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LA SEXUALIDAD DESAFIANTE
FRENTE AL DICTADOR EN
TENGO MIEDO TORERO

Por Samuel Manickam
University of North Texas
Hispanófila Nº 159, 2010, págs. 39-51


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Aunque el escritor chileno Pedro Lemebel se involucra en el teatro, los “performance” y los videos por medio del colectivo de arte Yeguas del Apocalipsis, es principalmente un escritor y su género predilecto es la crónica urbana. En estos escritos de breve extensión el autor presenta, según Dino Plaza Atenas, “...una serie de textos que deben dar cuenta de una realidad-otra e incorporar a aquellos sectores que funcionan como minorías [en Chile]” (123). Lemebel trata de personas y situaciones de los márgenes de la sociedad chilena que suelen ser ignoradas por otros escritores que se centran en lo conocido, lo común o lo comercialmente popular. Como Lemebel mismo dice, “Creo que mi postura en las letras chilenas siempre ha sido de borde, de fronteras” (García- Corales 27). Por consiguiente, Lemebel se niega seguir el ejemplo de otros escritores más comercializados que, según él, han retratado el “Chile novelado por el whisky y la Coca del status triunfalista” (Blanco 93). Existen dos factores que ubican a este autor en los límites sociales: su origen de las clases bajas y su homosexualidad. Estos dos aspectos personales se vuelven vertientes temáticas principales en su novela Tengo miedo torero (2001).

Esta novela trata de la dictadura de Pinochet, un tema fundamental en la novelística chilena de las últimas tres décadas[1]. A diferencia de otras novelas del dictador, en Torero la figura dictatorial queda disminuida y en los bastidores de la acción. Pinochet es retratado como un viejo asustado cuyo poder se está disminuyendo y quien está acechado por pesadillas que sirven como un recordatorio de su mortalidad. La novela no privilegia al dictador en cuanto al espacio narrativo sino, más bien, se centra la atención en sus sujetos. La acción en Torero tiene lugar entre la primavera y el otoño del año 1986 en Santiago de Chile cuando surgen protestas casi diariamente contra el dictador: “Un año marcado a fuego de neumáticos humeando en las calles de Santiago comprimido por el patrullaje” (Lemebel 7). El lector informado sobre la historia chilena sabrá que menos de tres años después, en 1989, los ciudadanos votarán por un cambio de gobierno a través de un plebiscito. Esta última etapa de la dictadura es el fondo histórico de la novela protagonizada por la Loca del Frente y Carlos. La primera es un travesti homosexual[2] que proviene de la clase baja, mientras que el segundo es un miembro de la clase media que se ha vuelto un revolucionario del grupo Frente Patriótico Manuel Rodríguez. La meta de este grupo subversivo es dar el golpe de estado a Pinochet, así Carlos y sus compañeros planean y llevan a cabo un atentado contra el dictador. Cuando dicho atentado fracasa Carlos huye del país, pero la Loca del Frente decide quedarse en un país aun más peligroso por las redadas policiacas. Se notará que en esta novela Lemebel se centra en la vida de un travesti homosexual, personaje que pocas veces ha entrado en la formulación de la novela del dictador[3]. Por ser un travesti la Loca del Frente desafía el sistema dictatorial, aunque no conscientemente. En un principio para ella ser un travesti es completamente natural y no simplemente un acto político, sin embargo, a lo largo de la novela ella experimenta un despertar político a través de su relación con Carlos y empieza a cuestionar más directamente la vida bajo Pinochet. Finalmente ella se vuelve un miembro de la revolución por venir.

Lemebel ha escrito una novela del dictador que ofrece esperanza para la época posdictatorial donde una pluralidad de sexualidades podrán expresarse, a diferencia de la heterosexualidad rígida impuesta por la dictadura. Sin caer ni en lo idealizado ni en la cursilería la novela de Lemebel logra proponer cierto optimismo para la sociedad posdictatorial. Es preciso recordar que por la época en que Lemebel escribe (desde los ochenta hasta el presente) y su postura de compromiso social y aun cierto optimismo hacia el futuro, él puede ser considerado un escritor del “posboom”, un grupo definido por su reacción contra los excesos estilísticos del “boom”. Esta generación incluiría a tales autores sobresalientes como Isabel Allende, Antonio Skármeta y Gustavo Sainz, entre otros. Torero comparte los siguientes rasgos con obras del “posboom”: una trama sencilla, un ambiente reconocible (Santiago de Chile) y referencias a la cultura juvenil en los personajes de Carlos y sus compañeros. Skármeta comenta que, entre otras cualidades, los novelistas del “posboom expresan... la afirmación de la vida frente a sus limitaciones...” y que “...encontramos en el lenguaje coloquial la herramienta adecuada para trabajar la realidad” (77). El coloquialismo es un rasgo principal en la novela de Lemebel, y en cuanto a la actitud de la Loca del Frente hacia la vida, se verá que a pesar de su situación deprimente, ella sigue siendo optimista respecto a un futuro cuando ya no existirá la dictadura en Chile.

No obstante, los años formativos de La Loca del Frente eran tristes y traumáticos. Cabe notar que la opresión dictatorial en su vida no empezó con Pinochet sino, más bien, con su propio padre. Su madre murió cuando aún era niño y su padre lo castigaba cruelmente por ser homosexual. La Loca del Frente está indefensa frente a la ira de su padre: “Su nervioso corazón de ardilla asustada al grito paterno, al correazo en sus nalgas marcadas por el cinturón reformador. Él decía que me hiciera hombre, que por eso me pegaba” (Lemebel 15). No es de sorprender que este hombre “tan macho, tan canchero con las mujeres” (Lemebel 16) intentara violentamente convertir a su hijo en un hombre “normal”, o sea, un heterosexual. Es difícil que algunos padres acepten que sus hijos sean homosexuales porque, como nota Guy Hocquenghem, “Homosexual desire is the ungenerating-ungenerated terror of the family, because it produces itself without reproducing... the homosexual can only be a degenerate...” (107). Para “curar” a su hijo el padre de la Loca del Frente no se conforma con castigarlo con el cinturón; también lo castiga severamente con un acto de violación sexual. La Loca del Frente recuerda “...el impacto de su nervio duro enraizándome” (Lemebel 16). Dicha violación no es solamente incestuosa sino irónica: este hombre que se niega a aceptar la homosexualidad de su hijo decide llevar a cabo una violación que para él representa la homosexualidad. Aunque el sexo anal no se practica únicamente entre los homosexuales, como comenta Hocquenghem, “Homosexuality primarily means anal homosexuality, sodomy” (98). El padre de la Loca del Frente piensa que tal violación – un acto sumamente falocéntrico – asustaría tanto a su hijo que lo “normalizaría” en cuanto a la orientación sexual. Así, se puede observar tanto la crueldad como la hipocresía del padre de la Loca del Frente. Luego, cuando él quiere mandar a su hijo al ejército para “corregir[lo]” (Lemebel 16), la Loca del Frente decide huir de la casa.

Tanto el padre de la Loca del Frente como Pinochet son hombres autoritarios que no toleran los retos a lo que les es lo “correcto”, lo cual en este caso es la heterosexualidad patriarcal. Estos dos hombres representan un discurso rígidamente autoritario donde, según Mikhail Bakhtin, “...its semantic structure is static and dead, for it is fully complete, it has but a single meaning, the letter is fully sufficient to the sense and calcifies it ...it cannot enter into hybrid constructions” (343-44). La Loca del Frente decide rebelarse contra esta autoridad opresiva al afirmar su homosexualidad. De esta manera ella sigue lo que Bakhtin denomina un “internally persuasive discourse” (342), situación donde un individuo toma en cuenta los varios discursos disponibles, lo que digan la sociedad, los amigos, los familiares, etc., para luego formular su propio discurso único. Ella ha rechazado el discurso heterosexual impuesto por la sociedad en general y por su padre en particular. El discurso internamente persuasivo de la Loca del Frente consiste no sólo en afirmar su homosexualidad sino en volverse un travesti, especie de una construcción híbrida, para expresar de manera distinta su forma de ser.

Por el simple hecho de ser un travesti ella ha puesto en tela de juicio – de forma indirecta – la sociedad rígida impuesta por el dictador. El ser travesti reta al orden dictatorial que quiere adherirse a definiciones estrictas del género sexual. Como nota Lucía Guerra Cunningham, en el Santiago de Chile descrito por Lemebel existe la “Supremacía de lo patriarcal... una ideología particular con respecto a lo genérico-sexual que... obedece al propósito masculino y masculinizante....” (102). Este orden falocéntrico no aceptará variaciones ni en cuanto a los géneros ni las orientaciones sexuales que no sean heterosexuales porque la heterosexualidad, como nos recuerda Annamarie Jagose, “...has long maintained its claim to be a natural, pure, and unproblematic state which requires no explanation” (17). Pinochet no tolera sexualidades que reten lo heterosexual. Por ejemplo, cuando él ve a la Loca del Frente junto con Carlos en el campo se llena de rabia:

Dos degenerados tomando el sol en mi camino. A vista y paciencia de todo el mundo. Como si no bastara con los comunistas, ahora son los homosexuales exhibiéndose en el campo, haciendo todas sus cochinadas al aire libre. Es el colmo. Eso sí que no lo iba a soportar; mañana mismo hablaría con el alcalde del Cajón del Maipo para que pusiera vigilancia. (Lemebel 48-49)

Así, la diferencia sexual que la Loca del Frente encarna y proyecta es por definición un desafío a esta sociedad; un hombre vestido de mujer puede provocar confusión e inquietud respecto a su género sexual. Severo Sarduy nota que “Para el travesti, la dicotomía y oposición de los sexos queda abolida o reducida a criterios inoportunos o arqueológicos. . .” (65). Las categorías tradicionales de géneros sexuales están cuestionadas por el travesti; quiere sugerir que tal vez los límites entre lo masculino y lo femenino no están tan bien definidos. Marjorie B. Garber concuerda con Sarduy y añade: “The cultural effect of transvestism is to destabilize all such binaries: not only ‘male’ and ‘female’, but also ‘gay’ and ‘straight’, and ‘sex’ and ‘gender’” (133). Garber también nota que uno tiende a asociar al travesti con la homosexualidad y concluir equivocadamente que todos los travestis son por definición homosexuales (130). No obstante, la Loca del Frente en esta novela es homosexual; este hombre se viste de mujer no para divertirse o llamar la atención sino porque siente que sólo así puede expresar su verdadero ser sexual que siente atracción por los hombres. Pero la Loca del Frente no es simplemente una “copia” de un modelo femenino idealizado, como asevera Jaime Donoso (85). Más bien, ella ejemplifica lo que observa Ben Sifuentes-Jáuregui respecto a los travestis: no son seres que tratan de representar al otro sino de representarse a sí mismos (3). Sifuentes-Jáuregui agrega, “. . .transvestite subjects do not necessarily imagine themselves becoming some other subject, but rather they may conceive of transvestism as an act of self-realization” (4). La identidad travesti no es simplemente un disfraz o una máscara sino el individuo desenmascarado, el individuo expresándose de manera verdadera. Por consiguiente, al volverse un travesti la Loca del Frente puede estar expresando dramáticamente dentro de su contexto cultural su deseo homosexual; es decir, su atracción hacia los hombres.

En la situación particular de la Loca del Frente se puede aplicar las observaciones de la teoría queer que, según Jagose, “...describes those gestures or analytical models which dramatise incoherencies in the allegedly stable relations between chromosomal sex, gender and sexual desire” (3). Por ser un travesti la Loca del Frente acaba retando los supuestos de la estructura social y familiar heterosexual aprobados e impuestos por la dictadura. Lauren Berlant y Michael Warner describen la manera sutil e indirecta en que una identidad queer puede retar las estructuras sociopolíticas dominantes:

Queer culture comes into being unevenly, in obliquely cross-referencing publics, and no one scene of importance accounts for its politics – neither hyperabstracted contexts, like ‘the Symbolic,’ nor hyperconcrete ones, like civil disobedience. (346)

Es decir, la cultura queer no necesariamente expresa su inconformidad con la cultura dominante de una manera explícita como, por ejemplo, a través de protestas públicas sino, más bien, la presencia quieta pero insistente de un ser inconforme puede expresar su postura subversiva. Por el simple hecho de ser un travesti homosexual la Loca del Frente está expresando una inconformidad con lo aceptado, lo normal, lo dictado de esta sociedad bajo Pinochet. Es decir, ella ya tiene las semillas de rebelión a pesar de que ella misma no se considera una revolucionaria en un principio.

Para afirmar su identidad de travesti la Loca del Frente se coloca dentro de una comunidad de travestis encabezada por la Rana, quien la había rescatado de una vida deambulatoria en las calles de Santiago. En ella la Loca del Frente encuentra a una figura materna para reemplazar a la madre que perdió cuando era niño. Es más, por ser ella un travesti también, es posible que la Rana sea una madre más apropiada para la Loca del Frente. La Rana vive en un barrio pobre con la Lupe y la Fabiola, otros dos travestis; en esta familia todas se consideran “primas comadrejas” (Lemebel 76). Ellas tres no sólo comparten la vivienda, la comida y el trabajo sino también los hombres que les llegan. En este aspecto es una comunidad definida por la igualdad entre los miembros y el compartimiento de los bienes materialistas. Además de aceptarla y darle cariño a la Loca del Frente, la Rana le enseña a tejer “. . .servilletas, manteles y Gracias a la Rana la Loca del Frente llega a aprender una habilidad práctica con que puede ganarse la vida. En poco tiempo ella se vuelve experta y su trabajo es muy solicitado, aun entre las señoras adineradas y las esposas de los generales. Al mismo tiempo, la Rana, en papel de madre preocupada por su hija, intenta darle consejos al ver que la Loca del Frente está enamorada de Carlos. Ella cree que Carlos dejará a su hija con el corazón roto. Además, no entiende por qué él, un joven universitario, estará con la Loca del Frente: “Me pregunto qué motivos tiene para engatusarte. . .” (Lemebel 150). A manera de una buena madre, la Rana no sólo se preocupa por la vida emocional de su hija sino por su seguridad física también.

Queda claro que por ser un homosexual travesti integrado a una comunidad alternativa la Loca del Frente muestra cómo ha hallado lo que Bakhtin llama el “internally persuasive discourse”. Asimismo hay otro aspecto de ella que es preciso analizar para comprender aun mejor la identidad de la Loca del Frente: su fuerte vínculo con lo oral. La Loca del Frente no es una aficionada de la palabra escrita: no lee libros y sólo de vez en cuando hojea una revista de moda. No es una bibliófila. Nunca estudió una carrera universitaria y acaso no terminó la educación secundaria. No apunta sus pensamientos en un diario personal ni, al parecer, se pone a reflexionar sobre los temas filosóficos, políticos o sociales; no es una intelectual pensante, una letrada. Es más, no hay evidencia oficial de que ella exista como ciudadana registrada: “Ella no tenía documentos, nunca había usado documentos, y si venían a pedírselos, les contestaría que las estrellas no usaban esas cosas” (Lemebel 201). Al rehusar mantener registros oficiales – tales como un acta de nacimiento, un carnet de identidad nacional o un pasaporte – la Loca del Frente pone en evidencia la arbitrariedad de tales documentos para identificar o fichar a un individuo. Ella ha logrado liberarse de los documentos oficiales que un gobierno dictatorial podría emplear para vigilar cuidadosamente a sus sujetos. Así, se puede interpretar este aspecto de ella como un acto sutil de rebeldía contra el gobierno de Pinochet.

Su afán por la palabra oral se nota también en su hábito constante de escuchar en la radio los boleros – “Bésame mucho”, “Tengo miedo torero”, “La media vuelta”, entre otros. Cuando se enamora de Carlos, la Loca del Frente empieza a definir sus sentimientos por él a través de estas canciones románticas. Por ejemplo, una vez cuando Carlos se va repentinamente después de un paseo para atender a una emergencia de su grupo revolucionario y ella está decepcionada, acude a las letras de las canciones románticas para validar sus sentimientos: “‘yo que todo te lo di’, ‘tú querías que te dejara de querer’, ‘tú te quedas yo me voy’, ‘tú dijiste que quizás’ [. . .]” (Lemebel 38, énfasis del autor). Ella está apegada al discurso oral popular y no puede analizar su relación con Carlos en términos más novedosos o, tal vez, más honestos. Respecto a las culturas orales donde aún no se ha inventado la tecnología (el alfabeto, la pluma, el papel, etc.) para almacenar el conocimiento en forma escrita, Walter J. Ong observa, “Redundancy, repetition of the just-said, keeps both speaker and hearer surely on the track” (40). Aunque la Loca del Frente es miembro de una cultura donde sí existe la tecnología de la escritura ella ha decidido no utilizar tal tecnología, prefiriendo lo oral a lo escrito. Así, al escuchar las mismas canciones día tras día en la radio de manera repetitiva la Loca del Frente las memoriza inconscientemente, y las letras se vuelven parte integral de su personalidad y su forma de pensar. También, hay que recordar que el mundo oral de la Loca del Frente incluye a la Rana y otros travestis. En cuanto a la palabra hablada Ong agrega, “...the spoken word proceeds from the human interior and manifests human beings to one another as conscious interiors, as persons, the spoken word forms human beings into close-knit communities” (73). La oralidad ayuda a producir la comunicación más directa y honesta, lo cual explica en parte los fuertes vínculos entre la Loca del Frente y los otros travestis en su comunidad.

Además de las canciones románticas en la radio también se oyen las noticias y los avisos de la oposición: “La Agrupación de Familiares de Detenidos Desaparecidos convoca a una velatón frente a La Vicaria de la Solidaridad en Plaza de Armas” (123). Sin embargo, la Loca del Frente siempre apaga el radio o cambia la estación cuando se reportan las noticias; no le interesa la situación política en su país. No quiere escuchar información que pueda interrumpir su mundo sentimental. Dicho de otra forma, la Loca del Frente, a pesar de parecer un travesti rebelde, puede ser la ciudadana perfecta en una dictadura; no tiene interés en ensanchar su mundo repleto de música romántica con lecturas de libros o con las noticias sobre la oposición que puedan sacudirla de su complacencia respecto al sistema político-social. De esta manera ella misma limita su propio mundo. No se aferra a ninguna ideología políticasocial que pueda amenazar al gobierno de Pinochet, no porque esté de acuerdo con la política dictatorial sino porque le es indiferente.

Si la Loca del Frente expresa su inconformidad latente con el sistema dictatorial a través de su diferencia – expresada a través de su identidad de un travesti apegado a lo oral – entonces al conocer y enamorarse de Carlos su rebeldía pasiva se vuelve activa por seguir el discurso político revolucionario de él. Ella afirma lo que Bakhtin dice del “internally persuasive discourse” que “enters into interanimating relationships with new contexts” (346). Su postura no conforme le permite abrirse al nuevo discurso de Carlos. Cabe notar que existe un contraste marcado entre la Loca del Frente y Carlos: ella es un travesti bien plantado en el mundo oral mientras que él es un universitario que trabaja con otros revolucionarios para derrocar la dictadura. En efecto, Carlos es un letrado revolucionario que ha “. . .abandonado las categorías biológicas, telúricas y restrictamente políticas, para descansar con más firmeza en categorías sociales y económicas...” (Rama 138). La preocupación central de Carlos es volverse agente en fundar una sociedad democrática en Chile. Así, al conocer a Carlos la Loca del Frente viene en contacto con el discurso revolucionario de él y experimenta una especie de despertar político y social.

La influencia sutil de Carlos sobre la forma en que la Loca del Frente ve el mundo se nota un día en un camión público. Harta de oír a una pasajera quejándose y criticando a los jóvenes protestando el gobierno y “haciendo desórdenes y huelgas” (Lemebel 59), la Loca del Frente ya no puede quedarse callada:

Mire, señora, yo creo que alguien tiene que decir algo en este país, las cosas que están pasando, y no todo está tan bien como dice el gobierno... en todas partes hay militares como si estuviéramos en guerra, ya no se puede dormir con tanto balazo. (Lemebel 60)

Los estudiantes en el camión le aplauden. Por primera vez la Loca del Frente ha expresado una opinión públicamente que va en contra del discurso oficial del gobierno y se siente muy contenta, sobre todo cuando imagina a Carlos sonriendo y “alabando la proeza de su gesto” (Lemebel 60). Aquel día ella había ido a la casa de un general a entregar un mantel pedido, pero al ver la casa e imaginar la cena siniestra entre los generales en el aniversario del golpe militar de Pinochet que derrumbó el gobierno democrático de Allende, ella decide no venderles su obra de mano porque “...el blanco mantel bordado de amor lo habían convertido en un estropicio de babas y asesinatos” (Lemebel 66). Prefiere perder esta ganancia monetaria en vez de contribuir a la celebración de la matanza de los inocentes. De nuevo, ella imagina lo que diría Carlos en esta situación: “Todos los seres humanos somos iguales y merecemos respeto” (Lemebel 67). En otra ocasión ella se enorgullece al realizar una misión secreta donde tiene que entregarle un paquete misterioso y pesado a un hombre desconocido para ayudar a la causa de la revolución (Lemebel 127). Efectivamente, ella ha entrado plenamente en el discurso político revolucionario de Carlos.

La Loca del Frente está buscando la aprobación de Carlos y, por lo tanto, se siente alegre al imaginar la sonrisa y las palabras de él. Más de una vez Carlos la ha mirado con “una tonelada de ternura paterna” (Lemebel 57) como si ella fuera su hija y él estuviera enseñándole las lecciones fundamentales de la vida; en este caso son lecciones sobre la vida política-social del país. Por otra parte, la actuación de Carlos puede parecer paternalista. La manera en que él la trata es a veces condescendiente, sobre todo porque él no quiere decirle casi nada sobre las actividades de su grupo secreto. Una vez cuando ella le pregunta por qué nunca le decía nada sobre las actividades del grupo, él contesta, “Mejor así, porque si nos agarran, contigo se ensañarían”, al cual ella pregunta, “¿Y tú crees que yo no soy capaz de resistir un interrogatorio?” (Lemebel 143). Él duda que ella tenga las fuerzas para aguantar cualquier tortura que le apliquen y que acabaría revelando los nombres de los revolucionarios del grupo. De esta manera Lemebel hace una crítica del sexismo de los revolucionarios latinoamericanos que se aferran a papeles tradicionales para las mujeres al mismo tiempo que promueven una sociedad democrática.

Por otra parte, sucede que la Loca del Frente también ha dejado una huella imborrable sobre Carlos. Una vez cuando él viene a la casa sólo para traer otra supuesta caja de libros ella se pone triste y dramática “con su diálogo de comedia antigua”, y le dice, “Lo único que te importó era que te guardara estas cajas de mierda” (Lemebel 88). Él lo niega: “Hemos compartido tantas cosas, tu música, hasta me he aprendido de memoria algunas canciones” (Lemebel 88), y empieza a cantar un bolero favorito de ella como prueba. Él, un hombre de letras y revolución, ha entrado en el mundo oral y romántico de ella expresado a través de las canciones populares. También, llega a darse cuenta de que ella es muy única: “Nadie se le compara princesa, usted es irrepetible” (Lemebel 145). A pesar de sus halagos, no se enamora de ella; no porque ella no valga la pena sino porque para él sólo existe un gran amor en la vida – Chile (Lemebel 144). No obstante, al conocer a la Loca del Frente ha profundizado y ensanchado su concepto de su patria. Así, cuando él le dice “Te quiero con tu diferencia” (Lemebel 143), no sólo expresa su aceptación de ella tal y como es sino, en un sentido más universal, a través de su relación con ella se ha dado cuenta de que la Loca del Frente, un travesti homosexual, es también parte integral de lo que constituye lo chileno. Aunque él ahora canta los boleros también, estas canciones de pronto cobran un sentido político para él. Cabe notar que en uno de sus últimos encuentros cuando escuchan una canción en la radio del coche cada quien tiene su interpretación:

La música los envolvió con su timbaleada ranchera, entre la canción y sus pensamientos, la historia política trenzaba emociones, inquietudes del joven frentista al borde del arrojo, ilusiones enamoradas de la loca cerrando los párpados...(Lemebel 151)

Mientras ella usa la canción como pretexto para pensar en su relación con Carlos, él está pensando en su relación con el país. No obstante, la canción sirve como el punto de encuentro entre sus mundos distintos. En este sentido esta pareja representa la compenetración del mundo de actividad política y el mundo sentimental y popular del ciudadano promedio para realizar juntos un cambio social radical – el derrumbe de Pinochet. Al fusionar estos dos orbes en esta relación novedosa, ellos no sólo se complementan sino que representan una amenaza verdadera al sistema dictatorial que exige el conformismo completo. Al mismo tiempo la personalidad única de la Loca del Frente deja huella en la vida de Carlos y él acaba entrando en el discurso personal y romántico de ella. Si ella como travesti ya reta los supuestos sexuales de la dictadura y él la reta con su agitación social y política por una sociedad más justa, entonces la unión de los dos es un doble peligro para la dictadura. Unidos la Loca del Frente y Carlos representan una amenaza al sistema dictatorial, no sólo por su política rebelde que cuestiona el poder del dictador sino por la sexualidad divergente que encarnan.

La fusión de los discursos distintos de la Loca del Frente y de Carlos se consuma la noche de la fiesta del cumpleaños que ella había organizado para él. Después de que los invitados se han ido y Carlos queda dormido en el sofá, la Loca del Frente decide darle un obsequio muy personal y especial: el sexo oral. Ella se fija en el miembro sexual de él escondido bajo de los pantalones: “ese cuerpo amado, esa carne inalcanzable”, un “lagarto somnoliento”, un “tronco blando”, un “músculo tan deseado, un bebé en pañales” (Lemebel 105, 107). No vacila en hincarse frente a Carlos para abrir el cierre de los pantalones, sacar el pene y llevar a cabo el acto de felación. El elogio del órgano sexual sugiere la potencia masculina de este hombre: “Tal longitud excedía con creces lo imaginado, a pesar de lo lánguido, el guarapo exhibía la robustez de un trofeo de guerra, un grueso dedo sin uña que pedía a gritos una boca que anillara su amoratado glande” (Lemebel 107). Lo problemático es que la Loca del Frente parece estar en una pose de adoración y subyugación frente al miembro sexual de este hombre, y de esta manera replica el papel secundario que la mujer ha tenido en la historia humana. Parece cumplir lo que Luce Irigaray critica del sistema de sexualidad impuesto por la sociedad patriarcal donde el falo es considerado el órgano sexual superior: “Woman lives her desire only as an attempt to possess at long last the equivalent of the male sex organ” (1467). Debido a que la vagina de la mujer es, simbólicamente, una expresión de la ausencia del anhelado órgano sexual masculino, la felación puede ser interpretada como una manera de poseer dicho órgano. Al mismo tiempo, para el hombre, como comenta Leo Abse, la felación “. . .quiets his castration anxieties for it begins with an exhibition of his proudly erect genital organ. . .” (38). Es imposible evitar notar la posición servicial de la mujer en el acto de felación donde aparentemente ella sólo existe para consolar y complacer al hombre. Lo que dice Irigaray sobre el acto de sexo heterosexual también se puede extrapolar a la felación: “. . .a violent intrusion: the brutal spreading of these two lips by a violating penis” (1467). A pesar de estas implicaciones negativas, no cabe duda que la Loca del Frente disfruta el acto del sexo oral: “. . .éste era un oficio de amor que alivianaba a esa momia de sus vendas” (Lemebel 107). La boca y la lengua de ella está despertando este órgano que representa la potencia sexual masculina: “. . .lo sintió chapotear, moverse, despertar, corcoveando agradecido de ese franeleo lingual” (Lemebel 108). Por otra parte, no hay que olvidar que es la Loca del Frente que, al tener algo tan sensible como el pene de Carlos en su boca, tiene el control de la situación; ella es la dominadora, no la dominada: “In fellatio man is entirely at the mercy of the woman, utterly dependent upon her. Phallic supremacy is mocked and the woman can decide whether and when to grant man satisfaction” (Abse 9). Aunque Carlos está en una posición física vulnerable, la Loca del Frente no está en plan de humillar a Carlos sino de complacerlo – él queda descansado “como después de un plácido biberón” (Lemebel 109). Al mismo tiempo, se complace a ella misma también. Al nivel metafórico se puede ver este acto de felación como el momento en que las semillas de la revolución que Carlos porta se pasan a la Loca del Frente, un travesti que desde ahora será miembro activo en derrocar la dictadura.

Bernardita Llanos observa que “En los escritos de Lemebel se desacralizan los grandes relatos y la moral oficial” (76). La Loca del Frente – un travesti homosexual aferrado a lo oral – va en contra del discurso dictatorial que hace hincapié en oficializar la heterosexualidad. La comunidad alternativa a que la Loca del Frente se integra también reta las normas tradicionales apoyadas por la dictadura; no depende de la sangre compartida sino de las ideologías y sexualidades revolucionarias que acaban retando la dictadura. Estos modelos son menos rígidos, por lo tanto, resisten mejor los intentos represivos del dictador. La identidad fluida de la Loca del Frente ejemplifica lo que Berlant y Warner dicen sobre el poder subversivo de un elemento queer: “...queer commentary allows a lot of unpredictibility in the culture it brings into being. . .” (344). El elemento inpredicible siempre es una amenaza para cualquier dictadura. Aunque Sandra Garabano observa que en esta novela “. . .la loca más que una metáfora de resistencia tercermundista aparece como un residuo de múltiples versiones de la homosexualidad” (54), a mi parecer la Loca del Frente no es simplemente un estereotipo; ella con su diferencia sexual expresada a través de su travestismo junto con su apego a lo oral encarna bien una estrategia queer para subvertir los mandatos del dictador.

A pesar de que el atentado contra Pinochet falla, la novela tiene un final que apunta hacia una resolución optimista de la situación política debido a la presencia de la Loca del Frente. Si se interpreta la huida de Carlos y otros revolucionarios para Cuba después del atentado fracasado contra Pinochet como un acto de cobardía, por otra parte, el hecho de que la Loca del Frente decide quedarse en su país señala un augurio favorable. A pesar de que los agentes de Pinochet ya han empezado a hacer interrogaciones y redadas con tal de encontrar a los responsables del atentado, la decisión que toma la Loca del Frente por quedarse en esta situación peligrosa muestra su valentía. Aunque ella está influida por el discurso revolucionario de Carlos, al fin de cuentas encuentra su propio discurso persuasivo interno: “One’s own discourse and one’s own voice, although born of another or dynamically stimulated by another, will sooner or later begin to liberate themselves from the authority of the other’s discourse” (Bakhtin 348). La Loca del Frente ya no depende del discurso revolucionario de Carlos; ella ha empezado a pensar por su cuenta. Ya ha pasado el momento de la revolución protagonizada únicamente por el hombre heterosexual; ahora el homosexual también tendrá un papel activo en derrocar un gobierno dictatorial. La Loca del Frente muestra bien que ya está capacitada para provocar cambios, no sólo en sí misma sino en la sociedad chilena también.

 

 

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NOTAS

[1] Algunas novelas chilenas que tratan de manera directa o indirecta la dictadura de Pinochet incluirían: Soñé que la nieve ardía (1975) de Antonio Skármeta, Prisión en Chile (1975) de Alejandro Witker, Lumpérica (1983) y Por la patria (1986) de Diamela Latit, De amor y de sombra (1985) de Isabel Allende y Nosotras que nos queremos tanto (1991) de Marcela Serrano.

[2] “Loca” denota en la jerga a un travesti homosexual.

[3] El beso de la mujer araña (1976) de Manuel Puig puede ser considerada como una novela del dictador donde el protagonista central es un travesti homosexual.

 

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OBRAS CITADAS

Abse, Leo. Fellatio, Masochism, Politics and Love. London: Robson Books, 2000.
Bakhtin, Mikhail. The Dialogic Imagination: Four Essays. Trad. Carly Emerson y Michael Holquist. Austin: U of Texas P, 1981.
Berlant, Lauren y Michael Warner. “What Does Queer Theory Teach Us about X?” PMLA 110:3 (mayo 1995): 343-49.
Blanco, Fernando. “Comunicación política y memoria en la escritura de Pedro Lemebel”. Ed. Fernando Blanco. Reinas de otro cielo: Modernidad y Autoritarismo en la obra de Pedro Lemebel. Santiago de Chile: LOM Ediciones, 2004. 27-71.
Donoso, Jaime. “Comunidad y homoerotismo: la transgresión y la política en la crónica de Lemebel”. Taller de letras 36 (junio 2005): 73-96.
Garabano, Sandra. “Lemebel: políticas de consenso, masculinidad y travestismo”. Chasqui 32:1 (mayo 2003): 47-55.
Garber, Marjorie B. Vested Interests: Cross-Dressing & Cultural Anxiety. New York: Routledge, 1992.
García-Corales, Guillermo. “La figura de Pedro Lemebel en el contexto de la nueva narrativa chilena”. Chasqui 34:1 (mayo 2005): 25-31.
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LA SEXUALIDAD DESAFIANTE FRENTE AL DICTADOR EN "TENGO MIEDO TORERO"
Por Samuel Manickam
University of North Texas
Hispanófila Nº 159, 2010, págs. 39-51