La relación entre Gabriela Mistral y César Vallejo ha sido vista siempre como enigmática, extraña y acaso inexistente. Esto sorprende a muchos estudiosos actuales a causa de la intensa visión de lo americano y de la mesticidad que revelan sus poemas; desde el comienzo de la obra de Vallejo y en la de Gabriela Mistral principalmente desde la publicación, en 1938, de Tala —para muchos su libro fundamental—. Investigaciones cada vez más frecuentes dedicadas a la poeta atienden sin embargo a esa relación, inadvertida o secreta pues no hay evidencias manifiestas que permitan insinuar o rechazar tales aproximaciones. Ha sido novedoso para mí que varios estudios recientes dedicados al americanismo de Gabriela Mistral propongan tal cercanía, incluso a partir de títulos provenientes de poemas de Vallejo: estimo algunas de estas proposiciones como muy convincentes.
Quiero destacar en esta oportunidad un hecho singular: a la hora de puntualizar la dimensión americanista de la poesía mistraliana, dos de los autores cuyos textos se incluyen en la antología conmemorativa editada por la Real Academia Española han recurrido a expresiones vallejianas como indicios orientadores de sus análisis. Adelanto que son estudios valiosos, que no habrán de pasar a sinonimia; muy por el contrario, pienso que estimularán a nuevas reflexiones en esa misma dirección. Así, el texto de Adriana Valdés (2010) acude a un epígrafe de España, aparta de mí este cáliz, pues titula sus excelentes páginas mistralianas con un giro de un verso vallejiano: “Tala: digo, es un decir”; por su parte, Mario Rodríguez Fernández (2010) lo hace con otra expresión semejante: “Así se dice en el Elqui, me excuso”.
La pasión americanista de ambos poetas no puede sino ser reconocida, como se debe, y aunque se haya entendido hasta aquí como una relación naturalmente dada de suyo en el despliegue de un proceso poético fundado en comunes percepciones de nuestra realidad, es enriquecedor que estos nuevos comentarios la acerquen y la complementen, con notoria ganancia para una metodología del estudio literario y cultural. Un avance apreciable, al que quiero contribuir con algunas observaciones.
“Vallejo y la Mistral [...] nunca se vieron, se conocieron ni se leyeron, o acaso por eso mismo, se parecen, sin embargo, entre sí, o están a punto de parecerse como dos gotas de agua”. Estas líneas se leen en un artículo de Alejandro Lora Risco publicado en 1982. El autor fue un ensayista peruano de larga residencia en Chile —desde 1955—, y entre sus trabajos más importantes se encuentra Hacia la voz del hombre (1971), el primer volumen sobre Vallejo aparecido en Chile.
Dos llamadas de atención suscitan los datos anotados: la primera, la relación entre Mistral y Vallejo comentada en el artículo de 1982 y, la segunda, la oportunidad del señalamiento —que se produce en el libro— de un aspecto central para la comprensión cabal de la obra vallejiana y que fue materia de meditaciones constantes de Lora Risco: La existencia mestiza, fue asimismo título de otra de sus indagaciones ensayísticas.[1]
La primera llamada merece sin embargo algunas correcciones, porque ahora sabemos que Vallejo y Mistral se vieron alguna vez y sin duda se leyeron. En un artículo publicado en Mundial, en marzo de 1927, Vallejo comenta, en una reunión del Instituto Internacional de Cooperación Intelectual de la Sociedad de las Naciones realizada en París, sobre la necesidad de difundir en Europa el trabajo intelectual y artístico de América Latina. El artículo de Vallejo da cuenta de lo tratado en esa reunión y manifiesta su opinión discrepante con respecto a lo sugerido por Gabriela Mistral, quien propuso “gestionar la participación de un delegado español, el que podría ser el jefe del Comité que se encargue de dicha labor”. César Vallejo, críticamente, escribe:
Gabriela Mistral acaba de sostener, como quien no hace la cosa, que el pensamiento novomundial es todavía colonial. De acuerdo. De acuerdo. Cuanto de intelectual se ha producido en América con posterioridad a la colonización española, inclusive la poesía de Gabriela Mistral, no ofrece más que un muy mediocre interés para Europa. Toda la producción hispanoamericana —salvo Rubén Darío, el cósmico—, se diferencia poco o casi nada de la producción exclusivamente española. [...]
La versión que hay que hacer es de las obras rigurosamente indo-americanas y precolombinas. Es allí donde los europeos podrán hallar algún interés intelectual, un interés, por cierto, mil veces más grande que el que puede ofrecer nuestro pensamiento hispano-americano. El folklor de América, en los aztecas como en los incas, posee inesperadas luces de revelación para la cultura europea.
No me detendré en los alcances de ese artículo vallejiano, pero es evidente que él indica que la obra de la Mistral no le era desconocida, aunque, sin duda, se trata sobre todo de Desolación (libro aparecido el mismo año que Trilce) y de otras poesías tempranas de la autora, distantes de lo que lograría después en su indagación americana. Con esa misma actitud crítica y nada complaciente, Vallejo publicó dos meses después, en Variedades, su importante declaración “Contra el secreto profesional”, en uno de cuyos acápites se lee:
Acuso [...] a mi generación de continuar los mismos métodos de plagio y de retórica, de las pasadas generaciones, de las que ella reniega. No se trata aquí de una conminatoria a favor de nacionalismo, continentalismo ni de raza. Siempre he creído que estas etiquetas están fuera del arte, y que cuando se juzga a los escritores en nombre de ellas, se cae en grotescas confusiones y peores desaciertos. Aparte de que ese Jorge Luis Borges [...] ejercita un fervor bonaerense tan falso y epidérmico como lo es el latino-americanismo de Gabriela Mistral y el cosmopolitismo a la moda de todos los muchachos americanos de última hora.
Se me ocurre pensar que estas enérgicas críticas de Vallejo no fueron ignoradas por Gabriela Mistral: la revista Variedades no le habrá sido desconocida y acaso eso explique el hecho de que nunca mencionara a Vallejo en sus recados ni en sus cartas. Hasta hace poco no era posible encontrar nada que negara ese distanciamiento. Pero dos documentos existentes en el “Legado de Gabriela Mistral”, que se custodia en el Archivo del Escritor de la Biblioteca Nacional de Chile, hacen posible corregir esa idea.
Es el primero una carta de Jorge Falcón, editor de la revista peruana Hora del Hombre, enviada a Gabriela Mistral, el 22 de febrero de 1944, a la dirección de la poeta en Petrópolis (Brasil). Le informa que se dispone a publicar en el próximo mes de abril un homenaje continental a José Carlos Mariátegui y a César Vallejo y le solicita una colaboración —aunque fuese una breve opinión— para ese número. Le pide también una fotografía para ilustrar el texto esperado.
El plazo era extremadamente breve e ignoro si ella respondió en algún momento a esa solicitud de Jorge Falcón. Pero lo que sí se encuentra en su archivo documental es un álbum, fechado en Petrópolis ese mismo año, en cuya primera página se lee este título manuscrito: “POETAS FUTURISTAS. I. (Los poemas)”.
Hay en ese álbum varios textos manuscritos por ella de diversos autores hispano-americanos, entre ellos de Neruda; pero lo más novedoso para mí fue encontrar, entre las páginas 27 y 42 (lo escrito llega solo hasta la última página mencionada) tres poemas de César Vallejo: “Redoble fúnebre a los escombros de Durango”, “La araña” (con una anotación que lee al final “Antología iberoamericana”), y el poema XV de España, aparta de mí este cáliz.
Sorprendente y revelador hallazgo. Estos manuscritos suyos permiten imaginar que Mistral escribió los poemas de Vallejo en ese álbum (sabemos que esa era una práctica suya para registrar textos que le interesaban) acaso con el propósito de responder al pedido de Jorge Falcón, o animada por esa carta de su corresponsal peruano. Ver que ambos documentos datan de 1944 anima esa imaginación. Ahora pienso: nunca mencionó a Vallejo y creíamos que no lo había conocido; pero el encuentro de esos manuscritos de tres poemas en aquellas veinticinco páginas de su álbum empieza a decirnos que nuestro gran escritor no le fue indiferente.
Otro aspecto que no debe dejarse al margen en relación con la presencia de César Vallejo en la poesía chilena es lo que podemos entender como un capítulo suspendido y muy necesitado de clarificación a través de pruebas pertinentes y que resumo, por el momento, en una reflexión acerca de lo que ha significado como influencia la conquista lograda por Vallejo al incorporar situaciones y elementos del lenguaje conversacional o coloquial en la poesía de lengua española. Tal vez nadie fue tan lejos como él en esa dirección, con semejante audacia y eficacia. A mí me parece que esa conquista fue una motivación central en el trabajo poético llevado a cabo por Nicanor Parra en su llamada antipoesía: creo que es posible probar que la asunción de lo conversacional, de los elementos del quehacer cotidiano, la novedad de las alianzas verbales que remiten a esos ámbitos en la poesía vallejiana, dejaron desde temprano su huella en la antipoesía y son una de sus vertientes más fecundas, aunque no se hayan registrado sobre esto referencias probatorias en la bibliografía dedicada a la influyente figura de Parra. Se ha señalado su vinculación con la poesía inglesa, particularmente con la de los imaginistas (y no solo de Eliot y Auden), pero creo que habría que indagar con más cuidado y con elementos adecuados de análisis comparativo, esa relación evidentemente productiva.
No disminuye el valor de una obra la puntualización de este ni de otro orden de relaciones generadoras, pues ya se han superado los tiempos de los pruritos de originalismo como valor supremo: la literatura, como todas las artes, vive de esos traspasos y cercanías. Las pretensiones de originalidad absoluta no son solo desorientadoras: son injustas con el pasado que nos nutre.
Al considerar así la presencia de Vallejo en Chile abogo por una reflexión y comprobación de hechos literarios presididos por la serenidad, no por las estentóreas negaciones, a veces algo brutales, como diría Borges: Pablo de Rokha, en una entrevista publicada en enero de 1968 rechazó la escritura de Parra declarando que él no la veía sino como “un pingajo del zapato del Vallejo”. Tal dicho no es una descripción ni una valoración literaria: es un exabrupto. Lo que debemos pedir es un acercamiento a la ejemplaridad de la obra vallejiana y apreciar su efecto, no menos ejemplar, en indiscutibles aportes poéticos como los de Nicanor Parra.
Finalmente, unas pocas palabras de insistencia sobre lo mucho que le dijo Vallejo a mi generación. Me he referido en otro lugar a Alberto Rubio en notas algo fugaces, para invitar a lecturas más detenidas de este poeta. Debo agregar ahora a Enrique Lihn quien, al celebrar en 1969 la publicación de la edición facsimilar de la poesía de Vallejo, concluyó su nota con esta decidida afirmación: “... en los mismos días en que se perdía [la guerra de España] entró en la fase de la resurrección permanente de su verbo, quizá el más vivo de la poesía moderna de lengua española”. Parecida o igual convicción es la de los escritores que me acompañaron en la estimulante aventura editorial que fue la antología consultada de César Vallejo, Una lectura desde Chile, que me correspondió coordinar hace cinco años y en la que participaron Jorge Edwards, Jorge Guzmán, Óscar Hahn, Diego Maquieira, Gonzalo Rojas y Rafael Rubio.
Pedro Lastra en la tumba de César Vallejo. Cementerio de Montparnasse, Paris. (2011)
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Nota
1. Aunque no puedo abundar ahora en esta sustantiva cuestión, es necesario señalar que en 1991 apareció en Santiago (Editorial Universitaria) una notable investigación de Jorge Guzmán Ch. titulada Contra el secreto profesional. Lectura mestiza de César Vallejo. El autor propone allí un ejemplar examen crítico de la poesía de Vallejo desde la perspectiva de “la mesticidad”, cuyos fundamentos y consecuencias expone cumplida y convincentemente en esta obra mayor.
—Lora Risco, A. (1971). Hacia la voz del hombre. Santiago, Andrés Bello.
——— (1982). Gabriela Mistral y César Vallejo: paralelo estricto. En La Revista Católica, núm. 1056, pp. 33-37. Santiago, Arzobispado de Santiago.
—Rodríguez Fernández, M. (2010). Así se dice en el Elqui, me excuso. En Gabriela Mistral en verso y prosa. Antología. Madrid, Real Academia Española y Asociación de Academias de la Lengua Española.
—Valdés, A. (2010). Tala: digo, es un decir. En Gabriela Mistral en verso y prosa. Antología. Madrid, Real Academia Española y Asociación de Academias de la Lengua Española.
—Vallejo, C. (1927). Una gran reunión latinoamericana. En Mundial, 18 de marzo de 1927. Lima.
——— (1927a). Contra el secreto profesional. En Variedades, 7 de mayo de 1927. Lima.
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dirigida por Luis Martinez Solorza. e-mail: letras.s5.com@gmail.com Dos notas sobre César Vallejo y la poesía chilena
Por Pedro Lastra
Publicado en Zama, N°8, 2016