Pedro Lemebel: "Cómo es la vida, yo arrancando del sida y me agarra el cáncer"
Por Javier García
La Tercera, domingo 28 de octubre de 2012
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Pedro Mardones tenía 13 años cuando viajó con su madre, Violeta Lemebel, a Viña del Mar. Había pasado Navidad y el adolescente cargaba uno de sus regalos: una cámara fotográfica. Su mamá le tomó una foto. La imagen en blanco y negro hoy ilustra su último libro. Es el rostro sin maquillaje del escritor Pedro Lemebel Mardones (57), estampado en la portada de Háblame de amores, obra que reúne 55 crónicas, la mayoría inéditas. El volumen, editado por Seix Barral, será presentado en la Feria del Libro el sábado 3 de noviembre (20 horas), en la Sala de las Artes.
A cuatro años de las crónicas de Serenata Cafiola, Lemebel regresa como un antropólogo con su registro social, apuntando con su pluma crítica sobre el movimiento estudiantil, el arte actual, los pokemones, el fanatismo futbolero y el conflicto mapuche. “Me peino con la crónica”, dice.
Es un regreso especial. No sólo porque en Háblame de amores se refiere a su biografía sin mucha ficción. También porque el 2011 le fue detectado un cáncer de laringe. En mayo de este año viajaría a Cuba a tratar la enfermedad, pero desistió, y al final fue operado en Chile. “Igual Silvio Rodríguez me ayudó mucho en este proceso”, cuenta .
Hoy, el escritor y miembro de las Yeguas del Apocalipsis, junto a Francisco Casas, no sale mucho de su departamento del barrio Bellas Artes. Bajó de peso y su voz “es de ultratumba”, dice. Se recupera lejos del cigarrillo. “Cómo es la vida, yo arrancando del sida y me agarra el cáncer”, expresa.
Considerado uno de los mejores cronistas de habla hispana, de él diría Roberto Bolaño: “Lemebel no necesita escribir poesía para ser el mejor poeta de mi generación”. Este año fue incluido en los libros Mejor que ficción (Anagrama) y Antología de crónica latinoamericana actual (Alfaguara). En 2013 saldrá una antología de sus crónicas a cargo del crítico español Ignacio Echevarría, por Ediciones UDP.
Viaje sin pudor
Es 2011 y el movimiento estudiantil arde. Lemebel sale a caminar la noche en que una protesta se toma el sector de Bellas Artes. En la crónica Caceroleo gay recuerda: “Fue emocionante sentir el tamboreo reiterado de la patota gay sumándose al pulso del descontento”. Y sigue: “Hasta los perros finos del zoo gay ladraban a dúo con el retumbar de la manifestación”.
Sobre Camila Vallejo, anota: “El verdadero mérito del desate estudiantil que ha remecido el reinado piñerín lo tiene la bella Camila, la roja Camila”. Sin embargo, no todo es piropo, “quizás demasiado grave siendo tan joven, tal vez le falta un poco de humor, porque el humor bien usado también es oxígeno político”.
Lemebel estudió en el Liceo Industrial de Hombres cuando vivía en La Legua. “Cómo iba a saber mi familia que yo odiaba entrar a esos talleres de carpintería”. Y agrega: “Yo era apenas un niño de once años del cual se burlaba todo el curso”. Terminó en el Liceo Manuel Barros Borgoño. En la crónica De regreso al colegio relata la invitación que le hicieron los alumnos en toma, quienes lo recibieron en el gimnasio. “Yo aquí estudié un año, y lo único que recuerdo es el olor de los camarines”, les dijo, y les leyó “la historia de Ronald Wood, mi alumno asesinado por la dictadura”. Wood estudiaba en un colegio de Maipú a fines de los 70 cuando Lemebel era profesor de artes plásticas. En 1986 recibió tres balazos en una protesta.
- ¿Cómo vivió el movimiento estudiantil?
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Participando en las marchas callejeras. He ido a varias tomas donde me han invitado hasta el amanecer y en el libro las cuento con sus paréntesis. Nada es contable un ciento por ciento. Mi crónica tiene una dosis de inventiva delirosa que la hace más literaria y protege el texto del periodismo soplón.
- En Háblame de amores hay escritos dedicados a varias mujeres...
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Las mujeres siempre han tenido espacio en mis publicaciones. Acá aparecen en el capítulo Cantando la perdí y es un ramo de flores ajadas donde pintan el duelo Tencha Bussi, Mercedes Sosa, Stella Díaz Varín y otras anónimas amigas, como Juanita, de Puerto Viejo, donde fui a conocerla en un verano. Y también mis amigas prostis del “Maraqueo Matinal”, que han sido removidas por la oferta sexual del mall extranjero.
- ¿Cómo enfrentó el cáncer?
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El cáncer de laringe lo enfrenté con cirugía en la Fundación López Pérez, que se portó muy bien conmigo. Le agradezco al doctor Marcelo Faraggi, quien me operó y me dejó hablando con voz de ultratumba. En el libro no hay ninguna crónica de esto. Quizás cuando esta vivencia esté más lejana la cuente, o quizás nunca, no me gusta provocar esa piedad lastimera de la enfermedad.
- En libros como Adiós mariquita linda su rostro en la portada está maquillado. ¿Por qué ahora no?
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Lo biográfico siempre ronda mis crónicas, y quizás en este libro aterriza con menos pudor. Pero no lo reduzco a una autobiografía, porque mi crónica tiene espejeos de fuga en el género y la identidad. Y al igual que en la foto de portada, tampoco me reconozco tanto en los textos del libro. Es la literatura que los hace creíbles.
- Desde el viernes la obra de las Yeguas del Apocalipsis se presenta en el Museo Reina Sofía, de España. ¿Qué opina de ello?
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La obra de las Yeguas está siendo reconocida porque los 80 ahora son revisitados. También nuestro colectivo fue un caso original en América Latina. Ahora no pude ir a España, es la tercera vez que me invitan y no voy. Es como si no quisiera trazar el retorno de Colón, y más en octubre. Una vez Bolaño me invitó y le dije que por india no pisaría jamás esa tierra. Me dijo: “¿Qué te crees, el Condorito gay?”.