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Ojo
de loca no se equivoca
Recuerdos
de Pelotillehue
Por
Pedro Lemebel
Nación Domingo, 27 de agosto de 2006
Condorito
fue la caricatura del pililo buscavidas, la representación entumida de
la gloriosa ave símbolo del escudo patrio, el gran cóndor amo de
las alturas. Tal vez, su desnutrida parodia tocó fin al llegar las águilas
doradas del mercado.
Archivado en el álbum de las caricaturas
que intentaron describir con dibujo y letra al conocido rotito
chileno, hermanado con el Perejil, el Verdejo y tantos monos tirillentos pintados
por la mano cruel que despedaza la pobreza.
Condorito vivió sus
años de gloria en las décadas de los ’60 y ’70, cuando la revista
de tiras cómicas era el pasatiempo de los pasajeros de micro que acortaban
el viaje leyendo el Condorito de pascua, el número especial que todos los
años vendía miles de ejemplares, con tapa a color y páginas
coloreadas de naranjo y negro, donde el pájaro pobre, el hombre pájaro
o el cóndor queltehue, exponía su triste vida de incansable cesante,
eterno vago picaflor enamorado de la Yayita, la tetuda Yayita, la curvilínea
Yayita con cuerpo de corazón, su amor negado por la diferencia social.
Por
aquellos años, Chile se reconocía en la eterna mala pata de este
personaje, errándole a la suerte, de por vida condenado a la rancha meada
por el perro Washington, la mediagua que compartía con el sobrino Coné,
un cóndor niño sin procedencia que retrataba moralmente a Condorito
como tío soltero igual al Pato Donald. Porque al parecer, la familia de
Condorito venía del campo, porque usaba ojotas y el pantalón arremangado
como peón. Entonces se podría deducir que Condorito era un allegado
a la capital, uno de los tantos afuerinos que por esos años dejaban el
sur para conformar la clase obrera, el proletariado de las primeras poblaciones,
y más adelante, la clase media o el medio pelo chileno.
Pero Condorito
nunca arribó en su emergencia de pájaro piojo. Menos, su tropa de
amigotes buenos para el trago, como el cumpa Don Chuma, siempre salvando a Condorito
con un billete de maestro chasquilla. También el Come Gato, su yunta cara
de mapuche felino, inseparable de Garganta de Lata, prócer de la garrafa
cuando los pobres se reventaban de cirrosis con la nariz de rojo farol.
En
verdad, por aquel entonces no había mucho que elegir en la entretención
lectora del folletín urbano. Condorito llenaba ese vació entre los
Súper Héroes de las revistas extranjeras y el folclórico
cómic nacional, donde la mano de Pepo, el autor dibujante, explotaba la
errancia depresiva del sector popular, señalizando la vida gris del barrio
chusco donde el argentino Che Copete era el odiado rival de Condorito, un dandy
triunfador que enamoraba a la Yayita con su toyo porteño. Esta revista
era muy conocida en Argentina, Perú y otros países vecinos, que
creían reconocer a los chilenos a través de este pájaro atorrante
y sus aventuras en una ciudad pueblo, rayada por todos lados con el graffiti de
“Muera el roto Quezada” .
Condorito fue el relator de otro país desaparecido
bajo las latas del Tercer Mundo. Un Chile sencillo y provinciano que reía
del chiste blanco rematado por el “Plop” que paraba las patas con el conocido
“Exijo una explicación”. Condorito fue la caricatura del pililo buscavidas,
la representación entumida de la gloriosa ave símbolo del escudo
patrio, el gran cóndor amo de las alturas.
Tal vez, su desnutrida
parodia tocó fin al llegar las águilas doradas del mercado. Para
entonces, el humilde Condorito ya no representaba una buena imagen para el Chile
triunfador, y aunque trataron de traspasar la historieta a la televisión,
la caja luminosa le quedó grande al depresivo queltehue, algo en su voz
resultaba falso, ya que la tira cómica jamás tuvo audio.
Algo
similar ocurrió con la mala película que se hizo de él, tan
mala y fea como la escultura de greda que le hicieron en San Miguel. Tampoco han
resultado las gestiones empresariales que intentan reponer un Condorito con zapatillas
de marca y pinta neoyorquina. Nada de esto ha resucitado el cadáver del
querido pajarillo, que murió de muerte comercial y fue enterrado con su
jaula de fonolas en el lomaje azul de Pelotillehue.