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Una sonaja de oro entre las redes
Prólogo a Cuaderno de la doble vida, de Pedro Lastra. Santiago de Chile: Ediciones del Camaleón, 1984.

Por Enrique Lihn


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Cuaderno de la doble vida es parte del único libro que viene escribiendo Pedro Lastra desde los años cincuenta, que se llamó Y éramos inmortales en 1969 y que en sus dos últimas ediciones, 1979 y1982, encontró quizá su título, no su versión, definitivo como Noticias del extranjero. Las últimas ediciones son de Premiá, México, y la primera de ellas se agotó sin haber llegado al Chile de los pocos libros, de la rareza bibliográfica convertida en lugar común.

El título del cuaderno —el doble de un libro, otro— empieza haciendo sentido, en el referente, porque su autor real vive desde hace años en Long Island, como profesor de literatura de la Universidad de Nueva York en Stony  Brook, pero vuelve todos los años a su otro  hogar en Chile, donde también resulta ser o le parece asumir —desdoblado— su pequeña dosis de extranjería.

Una  manera menos literal de leer este cuaderno, y  más correcta, lo investiría (pero hay que hacerlo con tacto) del sentido  mismo que tiene el acto de hacer poesía y lo que hace la escritura del escritor: una figura ausente en un lugar  que no existe aun cuando  esté lleno de sentido; pero de un sentido  suspendido en este caso, en que se asume, según una cierta tradición, la ambigüedad del mensaje poético, su virtualidad de sentidos.

Hacia fines del siglo pasado, en tiempos del Simbolismo, era normal hablar del silencio de las palabras y de su habilidad para evocar sensaciones imprevistas y nuevos sentidos. A esa tradición me refiero, retomada  como  la  luz en «Homenaje a  René Magritte», «con temor y  reverencia» y dentro  del espacio móvil en que se extiende la nueva poesía hispanoamericana.

Verdadero  enemigo del más mínimo  énfasis, P.L.  sólo  se permite el lenguaje emotivo, a  veces «intenso» pero indirecto,  puesto en la perspectiva distanciadora de la escritura y en el contexto, pues, de un lenguaje simbólico que se siente libre para  fabular  y jugar consigo mismo, en el sentido de saberse y decirse letra tanto como espíritu, agente de lo imaginario y  también —esto es importante aquí—  lectura tanto como escritura.

Todo  el mundo ha  leído  lo que dice Borges acerca del arte de la lectura; pocos lo practican, al escribir, como P.L. La doble vida significaría por una parte la otra vida  de la letra que dobla al poeta o  en que el autor se desdobla  para  entrar, descentrado, en el espacio de lo imaginario («¿quién habla aquí, quién está aquí?»). Una vez pasado ese umbral, el autor se reconoce otro, otros, o reconoce lo que también Borges llamó  «la  nadería de la  personalidad». Escribir es, de alguna  manera, citar, es decir, leer o estar constantemente a punto  de hacerlo, con la cita en la punta de la pluma o de los dedos que recorren las teclas de la semiportátil. Escribir es ser escrito. Y es lo que hace P.L. en el marco difuminado de cuentos y leyendas repitiéndolas desde el centro del mensaje ambiguo de la palabra poética. Su poesía memoriosa,  «con la  memoria  llena de tatuajes», sin ser de ninguna manera erudita —lujo que por ser tal P.L. no se permite, y felizmente— escribe de los lugares en que se hacen eco otras «voces», cifra y  descifra  viejas y nuevas escrituras: lee. Da así señales de esta  especie de sabiduría  de saber que el arte es el artificio creado  por todos, del que uno puede participar incluso reescribiendo, con mínimas modificaciones, lo que escribió algún cronista, por la  operación de traerlo a  cuento. Remito, en este punto  decisivo,  a  «Espacios de Alvar Núñez», donde ocurren dos cosas: 1) el poema es la reelaboración de un párrafo del relato de ese conquistador y 2) culmina en un colmo discreto de la ambigüedad de la letra y de su «simbolismo». «Una  sonaja de oro  entre las redes» es algo  que vio Alvar Núñez y que describió literalmente así. Leída  hoy  por P.L. esa notación parece algo de lo que sólo  existe en el lenguaje, un simulacro de la  palabra  y, finalmente, en un último desdoblamiento,  es frase convertida  en un verso  final, puesta así en escena,  resplandece, se constituye, creo yo , en la presencia ausente —simbólica — de la poesía misma  y de su relación constante con el descubrimiento.

 

 



 

 

DATOS PERSONALES

Mi patria es un país extranjero, en el Sur,
en el que vive una parte de mí
y sobrevive una imagen.
Hace tiempo, el país fue invadido
por fuerzas extrañas
que aún siento venir en las noches
a poblar otra vez mis pesadillas.
Yo vivo también en un país extranjero
en el cual me dedico
a inocentes e inútiles tareas,
y en el que seguramente moriré
a la hora señalada,
como suele ocurrirle a la gente
en lo que llaman su propio país
o su país ajeno, pues no hay sino distancias
mayores o menores de frontera a frontera,
con líneas divisorias que uno mismo dibuja.
A veces yo recuerdo el país en que nací
y veo como siempre
sucesivos fantasmas
entre los cuales fui uno más, por un tiempo
que me parece muy largo y muy rápido,
ahora reducido a simples años luz en la
memoria
de una tarde en un parque,
una conversación en un bar o en la esquina
de una calle cualquiera
por la que pasan sombras de pájaros,
voces indescifrables.

En tales ensoñaciones se van uno a uno mis
días,
sin hacer nada que me encomiende a la
posteridad.

 

NOSTRADAMUS

El futuro no es lo que vendrá
(de eso sabemos más de lo que él mismo cree)
el futuro es la ausencia
que seremos tú y yo
la ausencia que ya somos
este vacío
que ahora mismo se empecina en nosotros.

 

COPLA

Dolor de no ver juntos
lo que ves en tus sueños.

 

ESCRIBO EL NOMBRE DE NERVAL

recuerdo un verso y lo repito
es su palabra la que digo
la que recuerdo y alguien dice
y no soy yo y el balbuceo
de su palabra es el silencio

(¿quién habla aquí, quién está aquí?)

 

ESPACIOS DE ÁLVAR NÚÑEZ

. . . . . . . . . . . . . . . . . . . Para Alberto Escobar

Los buhíos o casas desamparadas, solas
(la gente se había ido aquella noche en sus canoas).
Un buhío muy grande: en él cabrían
hasta trescientas almas.
Los otros más pequeños,
. . . . . . . . . . . . . . . . . .y fue ahí donde hallamos
una sonaja de oro entre las redes.

 

HOMENAJE A RENÉ MAGRITTE

Sin ninguna confianza en la luz
que apago con temor y reverencia
veo la sombra de mi cuerpo
del otro lado de la pared

 

YA HABLAREMOS DE NUESTRA JUVENTUD

Ya hablaremos de nuestra juventud
ya hablaremos después, muertos o vivos
con años fantasmales, que no fueron los nuestros
y días que vinieron del mar y regresaron
a su profunda permanencia

Ya hablaremos de nuestra juventud
casi olvidándola,
confundiendo las noches y sus nombres,
los que nos fue quitado, la presencia
de una turbia batalla con los sueños.

Hablaremos sentados en los parques
como veinte años antes, como treinta años antes,
indignados del mundo,
sin recordar palabra, quienes fuimos,
dónde creció el amor, en qué vagas ciudades habitamos

 

 

 

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Prólogo a "Cuaderno de la doble vida", de Pedro Lastra.
Santiago de Chile: Ediciones del Camaleón, 1984.
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