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"Crónicas de Pedro Lemebel"

Por Marino Muñoz Agüero




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Lemebel entra sin golpear la puerta, llega hasta la cocina, nos saca a patadas al patio, nos mete el dedo en la llaga, nos echa sal en la herida y nos clava el taco aguja donde más nos duele. No es grato leerlo, a todos nos refriega nuestro clasismo y mojigatería como sociedad (“en este país, lo peor que te puede pasar, es ser maricón y pobre”). A página abierta nos escupe en la cara esas palabras que toda la vida hemos pronunciado para adentro, con una cobardía y cinismo que sólo superamos para agredir al que está en desventaja. Es el “coliiiiizaaaaa” que le gritábamos a coro al compañero de curso, el “tortillera” o “marimacho” con que tajeábamos la dignidad de la amiga del barrio o el “mariquita”, que tapizaba al muchacho que tenía la pésima ocurrencia de llorar cuando recibía un combo.

“Maricón y pobre”, señalaba Lemebel, y tiene razón, imposible dejar de lado nuestro clasismo. Al homosexual de los estratos socioeconómicos bajos se lo tilda “marica” o “colizón” y casi por definición y por añadidura es un “degenerado indecente”, en tanto el de las clases pudientes es “de finos modales”, “pero si es un encanto y tiene tan buen gusto este niño”. La responsabilidad de esta segregación no es de ninguno de los aludidos, corre por cuenta nuestra, que no tenemos facultad alguna para discriminar, etiquetar y segregar a una persona (incluso institucionalmente), conculcando todos y/o cada uno de sus derechos.

Empezamos a leer las crónicas de Pedro Lemebel en sus primeros libros; “La esquina es mi corazón” (1995), “Loco afán, crónicas de sidario” (1996) y “De perlas y cicatrices” (1998). En el mismo género vendrían después: “Zanjón de la aguada” (2003), “Adiós mariquita linda” (2005), “Serenata cafiola” (2008), Háblame de amores (2012) y la publicación póstuma “Mi amiga Gladys” (2016). Muchas de estas crónicas habían sido previamente publicadas en Página Abierta, Diario La Nación, Punto Final o The Clinic y también leídas en el programa que el autor conducía en la Radio Tierra. 

Lemebel fue un suceso literario en la década de 1990, ya era conocido en las artes visuales por el colectivo “Las Yeguas del Apocalipsis”, formado en 1987 con Fernando Casas. Ellos realizaron una amplia labor en intervenciones, performance, video y fotografía, tanto en espacios públicos, como irrumpiendo en actos oficiales, presentaciones de libros o inauguraciones de galerías de arte. En ambas manifestaciones, artes visuales y literatura, lo de Lemebel fue el dolor, el resentimiento, la proclama política, la denuncia contra la exclusión tácita o deliberada de los pobres, las mujeres, los inmigrantes o los homosexuales. Siempre dio a conocer su opción sexual y esa fue la trinchera desde la cual disparó, tema que tocara en una crónica lo hacía desde esa mirada, escribiendo en primera persona homosexual o dando roles protagónicos en las historias a la homosexualidad femenina o masculina, relevando en ésta última a los transexuales, desde la vida en los bloques de la población, hasta una función de ópera, transitando por el fútbol, el metro, la política, la corrupción, la dictadura en Chile, los terremotos, los cantantes pasados de moda, los intelectuales snobs, los viajes, la madre, las amigas, el alcoholismo, la drogadicción, la prostitución y otros.

Un estilo único dotado de una prosa asfixiante que abotaga al lector por su rococó y las metáforas de lenguaje relamido (para usar una expresión recurrente en él), llevando en ocasiones la cursilería al extremo: “Y puede haber sido ayer, cuando el ayer era una promesa mariposeando mañanas escolares rumbo a clases” (“El Hombre de la cancha”); “Una bolsa cúbica que pulsa su hacinamiento ruidoso donde nadie puede estar solo” (en alusión a los departamentos en “La esquina es mi corazón o los New Kids del bloque)

Todo es deliberado en Lemebel, así es como logra de manera brillante atrapar, transmitir y convencer. Fue más que un escritor, fue un estandarte, un activista al que le debemos mucho de lo poco que se ha avanzado en el reconocimiento de la diversidad sexual y el respeto a sus derechos, le debemos el conocimiento de aquello que se esconde por allá, más abajo de la Plaza Italia. Su imagen tampoco es casual con ese ropaje trasvestido recargado de accesorios, y sus clásicos zapatos de taco aguja simbolizando la pluma punzante e insobornable, clavándola ahí donde más nos duele.

Pedro Antonio Mardones Lemebel nació en Santiago de Chile el 21 de noviembre de 1952, su niñez la vivió en el Zanjón de la Aguada y en la Población La Legua y su juventud en el sector de Departamental. En la década de 1970 se tituló de profesor de Artes Plásticas en la Universidad de Chile, ejerciendo la docencia hasta 1983, para después dedicarse a las artes visuales y la literatura. Aparte de sus libros de crónicas, publicó el conjunto de cuentos “Incontable” (1986) y la novela “Tengo miedo torero” (2001). Murió en Santiago de Chile el 23 de enero de 2015 aquejado de cáncer a la laringe.



 

 

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