación de censura me parece injusta”.


-¿Cuales son los resultados de este tipo de prohibiciones?

-Donde opera el guante censurador abunda un tufillo apestoso, porque esa mano es la misma que se masturba en la soledad del confesionario: su intolerancia tiene que ver con su propio pecado privado.
“La censura, obviamente, produce decepción, pero lo peor es que ese vacío, esa ausencia prohibitiva se traduzca en autocensura, en limitaciones que después no permitan ejercer cierto desenfado pagano para remirar el contexto. Aunque hay algunos que hacen producción con la negación oficial, e instalan boliches mercantes de lo prohibido, ese tipo de producciones, en su mayoría, carece de interés, por estar prefabricadas para la venda censurona.
“En ocasiones, las obras ‘rupturistas’ permiten que la censura perfeccione sus mecanismos, previniendo futuras incursiones de los temas tachados. Así, por ejemplo, después del Bolívar en topless del pintor Dávila, el Fondart agudizó el ojo con los proyectos que participan. Las intenciones vanguardistas en este país a veces abren una ventana, pero la censura clausura el cielo”.

-Pero su papel de escritor está lejos de ser sólo una intención. ¿Cómo reacciona frente al veto que acaba de sufrir?
-En realidad era una entrevista muy blanca, nunca me salí de los marcos. Lo que pasó es que ellos me dejaron todo el peso de la censura a mí. Al director no le gustó lo que dije, ni mi cara, ni mi voz, ni mis tacos altos.
“Yo aquí en Chile tengo una militancia a toda vista, una suerte de haberme abanderizado en la literatura y en lo político con causas minoritarias, por lo que tampoco iba a ir disfrazado de primera comunión.
Hicieron el programa siguiente con Tomás Moulian, usándolo de parche. Ellos se perdieron la posibilidad de ampliar el sesgo de la escritura que promocionan en su programa. Yo sigo escribiendo así que me da lo mismo. Solamente voy a pensarlo si me invitan de nuevo a esas misas literarias donde hay que comulgar".

-Antes, Pedro Lemebel tenía un papel más público. ¿Hoy apuesta por algo más individual?
-Soy un poco reticente a la farra neoliberal post dictadura, pero sigo apostando a los mismos delirios. Estoy abierto a las insospechadas fracturas que se pueden producir en la coraza del poder. Son fisuras que se erosionan con la gotera incansable del enamorado del desacato.

-¿Cuál es la cultura del Chile de los 90, del país de la transición y los consensos?
-La cultura o las expresiones culturales en la transición se manejan y expresan como espectáculo, como show propagandístico de la llamada democracia. Y en este montaje entran todos: algunos por economía, otros por narcisismo mercantil y otros por ideología. Estos son los menos, pero son los más peligrosos adictos de la cultura cirquera, consumista y boba del panorama artístico chileno.

-¿Y qué papel ha jugado el gobierno en esa identidad cultural?
-Uno indefinido, ambiguo y falto de creatividad para delinear políticas culturales que hagan circular imaginarios múltiples y diversos, elaboraciones culturales que divaguen sobre los temas tabúes ocultados por la moral burguesa del celibato criollo.

-Las Yeguas del Apocalipsis hicieron su aparición en un contexto bien determinante en la historia del país. ¿Podrían cabalgar en el panorama cultural y político actual?
-Las Yeguas del Apocalipsis fueron un imaginario libertino y pagano que transitó en el paisaje alambrado de los 80. Es difícil imaginarlas en la cultura mall o en la tontera humorística del Chile actual. Con Francisco Casas nos detuvimos cuando llegó la democracia: un poco a reflexionar sobre nuestro trabajo, otro poco a cachar lo que se venía, siempre con la sospecha como arma de lectura. No nos dio para seguir poniendo el cuerpo como soporte de discurso en el Chile neoliberal. La gente perdió la capacidad de leer más finamente los gestos políticos.
“Actualmente, Francisco vive en México y hace videos, y yo, aquí, escribo. En 1997 fuimos invitados a la Bienal de Arte de La Habana y a Nueva Uork a un evento de performance. También para este año tenemos varias invitaciones al extranjero donde nos juntaremos para rearmar a las Yeguas. Mientras tanto, Chile, en su modorra exitista, puede esperar”.

-¿Son vivenciales sus relatos?
-La biografía de un hombre pobre, sudaca y “aindiado” siempre pasa por un gesto de confesión.
Yo evito el testimonio real, porque me desagradan los confesionarios y esa objetividad eclesiástica del periodismo acusete. Pero tampoco podría negar mi origen y lo evoco en la escritura, travestido, multiplicado en un tornasol engañador. La verdad no me interesa: es paja estancada y filosófica. Como dice Serrat, “la verdad no tiene remedio”.

-¿Está trabajando actualmente en algún libro?

-Sí, trabajo en un libro de crónicas que transmito por Radio Tierra en mi programa Cancionero.
Se llama De perlas y cicatrices y reúne a una serie de personajes que han tenido algún protagonismo -trágico o cómplice en estos últimos 30 años, como el cura Hasbún, Don Francisco, Gloria Benavides, Mariana Callejas o Carmen Gloria Quintana.

-Usted está por la defensa de las minorías. Esas minorías, ¿tienen cabida en el panorama cultural de hoy?
-Para hablar de minorías hay que entender que no se refiere a una suma matemática, sino a un asunto con el poder. Así, las mujeres, los homosexuales, las lesbianas, los jóvenes, los viejos o los pueblos originarios son minorías. Aunque sean una multitud frente a un solo hombre armado.
“Pero yo no hablo por ellos. Las minorías tienen que hablar por sí mismas. Yo sólo ejecuto en la escritura una suerte de ventriloquía amorosa, que niega el yo, produciendo un vacío deslenguado de mil hablas.
“Este sistema exhibe a veces a las minorías en el marco cristiano de la piedad, como para decir desde la superioridad hetero, blanca, occidental, que “es bueno que aparezcan estas escorias, somos tolerantes, es políticamente correcto”.

-Los homosexuales también son minoría. Usted ha diferenciado obsesivamente a los gay de “las locas”. ¿Quedan locas en este Chile de fin de siglo?
-El prototipo gay de los 90 lo encuentro misógino, fascistoide, aliado con el macho que sustenta el poder. La loca latina y su fiesta emplumada y siempre derivante pareciera extinguirse en los velos turbios del sida. Su mismo girar desenfrenado por el deseo urbano la traicionó fatalmente.


 

 

 

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Pedro Lemebel: La Yegua Silenciada,
por Maureen Schaffer,
Fuente: Revista HOY
No 1.072 del 9 AL 15 de febrero DE 1998