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"Serenata cafiola" de Pedro Lemebel
"No soy la Eva Perón de las locas"

Por Javier García
La Nación Cultura, Sábado 6 de Septiembre del año 2008


A fines de septiembre, Editorial Planeta publicará su última obra, donde su madre, la infancia y la radio encendida son el ritmo de un nuevo conjunto de crónicas, protagonizadas también por Charly García, Tito Fernández, el “Gato” Alquinta, María Bethania, Pina Bausch y Manu Chao.

 


No necesito disfraz/ Aquí está mi cara/ Hablo por mi diferencia/ Defiendo lo que soy/ Y no soy tan raro/ Pero no me hable del proletariado/ Porque ser pobre y maricón es peor, dicen los primeros versos del Manifiesto de Pedro Lemebel, escrito y leído en 1986 en un acto del Partido Comunista en la Estación Mapocho.

El Manifiesto ha sido mi caballo de batalla, lo leo siempre en público y a veces con la Internacional de fondo. También hay una cita al Manifiesto Comunista, pero mi Manifiesto homosexual reclamó y reclama una suerte de dignidad dentro de la izquierda chilena, dice Lemebel, de 53 años, que en 1982 ganó el primer premio del Concurso Nacional de Cuentos Javiera Carrera como Pedro Mardones.

A fines de septiembre, Editorial Planeta publicará el último libro de Lemebel, Serenata Cafiola, donde la mamá de quien tomó el apellido , la infancia, la música, son el ritmo de las crónicas que serán presentadas en octubre en la Feria Internacional del Libro de Santiago.

Lemebel está de viaje, lleva una semana en Italia, invitado por el Instituto Cervantes de Roma, para presentar este martes Baciami ancora, forestiero, antología de sus crónicas publicada por el sello Marcos & Marcos.


ESCRITURA Y EL VIL DINERO

¿Tiene miedo que se homosexualice la vida?/ Y no hablo de meterlo y sacarlo/ Y sacarlo y meterlo solamente/ Hablo de ternura, compañero/ Usted no sabe/ Cómo cuesta encontrar el amor, escribe el autor de De perlas y cicatrices en el Manifiesto.

Lemebel, quien gracias a la publicación de este texto (en la desaparecida revista Página Abierta), le pagaron por primera vez. Ahí nació la crónica, y la escritura fue más que un gesto estético, uno de sobrevivencia. Yo le encontré el gusto a la escritura a través del vil dinero, cuenta y se ríe con complicidad, ironía, con rabia, un tono inconfundible como la pañoleta que cubre su cabeza y que siempre lleva.

Lemebel, el ex Yegua del Apocalipsis, que junto a Francisco Casas realizaron una serie de performances en los ochenta, donde reivindicaban el derecho homosexual, el de vivir en paz, en años donde las botas militares aplastaban, desaparecían y mataban a las personas por pensar distinto.

Lemebel, a quien en 1996 el Gobierno de Estados Unidos le postergó una invitación de la Universidad de Nueva York por ser un homosexual polémico. El mismo que descolocó a Pedro Carcuro en su programa estelar por homenajear en pantalla estatal a la hermana del comentarista deportivo detenida desaparecida.

Pedro, quien vivió en los blocks de la Panamericana a un costado del Zanjón de la Aguada, y que se maravilló con el centro de Santiago. Esa neurosis urbana fue un gran atractivo para mí, dice quien ahora vive a un costado del Museo de Bellas Artes, por esas calles donde la gente lo saluda como un rockstar.


DE TAXI BOY Y NEFANDO

El nuevo volumen de Lemebel se completa con las crónicas publicadas en este medio. Como su viaje a Helsinki, al país nórdico donde los pobres tienen yate. O Tito Fernández guitarreando con la CNI por su amistad con Álvaro Corbalán. Charly García y los familiares de detenidos desaparecidos. Lemebel bailando al ritmo de María Bethania y Omara Portuondo.

En Guadalajara con Álvaro Henríquez y el Gato Alquinta, sus encuentros en Santiago con Manu Chao y Pina Bausch. Reivindicando a Fernando Ubiergo, quien también le cantó a Víctor Jara. El baile de Claudio Narea, y más.

- ¿Por qué titulaste el libro Serenata Cafiola?
- Cafiola significa cafiche, taxi boy, pero no existe el femenino, la mujer caficha, puede ser la regenta, la cabrona, pero no es lo mismo que un cafiche. Es una palabra porteña que quise instalar. Cafiola parece el nombre de una novela; de hecho, el libro se iba a llamar Cafiola y otros ritmos, como programa de radio. Una vez un amigo estaba con un tipo, y yo le dije: Bueno, ¿te lo cogiste?, y me dijo: No, le puse música no más. Y eso significa hablarle, nunca llegar al lecho, esa es la génesis del libro, versear, cuentear.

- En Serenata Cafiola escribes un texto introductorio para hablar de tu escritura. ¿Por qué?
- Es una justificación perversa, no estoy diciendo lo que quiero decir, no estoy diciendo porque escribí, como el poema de Enrique Lihn. Escribir es una pregunta que no está contestada, solamente es el esbozo de intentar hacer un arte poética, de contar por qué uno tiene esta maña de la letra. Pero, como dice Domitila, aprendo la lengua patriarcal para maldecirla. Por eso no escribo tan clarito, por eso le pongo plumas y enrosco la colita de la letra O, por eso le lleva decoración, aunque a mí me gusta más la escenografía.

- En la primera parte del libro hay varios escritos relacionados con tu infancia, con tu madre.
- Mi madre aparece y seguirá apareciendo de distintas maneras, incluso travestida de otra cosa. Mi cultura musical es bien amplia en lo popular, pero es porque es música que recibí por mi madre, mi abuela, mis tías, y la radio que siempre estaba encendida en mi casa. Lo mío comienza con Los Beatles, pero también me gusta la Chavela Vargas y la Julieta Venegas. Yo me fui del hogar para vagabundear. Me vine al centro. Huí de las sábanas rosadas de mamá. Uno se va de su casa una sola vez, y cuando se muere la madre uno se va para siempre.

- Tu propuesta de escritura nace desde la fugacidad de la prensa, que después se encasilla en un libro, pero es sólo otro resultado.
- Mi crónica se panfletea, se publica en el diario, hace posible la relación de la gente con la escritura, más que con el libro, librería, biblioteca, Maletín Literario, etc. Los piratas de la calle me dicen: Pedro, ¿cuándo vas a sacar otro libro?. No es mi problema perseguir la piratería, sino de los editores, las autoridades... Yo no les voy a echar los perros a la gente que se está ganando la vida.

- ¿Y qué te pasa cuando publicas un libro?
- Es como una menstruación -se ríe-, no un parto. Siento un gran descanso, que viene otra cosa, mariposa. Entonces me seco la frente, me pongo los tacos altos y sigo caminando. Yo reincido en lo que me gusta.

- ¿Pero preparas otras cosas?
- No sé si voy a ser siempre el cronista de los márgenes, como me han llamado. En algún momento me puedo aburrir. Además, quiero reincidir en la novela, una a mí modo. Ya llevo como 80 páginas, transcurre en un verano, son historias reales que se entrecruzan y ficciono. La comodidad me pone triste. Mi vida es la urgencia.

- ¿Y qué pasó con Nefando, crónicas de un pecado? (libro inédito donde Lemebel reconstruye a partir de archivos judiciales la oculta historia homosexual de Chile).
- Un amigo historiador me mostró archivos, expedientes, las cartas que mandaban los curas soplones al Rey de España, y ahí hay datos donde la homosexualidad había incidido en la historia chilena. Ahí está la historia de la Esmeralda, donde dos homosexuales se salvaron por estar escondidos, y la historia de Hernando de Magallanes, la crónica se llama El estrecho de Magallanes, quien tenía un mocito muy bello, que terminó en el fondo del mar. También hay un encuentro entre un chamán mapuche con los conquistadores, éste era un chamán travesti, y los conquistadores no saben clasificarlo, le mandan una carta al Rey contándole el encuentro y lo llaman raro. Un mote que hasta hoy carga la homosexualidad. Algún día terminaré ese libro.


AL FILO DE UNA GILLETTE

- ¿Te sientes una voz de las minorías?
- Yo no soy la Eva Perón de las locas, más bien lo que trato de hacer con mis crónicas es un ventriloquismo, que por mi voz hablen otros, pero no creyéndome el portavoz de las minorías. Ellas tienen que hablar por sí solas.

- Eres famoso, ¿no? Mucha gente te saluda en la calle.
- Lo que pasa que mi personaje es más público que el que escribe. Hay gente que me reconoce en la calle, pero no sabe bien si soy peluquero, actor... Tampoco es con toda la gente, ¡mira que no soy la Madonna! En Perú, por ejemplo, me conocen bastante, en la calle me decían: Queremos a dos chilenos, a usted y a Jorge González.

- ¿Te gusta la farándula?
- Odié y odio la farándula, porque tiene algo de fascistoide. Es una gran responsabilidad de la democracia haber dejado intacta en la televisión la cara de la dictadura. Ahora, fíjate que la Presidenta nunca ha dicho públicamente la palabra homosexual, y lo que no se nombra no existe. No me gusta tampoco la palabra gay, es como una rara ecología, es un término buena onda.

- Siempre has estado al filo de los acontecimientos.
- Me tocó así. Algunos escritores me dicen: A ti siempre te pasan cosas novelescas, que voy a la selva, que asaltan a los chinos gays y a mí no me pasa nada porque me reconocen. Sin quererlo me he deslizado sibilinamente por el filo de una gillette y, hasta el momento, he salido campante. Nací con una estrella en la frente, pero en negativo.

- Tus grandes amigas y amores ya no están.
- Andrés Pérez, Gladys Marín, Carmen Lazo, mi madre, mi padre, la Carolina Fadic, Andrés Pavez, Francisco Copello, el Pato Egaña... A mí se me muere la gente en patota. Cuando vivía en la casa de calle Dardignac [barrio Bellavista], esa fue la casa de la gran fiesta inolvidable, la última fiesta. Casi todos mis queridos fueron a esa casa, gente que en algún momento estuvo toda junta en una sola fiesta, y solamente quedó la foto para el recuerdo. Mis ausentes son la compañía de mi escritura.

- ¿Qué entiendes por ser distinto?
- Yo soy tan distinto como cualquiera y soy tan igual a otro como cualquiera. Todas las mujeres son distintas, todos los homosexuales son distintos; hay homosexuales fascistas, por ejemplo. Yo no abro mi corazón porque alguien me dice que es homosexual. No. Homosexual, ¿y qué más? Ahí comenzamos a hablar.

 

 

 

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"No soy la Eva Perón de las locas".
Pedro Lemebel presenta "Serenata cafiola".
La Nación Cultura.
Sábado 6 de Septiembre del año 2008.