Pedro Lemebel acostumbraba a llamar «amores» a sus amigos, de ahí el título elegido para esta reseña. La vida imitada: narrativa, performance y visualidad en Pedro Lemebel, editado por Fernando Blanco y publicado por Iberoamericana Vervuert en 2020, se erige como un homenaje ensayístico a la obra de Lemebel (1952-2015). Hace un recorrido por la figura y obra literaria y performática del escritor chileno a lo largo de sus 15 capítulos escritos por distintas personalidades de la crítica literaria. Lo primero que cabe destacar del libro se encuentra en cómo se aproxima a Lemebel desde un pensamiento queer/cuyr/kuir específicamente latinoamericano. Sucede en el ensayo literario que, al tratar de autores homosexuales, la crítica no comenta los aspectos involucrados en la politización sexo-genérica de sus poéticas (Martínez Expósito, 2011); no obstante, la recopilación de Fernando Blanco no pierde de vista estos aspectos, motivo por el cual nos encontramos ante una crítica honesta y fiel a la figura de Lemebel. Y no es de extrañar, ya que muchos de los autores implicados en La vida imitada no solamente son conocedores de su obra, sino que también fueron amigos íntimos del artista y para algunos de los cuales, como el editor, realizó performances privadas poco antes de su muerte debido a su internamiento en la Fundación López Pérez.
El conjunto de estos quince artículos coordinados por Fernando Blanco aparece en el panorama de la crítica literaria como un cálido homenaje a una figura artística disidente y a la vez canónica de la literatura chilena cinco años después de su fallecimiento. Están repartidos en tres partes: la primera está dedicada a la figura de Lemebel; la segunda, a su creación literaria; y la tercera a su producción visual y performativa. La primera, “Perfiles y testigos”, consta de cinco capítulos que nos acercan a la figura del artista chileno. Nos aproximamos a él desde varios enfoques: desde sus primeras apariciones públicas en la radio hasta su última performance, mientras padecía cáncer de laringe, que representó ante un grupo de amigos cercanos. Ignacio Echeverría nos muestra su encuentro con Roberto Bolaño y su debate en la radio acerca de las nacionalidades literarias y cómo el autor de Los detectives salvajes consideraba a Lemebel como el mejor poeta chileno del momento, pese a escribir principalmente en narrativa. En el segundo capítulo, Jorge Fornet, director de la Casa de las Américas nos cuenta, en un texto mestizo entre crónica y ensayo, la visita de integrante de las Yeguas del Apocalipsis a la Bienal de Arte de La Habana, en el que hasta nos muestra incluso las correspondencias que mantenía con el escritor. También en un mestizaje entre lo íntimo y lo ensayístico, Fernando Blanco nos habla de la última performance que realizó en homenaje a Frida Kahlo y lo usa como hilo conductor para desgranar la poética del artista chileno destacando cómo “el término proletariado a secas” no basta para describir la abyección que sufrió Lemebel. En el cuarto capítulo, Jovana Skarmeta nos habla de los inicios de Lemebel como escritor y el modo en que, desde sus comienzos, ya se posicionaba como un escritor marginal que no pretendía formar parte de “la nueva literatura chilena”. Este apartado lo clausura Roberto Echevarren rescatando una entrevista de 2009 en la que nos muestra al Lemebel mapuche, hijo, escritor y testigo del crecimiento del Chile postdictatorial y neoliberal.
La segunda parte, “Crónicas y ficciones”, aborda la obra narrativa de Lemebel: la enfermedad, la violencia, los personajes queer, la represión dictatorial y neoliberal, y el olvido/memoria de las víctimas son, entre otros muchos, los temas que abarca la literatura lemebeliana. Empieza Brad Epps comentando Tengo miedo torero, su primera obra de ficción; destaca el académico estadounidense el lenguaje oral y colectivo y el “mariconaje guerrero” de su poética. En mayor profundidad y desde el enfoque teórico de las violencias, comenta Cristián Montés Capó esta misma novela; para el filólogo chileno, en Tengo miedo torero, Lemebel representa el conjunto de cuatro violencias: la física, ejercida por el ejército contra la población; la estructural-simbólica, forjada desde el concepto de pureza y unidad de la nación; la homófoba-machista; y la neoliberal; todas ellas oprimen al personaje de la Loca. Javier Guerrero, por su parte, se traslada al tratamiento de la enfermedad, destacando Loco afán, compendio de crónicas en las que Lemebel escribe sobre los estragos del sida. Guerrero señala cómo Lemebel politiza la enfermedad denunciando que se trata de otra forma de colonialismo occidental en tierras de América Latina. Por último, Gilda Luongo hace un recorrido por la escritura lemebeliana desde una crítica feminista: dedica su atención a la diversidad de personajes femeninos, la representación de la violencia sobre el cuerpo femenino y el proyecto político transfeminista que plantea su literatura en la agenda política de las mujeres.
La tercera, titulada “Performance, cultura radial y cine”, trata sobre la obra de Lemebel que no pertenece a lo estrictamente literario, sino de su proyecto escénico, radial y cinematográfico. El primer capítulo, escrito por Dieter Ingenschay, trata sobre los antecedentes de las performances queer en Chile antes de Lemebel y sobre la performatividad en la propia prosa lemebeliana. Comenta dos performances del integrante de las Yeguas del Apocalipsis: Pisagua (2007) y Desnudo bajando la escalera (2014). María José Contreras Lorenzini también comenta Desnudo bajando la escalera junto con Abecedario (2014). Aquí, la directora de teatro señala el neoprén (químico que se utilizaba para paliar el hambre pese a su potencial alucinógeno y también para encender las barricadas durante las protestas) como elemento intertextual entre las dos performances; así Lemebel recontextualiza y politiza el narcotráfico de esta sustancia. En el tercer capítulo, desde un corpus teórico que cuestiona la objetividad de la fotografía, Florencia San Martín comenta el uso de las fotografías de la obra lemebeliana, las cuales podemos encontrar en sus libros y performances; comenta, pues, tres fotografías: La noche de las visiones, El retrato de Violeta en rosa y Olimpia y el lagarto, introducidas por nuestro performer en su poética para despertar la subjetividad de las narrativas disidentes. En el cuarto capítulo Jorge Rufinelli nos lleva a Blokes (1984), el primer cuento de Pedro Lemebel, y a su adaptación cinematográfica; también nos acerca a Pedro Lemebel, corazón en fuga (2008), de Verónica Quense, primer documental sobre su vida y a Lemebel (2019) de Joanna Reposi, el segundo documental sobre su figura, y, por último, a la adaptación cinematográfica de Tengo miedo torero. Ángeles Mateo del Pino, en su capítulo, nos sumerge en los trabajos radiofónicos de Pedro Lemebel y cómo estos marcan su escritura y su identidad. Para clausurar el libro, Daniel Party y Luis Achondo nos adentran en la influencia de la música en la obra de Lemebel: hacen un recorrido por todas las canciones y cantantes que podemos encontrar en sus distintos escritos.
Lo más destacable del libro es la combinación entre la cercanía íntima a Pedro Lemebel y el rigor humanístico al comentar su obra. No se trata de un ensayo de lenguaje academicista como uno suele encontrarse en la bibliografía de literatura queer ya que muchos de lxs autorxs que escriben en este libro conocieron a Lemebel en persona y hacen muestra de ello en su escritura. Fernando Blanco tuvo con él una amistad de veinte años y, al igual que él, Jorge Fornet, Javier Guerrero, Roberto Echevarren y Gilda Luongo inician sus capítulos contando –como cronistas– sus encuentros y experiencias con Lemebel. Esta aproximación íntima, no obstante, no resta valor humanístico a La vida imitada, sino que por el contrario lo ensalza: resalta la importancia de que la investigación humanística y la creación artística vayan juntas de la mano, pues, ¿qué sería de Lemebel si no hubiera existido una crítica artística queer en América Latina?, ¿quién sería el encargado mantener vivo el discurso de Lemebel? La academia no ha de olvidar nunca el valor humano de las propias Humanidades y menos aún ante una figura tan original como Pedro Lemebel.
Del chileno hemos heredado no solamente obras literarias como Loco afán o Tengo miedo torero y numerosas performances recuperadas en formato de vídeo, fotografía o descripción, sino todo un concepto artístico y político del cuerpo y la palabra que trasciende las fronteras de su nación, su lengua y su tiempo. Difícilmente el mercado literario puede garantizar la pervivencia de su discurso y, por tanto, es necesario que la crítica literaria lo mantenga vivo para que llegue a las generaciones posteriores. La de Lemebel es una poética de la herida y su legado deberá permanecer entre nosotros hasta el día en que la igualdad transversal que reclama sea alcanzada dentro y fuera de Chile y América Latina. Hasta entonces, obras como La vida imitada de Fernando Blanco se harán cargo de que Pedro Lemebel permanezca en la memoria colectiva.
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Bibliografía
Blanco, Fernando (ed.). La vida imitada: narrativa, performance y visualidad en Pedro Lemebel. Madrid, Iberoamericana Vervuert, 2020.
Martínez Expósito, Alfredo. “La literatura gay española y el lugar de los estudios culturales”, Lectora, n.º 17, 2011, pp. 25-39.
www.letras.mysite.com: Página chilena al servicio de la cultura
dirigida por Luis Martinez
Solorza. e-mail: letras.s5.com@gmail.com
Sobre La vida imitada y los amores-herederos de Pedro Lemebel
[Blanco, Fernando (ed.). «La vida imitada: narrativa, performance y visualidad en Pedro Lemebel».
Madrid, Iberoamericana Vervuert, 2020, 302 pp.]
Pablo López Pellicer
Publicado en Revista Letral N°26, 2021