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Entrevista a Pedro Lemebel

Por J.C. Ramírez Figueroa
La Segunda, Sábado 2 de Noviembre de 2013

"No defiendo a los homosexuales porque a veces no tengo nada en común con sus posturas conservadoras,
reaccionarias o faranduleras"




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Pedro Lemebel acaba de lanzar Poco hombre (Ediciones UDP). Una contundente selección de sus textos y crónicas, con prólogo del afamado crítico español Ignacio Echevarría. Se suele pensar que los escritores que escriben en silencio, desde el silencio; pero él escribe con la voz, por la voz, desde su voz, escribe.

El libro va pasando desde el retrato brutal –pero conmovedor– del Santiago de la transición hasta la confesión de alguien demasiado sensible para un país temeroso que se “homosexualice la vida”, como escribe en el fundacional poema “Manifiesto (Hablo por mi diferencia)” escrito en 1986 y que abre el volumen:

“Usted no sabe
Qué es cargar con esta lepra
La gente guarda las distancia
La gente comprende y dice:
Es marica pero escribe bien
Es marica pero es buen amigo
Súper-buena-onda
Yo no soy buena onda
Yo acepto al mundo
Sin pedirle esa buena onda (…)”.

Cruzados por la voz melodramática y juguetona de quien escribe en masculino y femenino a la vez, asistimos al horror del taller de Mariana Callejas (donde se leían cuentos mientras Michael Townley y sus amigos torturaban en el subterráneo) o el incendio de la discoteca Divine; a la subcultura gay que esconde más miedo que goce; a las poblaciones callampas cuando estaban más a la vista que ahora.

Pero creer que esto es literatura, es no entender nada como el mismo Lemebel es citado en el prólogo: Más que una construcción literaria, mi escritura es una estrategia. Algo que fascinó a Roberto Bolaño (Travestido, militante, tercermundista, anarquista, mapuche de adopción, vilipendiado por un establishment que no soporta sus palabras certeras, memorioso hasta las lágrimas, no hay campo de batalla en donde Lemebel, fragilísimo, no haya combatido y perdido) o el gran Carlos Monsiváis –fallecido el 2010 y considerado el intelectual más emblemático de México- que lo definió como un escritor marginal en el centro y un freak canónico, ambos hechos indisolublemente unidos por la desolación y la energía.

Y Lemebel es el primero en reconocer sus carencias y potenciar sus virtudes que son muchísimas: “No sé a lo que vine a este concierto, pero llegué. Y me salió la letra como un estilete. Más bien sin letra, como una prolongación de mi mano el gruñido que llora”.

- ¿Qué te pasa al releer estos textos, algunos escritos hace 20 años?
- Creo que es el examen exhaustivo de un periodo de escritura concerniente al ejercicio de la crónica como género biográfico y político.

- ¿Suscribes el elogioso análisis que Ignacio Echevarría hace de tu obra en el prólogo?
- No puedo pecar de egocéntrico y decirte que me embarga la fascinación y me embelesan los halagos de Ignacio Echevarría, que tampoco son tantos, porque es bien distante en su mirada analítica.

- Él habla de “las marcas del carácter deslenguado”, porque tus textos tienen humor y pop, también. No es casual que Carlos Monsiváis se haya fascinado con tus escritos…
- Monsiváis, el gran cronista mexicano a quien comente en el seminario “Utopias” en el Edificio Diego Portales, el año 91, recién instalada la democracia. El era una gran figura del ensayo latinoamericano y siempre fue muy generoso en sus comentarios sobre mis escritos. Todo el mundo cultural lo esperaba en un bar pituco después de la conferencia, y el paso por fuera y no quiso entrar, después me contaron que lo vieron caminando distraído por la calle San Diego.

Fleto y maraco son construcciones homofóbicas ofensivas que no uso. Pero rescato algo que dice Nestor Perlongher hace años, abogo por “ las homosexualidades” que están en cada uno o una de nosotros, nosotras, No defiendo a los homosexuales porque a veces no tengo nada en común con sus posturas conservadoras, reaccionarias o faranduleras. “Manifiesto” es un texto que ya tiene varias décadas y excede al texto, ya es una obra plástica que adquirió el Museo Reina Sofia para su colección junto a una instalación fotográfica audiovisual.

- Tus lecturas en público y presentaciones son verdaderos fenómenos. Eso lo sabes mejor que nadie: La gente te quiere, conecta, se siente interpretada. ¿Pero qué te despierta eso? ¿Te sorprende? ¿Te cuesta asimilarlo aun? ¿Lo tomas con alegría?
- Me las vivo como parte de mi quehacer como difusión oral de mi escritura, más que performances, son puestas en escena audiovisuales como programas de radio en vivo. Y la relación que se establece con el lector espectador tiene que ver sin duda con mi experiencia en la radio. También contribuye técnicamente en eso Constanza Farias, mi sonidista, quien viaja conmigo en este tour de letras parlantes y musiqueras. Indudablemente tiene algo de espectáculo, que me emociona y me motiva mucho más que el escribir solitario.

- ¿Cómo te enfrentas a un texto. Porque por un lado, eres un gran observador -no un turista- de las grietas de Chile. Pero por otro, escribes como fluyendo. Como si fueras un río… ¿No te parece precisamente que tu prosa es una lucha por escapar del alfabeto del que hablas en “El abismo iletrado de unos sonidos”?
- Siempre regreso al epígrafe de mi primer libro de crónicas, La esquina es mi corazón, “Errar es un sumergimiento en los olores y los sabores, en las sensaciones de la ciudad. El cuerpo que yerra conoce en-con su desplazamiento”, este texto de Perlongher poeta y antropólogo argentino definió en ese momento mi estrategia en la crónica urbana, después con los años me hice otra cosa mariposa, la ciudad también cambio de piel y de colores y me embetune en esa transformación zoomorfa de la inmigración latina y sonora. Mas que letras, es un abismo de olores y sabores y hablas que permean la pagina donde agoniza y delira mi desear trashumante. Venga el bu…

- La lucidez de tus crónicas contrasta con ciertos escritores o figuras televisivas que publican libros, que por una parte critican la estupidez de los medios, pero se valen de esa misma estupidez para sostener sus obras y bases de fans. ¿Qué piensas?
- En mi caso, la escritura no es solo un fin en si misma, podría ser nada mas que un apunte de memoria, también hago visualidad y por eso en mis libros se mezclan los géneros, aparecen fotos, dibujos, trazos biográficos que guarde en alguna grieta del cuerpo simbólico. La gente de la tele que publica libros, a veces cumple el deseo de ver su nombre encuadernado pensando que la posteridad acogerá ese afán. Y tienen todo el derecho de jugar a ser escritores del instante neoliberal en la exposición del webeo mediático. ¿No crees?.

- Es interesante también la mirada que posas sobre los jóvenes. Eres capaz de ver todo el dolor y la necesidad de ternura en un delincuente…
- “El pequeño delincuente que soñaba ser feliz”, es una crónica casi literal de lo que vivi una noche del año noventa regresando a mi casa en San Miguel. Creo que ese texto fue premonitorio de lo que sería el acontecer delictual de esta ciudad. Pero en ese momento, la delincuencia juvenil tenía un dejo de ternura, orfandad y carencia, mas romántica. Ahora influida por el comercio carnal de la farándula y la exposición obscena de la tele, la delincuencia es un ejercicio de crueldad descarnada de estos tiempos.

- ¿Cómo recuerdas a Bolaño a 10 años de su muerte?
- Lúcido siempre, crítico a ultranza en sus comentarios sobre la política contingente de Chile. Un poco exaltado por los avatares de su enfermedad, y muy cariñoso conmigo.

- ¿Se vive más tranquilo haciendo una carrera paralela al medio literario chileno?
- ¿Out sider dices tú?, no se si hago carrera, uff que cansancio, no compito con nadie, aunque siempre me están preguntando por mis pares escritores o maricas letrados de la competencia. Pero trato de no intoxicarme con los humos arribistas del medio literario nacional. Pero un escritor no puede vivir tranquilo, si abunda la miseria humana y el descampado trágico de la supervivencia, aunque digan que este país superó la fonola tercermundista, la pobreza confitada y disfrazada por la ropa americana se siente, se vive, se la ama y se la odia.

- ¿Evelyn Matthei? ¿Qué te provoca?
- Me recuerda indudablemente la Junta militar, la dictadura, no hay caso, aunque la facha se vista de seda…

- A 40 años del Golpe, ¿Es posible romper los pactos de silencio de quienes lo provocaron o ayudaron a provocarlo?
- Jamás, jamás olvidaremos… como canta con rabia el slogan de la barra brava. Es asquerosa la estrategia de los asesinos de querer tranzar su pacto de silencio con beneficios carcelarios, merecen que se les redoble la condena.

- ¿Cómo está tu salud? ¿Tenemos Pedro para rato?
- Ojala esté superado este trance, pero siempre fui un niño enfermo, de algo, a veces era una enfermedad vaporosa e intangible, como decían por ahí. Hay que aprender a explotar las ventajas de ser enfermo, como dice estratégicamente mi amiga ensayista Beatriz Preciado

- ¿Cómo te llevas con la teoría LGBT que están tan de moda en las universidades? Esos intelectuales que hablan del cuerpo como “campo de batalla”.
- A ratos me parecen nuevas formas de rearmar gethos, pero tengo que reconocer que es una explosión de discursos trasgresores interesantes que le han dado aire al desprestigiado panorama del genero.

- ¿Cuales son tus proyectos actuales? Si quieres nos puedes adelantar.
- Algunos libros: reeditar Adios Mariquita linda, perdido por ahí. Un par de novelitas cortas, otro libro de crónicas, un libro sobre Gladys Marin, alguna performance si el cuerpo me da, algunas exposiciones plásticas con trabajos mios y de las yeguas que tengo que asumir, en fin y viajar, partir, otra vez partir.

 

Fotos: Constanza Farías

 



 



 

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