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Cartas de Enrique Lihn en los años 80: "No quiero seguir en Chile, dando la hora"
Por Javier García
La Tercera, Domingo 2 de Diciembre de 2012
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Estaba empeñado en dejar el país. Enrique Lihn viajó por Nueva York, París, Madrid, La Habana, Lima, pero siempre regresaba a Santiago. Incluso llegó a tener una cuenta bancaria en Estados Unidos, a fines de los 70.
“No quiero seguir en Chile, dando la hora, lejos de todo lo que me gusta: museos, cine, etc.”, le cuenta el poeta a su amigo Pedro Lastra, entonces profesor en la Universidad de Nueva York, en una carta de 1983. A esas alturas, Lihn ya había concebido su célebre verso: “Nunca salí del horroroso Chile”.
Un Lihn complejo, irónico y crítico se muestra en Querido Pedro. El nuevo libro, editado por Das Kapital, reúne 59 misivas que el autor le envió a Pedro Lastra, de 1967 a 1988, año de su muerte.
Se conocieron en 1952. “Mi admiración hacia él era total”, dice hoy Lastra sobre el poeta al que dedicó un libro, Conversaciones con Enrique Lihn (1980).
En 1975, el autor de La pieza oscura viaja por primera vez a EE.UU. Su situación económica es precaria. Le escribe a Lastra: “Uno no sale de aquí con goce de sueldo, y es imposible ahorrar ni medio escudo... ¡La maldita pobreza! Me quejo, pero con optimismo”.
Enrique Lihn estará un mes en EE.UU., luego viaja becado a París, donde comparte con Waldo Rojas y el cineasta Raúl Ruiz. Lleva en su equipaje la novela La orquesta de cristal, que iba a salir por editorial Siglo XXI. Pero fue rechazada, “a consecuencia del roñoso caso Heberto (Padilla) y de la no menos roñosa actitud de los cubanos que me borraron del mundo de las Letras y las Artes”, anota.
En 1966, Lihn había ganado el Premio Casa de las Américas de Cuba con Poesía de paso. Un año después se instala en La Habana y trabaja en la revista de Casa de las Américas. Pero se queja del aislamiento: “Tú sabes cómo cuesta acá conciliar las dificultades de comunicación con el mundo”, escribe. Su relación con la isla se rompe en 1970: escribe un artículo sobre la persecución al poeta Heberto Padilla y denuncia la falta de libertades.
Lugar de romerías
Ex militante PC, aislado de la izquierda, después de 1973 queda a la deriva. Cristian Huneeus, director del Departamento de Estudios Humanísticos de la U. de Chile, le ofrece un puesto de profesor en 1975. Se angustia porque no tiene estudios universitarios: “Vivo obsesionado en varios planos: por las inmensas lagunas en mis conocimientos que debo llenar para hacerme íntimamente presentable como profesor”, escribe.
Crítico del régimen, anima la disidencia en la cultura en los 80. “El campo cultural oficial está perfectamente acotado y congelado por (Enrique) Campos Menéndez, Alone y otros aparceros”, escribe, refiriéndose al asesor cultural de Augusto Pinochet y al crítico literario. “Sobre Chile pesa una lápida que durará muchos, pero muchísimos años”.
En abril de 1988, tres meses antes de morir de cáncer, a los 58 años, Lihn le cuenta a Lastra que fue a visitar a Nicanor Parra. “Me cansa la idea de oírlo hablar de sí mismo... Es un brillante espejo apremiante, de verdad y de vicio”. En otra carta agrega que ve “solo a Söhrens”, su doctor. El cáncer no se detiene: “El tumor pasó al pulmón y quizás a qué otro sitio”.
La escasa recepción a su obra molesta al autor de El Paseo Ahumada: “Aquí no ocurre absolutamente nada con lo que publico o dejo de publicar”. Lihn cita una excepción: “Sólo (Raúl) Zurita aparece -iba a decir brilla- en diarios y revistas. Ahí empieza o termina la poesía para los chilenos”.
Lihn está en cama y apunta sus últimos poemas, que formarán el póstumo Diario de muerte. “Estoy ahuyentando a los visitantes porque quiero trabajar”, señala. Pero hay excepciones. En su departamento de calle Passy 061 está acompañado “de todas mis ex”, anota, y nombra a Adriana Valdés, Claudia Donoso y Guadalupe Santa Cruz. “Este es un lugar de romerías”, escribe.