Como esa tarde, en La Paz, cuando el escritor Pedro Lemebel, ya enfermo, monitoreaba desde un coche los graffitis que las Mujeres Creando, el colectivo feminista de Galindo, hacía en las paredes con los versos del chileno: “¿No habrá un maricón en alguna esquina, desequilibrando el futuro de su hombre nuevo?”
Pedro Lemebel: “Los gays no están solos, hay que aunar fuerzas minoritarias, flujos étnicos, sexuados y trashumantes”
Bolaño dijo que era el mas grande poeta de su generación y no iba desencaminado. Porque la prosa de Pedro Lemebel (Santiago de Chile, 1952) es poesía, del tipo de poesía líquida que adopta la forma del género que la contiene, en su caso, casi siempre la crónica. Hace unas semanas le dieron el Premio Iberoamericano de las letras José Donoso y cuando le preguntaron qué iba a hacer con el dinero Lemebel dijo que se pondría tetas. No en vano el jurado había afirmado que le daba el premio por “sus acciones de arte, su manera de vestirse como mujer [sic], sus provocaciones en actos literarios, su oposición al canon social”... “Creo que la especulación del morbo periodístico me ve así, tan artístico y provocador —responde el escritor— todavía hay esa mirada carnavalera sobre el martirio marica. Escribo, y mis letras actúan como activistas de mi social político popular y eso es todo, ninguna explicación más.” Le preguntamos si le parecía simbólico que le dieran un premio llamado José Donoso, que vivió su propia homosexualidad en doloroso silencio, y nos responde desde Santiago: “No sé si Donoso vivio su homosexualidad en un “doloroso silencio’ o si solo fue comodidad de closet”. Puro Lemebel.
—¿Te va a alcanzar el dinero del premio para esas tetas?
—Creo que me alcanza para cuatro tetas... Cuando me llamó el jurado para contarme que había ganado tenían el teléfono abierto y contesté eso... En fin, es algo que nunca habría dicho Donoso.
—¿Cómo les contarías a él, que era gay, y a Gabriela Mistral, que era lesbiana, que te han dado este premio?
—No voy a ficcionar encuentros. Donoso era un señor carroza de la burguesía que no tenía mucho en común con mis cosas, él nunca opinó mucho sobre la homosexualidad y tampoco sacó la voz en dictadura, fue bastante tímido y cuidadoso. Gabriela se fue a vivir su lesbianismo lejos, fue extranjera también en la catedral de la próstata lírica chilena. Este país fue injusto con ella.
—Y además en lo fundamental, que son los derechos LGTB, seguimos fatal en Chile y en Perú. ¿Tú alguna vez soñaste con casarte de blanco en la catedral de Santiago?
—En justicia, los travestis, los gays y las lesbianas debieran tener derecho a casarse con quien quieran... Pero yo no quiero rituales conservadores en mi vida. Me gustan los amantes furtivos, el amor negro de la cárcel, el sexo malandra sin bendición. No soy loca de argolla.
—Y sin embargo participas activamente en la exigencia de igualdad. ¿No te parece que es agotadora esta lucha a veces? ¿Qué te dices a ti mismo cuando te cansas?
—Que a pesar de todo hay cosas que sí han cambiado, los movimientos de liberación homosexual han impuesto cierta dignidad. Todo el mundo sabe lo que es la palabra homofobia y se rechaza, ojalá ocurriera lo mismo con la misoginia espantosa que vive Latinoamérica. Tampoco los gays están solos, hay que aunar fuerzas minoritarias, flujos étnicos, sexuados y trashumantes.
—De la crónica, el género que prácticas con mayor asiduidad, has dicho algo muy bonito: “una crónica es como una ciudad”. ¿Lemebel sería quien es sin el asfalto, sin la electricidad y el deseo de los parques?
—Creo que soy profundamente urbano, me viene de pobre, de nacer en el barro, por eso me carga lo natural. Mi madre odiaba la tierra, decía que ojala estuviera pavimentado todo el mundo para no tener polvo en sus lindos pies.
—Y siendo un escritor tan urbano, ¿cómo haces para que tu lenguaje parezca siempre una selva frondosa en adjetivos y en música?
—Creo que la ciudad actual también tiene algo de jungla, de sabores, colores, razas, zoologías mixtas, conocer la ciudad es perderse en esa espesura.
—¿Pedro, por qué no hay mas locas como tú en el mundo y sí una pira de hipócritas?
—Creo que hay muchas locas valerosas y atrevidas en Lima, como las pioneras del MOHL, también las que hicieron el Museo Travesti, linda iniciativa. Hay una gran cultura marica que está aflorando en todos los ámbitos del discurso, no solo en el espectáculo.
—¿Qué performance te queda por hacer?
—Varias. Es posible que vaya en noviembre a Lima para la inauguración de la exposición “Perder la forma humana” que ya estuvo en el Reina Sofia de Madrid. Los ochenta están siendo revalorados, aunque eso signifique entrar en la institución.
—¿Alguna performance más contra los machitos de las esquinas?
—Una felatio cantante... cercenante...
—¿Tu hombría sigue esperando que los machos se hagan viejos?
—Quizás ahora habría cambiado esa palabra odiosa de hombría por dignidad.
—Siempre has defendido la causa comunista, pero no la de los “machitos marxistas” que te rechazaron. ¿Cómo construimos una nueva izquierda que nos incluya?
—Luchando, creando “poder copular”...
—Y a todo esto, ¿te gusta Mújica, el presidente de Uruguay?
—Me cae muy bien, pero los hombres marxistas son demasiado sencillos, las locas proletarias somos mas sofisticadas en nuestra miseria. Creamos mundos de papel y fantasías de hilachas tornasol.
—Se acaban de cumplir cuarenta años del golpe. ¿Qué hizo más daño, Pinochet o el SIDA?
—Pinochet sin duda, fue una peste de la crueldad y el horror, pero no fue solo, también lo acompañó el mundo civil. El Sida pasó y se asumió y se vive bien con Sida, con la memoria herida cuesta volver a soñar un país.
—Si a estas alturas de tu vida y de tu guerra te dieran la oportunidad de tener otra vez quince años, de volver a empezar, ¿dónde te pondrías?
—En Cusco, sentado en las escaleras de Sacsayhuamán esperando a mi violador inca.
—No hay nadie en el mundo que escriba como Pedro Lemebel. ¿Cómo se asume la insularidad?
—Es un alarido solitario que a veces me sirve para confundirme en los barrios peruanos de Santiago y, creo, camuflarme, perder el rostro, perder la raza y también la razón, como dice la canción de Manuel Donaire.
—¿Por qué los chilenos nos ganan en todo? ¿ah? La guerra maldita, el fútbol, las AFPs...
—No creo lo que dices, creo que la cultura peruana es espectacular, toda esa arqueología que hay en Perú, aquí en Chile no hay nada de eso.
—Cambio la pregunta entonces: ¿quiénes son mejores amantes, chilenos o peruanos?
—Para el amor no hay raza. Aunque recuerdo unos ojos achinados del Jirón de la Unión y me dan ganas de volar...
www.letras.mysite.com: Página chilena al servicio de la cultura
dirigida por Luis Martinez Solorza. e-mail: letras.s5.com@gmail.com Creando poder copular
Entrevista a Pedro Lemebel
Por Gabriela Wiener
Publicado en L/E/N/G/U/A/J/E/o. N°3, Madrid, junio de 2022