Los nuevos arañazos de Lemebel
Serenata cafiola. Pedro Lemebel, Seix Barral, 2008, 237 páginas.
Por Patricia Espinosa
Las Ultimas Noticias, 24 de Octubre de 2008
La crónica es un género que mezcla el testimonio, la autobiografía y en ocasiones hasta rasgos del ensayo. Lo primordial, en cualquier caso, es la escritura en primera persona, la marca de subjetividad que la narración impone sin reparos, lo que implica que nos encontremos con una mirada fragmentaria, muy particular, elaborada a partir de la pasión para describir el mundo y la propia intimidad del narrador.
"Serenata cafiola" es un conjunto de crónicas que nos muestra por qué Pedro Lemebel es uno de los grandes cultores de este complejo género. El volumen, que incluye algunos artículos publicados en el diario La Nación , se estructura fundamentalmente como una biografía musicalizada o “cancionero memorial”, como lo denomina el propio autor, armado por diversas canciones y cantantes del registro popular. A partir de ecos musicales que aparecen caóticamente, desde Hervé Vilard y Joselito hasta Los Prisioneros y Chayanne, irrumpen los años de la dictadura, la globalización, la política nacional, los amores, las amistades, los viajes, la muerte de la madre del autor, la domesticidad del universo cotidiano y el compromiso social.
Como es habitual, Lemebel se mueve entre la sátira y la mordacidad precisa. Sin embargo, introduce ahora un inquietante nuevo elemento: desnuda un origen literario no buscado, un estilo aprendido a arañazos y derivado del maltrato callejero. Lo más honesto y conmovedor de este libro es el tono confesional, que se desvía conscientemente de cualquier triunfalismo. El autor mira su pasado y ejerce sobre él una crítica demoledora: “Me faltó rigurosidad y me ganó la farra [...]. Y creí como una tonta, como una perra lacia me dejé embaucar por alegorías barrocas y palabreríos que sonaban tan re lindos”. El cronista se sacude del mentado barroquismo que se le ha atribuido desde el circuito académico y recupera un habla mucho más cercana a la oralidad, al tiempo que flexibiliza el uso del fraseo extenso y la adjetivación desbordante. Se expone con todo, logrando –y es quizás ésta la maravilla que puede lograr una buena escritura– acercar al lector a lo más profundo de una intimidad quebrada, en crisis, dolida.
Así, el ya clásico estilo de Lemebel da una vuelta de tuerca en este libro. El escritor consigue ahora atrapar la violencia desde una perspectiva minimalista que cuenta con recursos líricos o poéticos permanentes, orientados a constatar “su” vida desde lugares menores, intensificando una mirada que se detiene en aparentes nimiedades que se transforman sin más en corrosivos símbolos de denuncia social. En contrapunto, la exploración de la tristeza y la presencia permanente de los muertos resultan memorables en el segmento dedicado a su madre, titulado “Para mi tristeza Violeta azul”.
Este libro nos devuelve a un Lemebel rabioso, pero con un giro: el autor instala un discurso cotidiano cargado de soledad, donde se hace muy visible el desencanto. Aun así, su reconocida propuesta estética y política permanece intacta, lo cual hace tremendamente valorable la aparición de Serenata cafiola , que, sin duda, está dentro de la mejor crónica que se realiza en la actualidad.