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Construcción de lazo social en “La noche de los
visones” y “La Regine de Aluminios el Mono”
de Pedro Lemebel
Por Alejandro Rossi
Pontificia Universidad Católica de Chile
En Revista CATEDRAL TOMADA:
Revista de crítica literaria latinoamericana / Journal of Latin American Literary Criticism
Vol 1, N° 2 (2013)
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Resumen
La voz del travesti en las crónicas seleccionadas de Lemebel narran los cambios de una sociedad en transición entre la Unidad Popular y la Dictadura. En este contexto, el presente ensayo postula de qué manera este cambio social influye en la construcción de los lazos sociales de esta minoría marginal y de que forma la llegada y propagación del SIDA (el que se asocia directamente con la dictadura militar de Pinochet) se vincula a la manera en que estos se componen.
Palabras claves Lazo social, travesti, SIDA, Pedro Lemebel
Abstract
The voice of the transvestite in the selected chronicles of Lemebel narrates the changes taking place in a society in transition between the Unidad Popular and the dictatorship government led by Augusto Pinochet. The essay proposes how the context of this social change influences the construction of social bonds by a marginalized minority, and how this construction is furthermore linked to the arrival and dissemination of the AIDS, a phenomenon directly associated with Pinochet’s military regime.
Keywords social bond, transvestite, AIDS, Pedro Lemebel
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“…no me hable del proletariado
Porque ser pobre y maricón es peor”
Pedro Lemebel, “Manifiesto”
A través de un recorrido por los barrios donde las locas proletarias modelaban imitando a las divas del cine hollywoodense, en la fiesta de año nuevo de la Palma o en el prostíbulo clandestino de la Regine, Lemebel describe en las primeras crónicas de Loco afán: crónicas de sidario (1996) lo que fue el fin de la Unidad Popular, los comienzos de la dictadura y la llegada del SIDA a Chile[1]. Las crónicas son utilizadas para poder describir una etnografía local de la ciudad y sus habitantes, de los hechos que acontecen y sus repercusiones, pero lo que caracteriza esto es la manera en que Lemebel lo concretiza en su escritura. El autor retrata el “lado B” de la ciudad y sus espacios, utilizando la voz de una minoría excluida por la norma. Es decir, la voz del travesti lemebeliano relata los cambios que afectaban a una sociedad en tránsito desde la mirada de la marginalidad.
Los lazos sociales que se construyen en las historias estarán profundamente influenciados por esto, representan por una parte la unión solidaria entre la clase proletaria deleitada en el sueño popular (“La noche de los visones”) y por otra, el clientelismo proteccionista entre locas y militares, producto de la represión que surgió con el golpe de Estado (“La Regine de Aluminios el Mono”). El travesti lemebeliano, es decir, la loca proleta que personifica por un lado los problemas de una clase social oprimida y por otro, la exclusión de una minoría sexual, nos permite cuestionar de qué manera se generan los lazos sociales dentro de una sociedad (pre)autoritaria que no les da cabida en su estructura.[2]
El SIDA y su propagación son el vínculo que une las historias:[3] desde la mirada del autor y de los protagonistas de las crónicas, se convierte en “un repartidor público ausente de prejuicios sociales” (Lemebel 23) y en un arma en contra de los opresores. Los lazos sociales que se van componiendo entre los actores en cada una de las historias estarán ligados a cómo se presenta la enfermedad en la crónica. Esta es utilizada por Lemebel para poner en tela de juicio las relaciones sociales permitidas; para diferenciar lo normativo de lo que no lo es y cuál es el costo que tienen las relaciones fuera del orden. Se narra la situación particular de los homosexuales travesti en una sociedad que no ofrece un lugar a su condición, particularmente si es que pertenecen al proletariado. La ironía de esto es que los personajes retratados en las crónicas “vislumbran, cual marionetas caprichosas, que [esa norma] les pertenece en la justa medida en que los excluye, por su condición sexual o social” (Cánovas 55).
En “La noche de los visones (o la última fiesta de la Unidad Popular)” el ideal de un Estado que buscaba asentar las bases de una sociedad más equitativa entre las distintas clases que lo conforman, se encuentra en pugna entre las ideologías particulares de la clase proletaria y la clase aristocrática/dominante/oligarca, en un ambiente donde se advierte el destino del país, “se bamboleaba con los temblores de tierra y los vaivenes políticos que fracturaban la estabilidad de la joven Unidad Popular. Por los aires un vaho negruzco traía olores de pólvora y sonajeras de ollas, ‘que golpeaban las señoras ricas a dúo con sus pulseras y alhajas’. Esas damas rubias que pedían a gritos un golpe de estado” (Lemebel 11). Se forja en este ambiente un lazo solidario entre aquellos sujetos identificados con la clase proletaria en defensa de los ideales de igualdad social, donde las crónicas de Lemebel reflejan que si bien la unión dentro de las clases se afianza, sus personajes, las locas proletarias, siguen siendo forasteros dentro de ésta. Esto significaba que la igualdad social por la que se velaba no incluía a la minoría travesti, aunque estos eran parte del proletariado, eran excluidos de esta clase por su condición sexual. De esta forma, se refleja cómo van construyendo los vínculos con los diversos estamentos de la sociedad, si en un comienzo se deslizaban entre las filas proletarias del almuerzo en la UNCTAD[4] “con miradas lascivas y toqueteos apresurados que deslizaban sobre los cuerpos sudorosos” (11) y luego discutían con “las regias” sobre la ropa que usarían en la fiesta de la Palma, en la dictadura deberán modificar el trato con el proletariado (militar) para poder resguardar su seguridad. Observamos que la fantasía de una cohesión de clase descarta al travesti, este constituye una clase marginal dentro de la sociedad, la cual no será incluida en ninguno de los dos tiempos históricos retratados en las crónicas (UP y dictadura).
Parys postula que “La represión, la enfermedad, y una comunidad dividida existían en el horizonte, pero para los que vivían en esos años, había […] un ambiente de celebración y alegría que ayudó a crear una comunidad cohesiva de los homosexuales y diversos travestidos. Ese sentido de igualdad y libertad cívicas fue erosionado por la dictadura represiva de Pinochet, con la libertad sexual disminuyendo con la llegada de otra fuerza opresiva: el SIDA” (116). El problema con esta afirmación radica en que Lemebel nos presenta un panorama en donde sí se presentía el devenir del país, pero también que el travesti proletario nunca fue parte del ideal popular de la UP, a pesar del romanticismo con que el autor se pueda referir a éste: “Tal vez, la foto de la fiesta donde la Palma es quizás el único vestigio de aquella época de utopías sociales, donde las locas entrevieron aleteos de su futura emancipación” (Lemebel 21). En ningún momento se produce una inclusión social real de los travestis en la sociedad, en la norma.
La fantasía de una solidaridad en la relación entre las locas de las distintas clases presentes en los patios de la UNCTAD y la fiesta de la Palma manifiestan la ilusión de una unión a través de un objeto de deseo en común (los obreros proletarios y la ideología revolucionaria). Lemebel describe en la crónica como el vínculo real se da en la clase, el proletariado genera un sentimiento de grupo social-político unido por una ideología. La disputa en la fiesta de la Palma pone de manifiesto esto: la Pilola haciendo uso de su “autoridad” burguesa interpela a las “locas rascas” por la “falta de respeto que ofendía a los militares que tanto habían hecho por la patria” (14). La fallida exigencia de los abrigos de visón y del uso de su autoridad se debe “por temor a que su honorable familia se enterara de su resfrío” (14-15) poniendo fin a lo que se puede considerar la primera parte de la crónica en donde se retrata la tensión política entre las clases en los albores de la dictadura y dando inicio a la relación de ésta con la pandemia de la enfermedad; “así, el tufo mortuorio de la dictadura fue un adelanto del sida, que hizo su estreno a inicios de los ochenta” (16).
Para el travesti de las crónicas de Lemebel, el SIDA y la dictadura comparten un rasgo en común: son el símbolo de su marginalidad. El lazo en “La noche de los visones” se configura de manera tal que demuestra como el travesti proletario es considerado como sujeto marginal dentro de la UP, más allá del ideal igualitario con que ésta se identifica y de la fantasía que las locas puedan tener de una legalidad de su condición. La dictadura y el SIDA vendrán a explicitar esta idea de exclusión, en donde las locas tendrán que modificar la manera en que se relacionan con su propia clase (clientelismo proteccionista). Despedazado el sueño popular, la fantasía romántica que Lemebel le adjudica al gobierno de Allende sobre la inclusión de las minorías en la norma desaparece.
El recuerdo y una fotografía relatan el fatídico destino de la Pilola, la Palma y la Chumilou. El contagio de las tres, ya sea en Nueva York, Brasil o en las calles de Santiago, no marca una diferencia en el final común. En este sentido, el SIDA se convierte en el vínculo que superpone a los otros existentes que tendrán las clases sociales en la crónica, al haberse desvanecido la fantasía de una sociedad unida a pesar de la diferencia social. Como un augurio, “La noche de los visones” vislumbra el oscuro porvenir de la sociedad chilena celebrando y despidiendo los años de la presidencia de Allende y el ideal popular.
La dictadura militar redefine la manera en que se construyen los lazos sociales, la utopía popular de la UP se resquebraja y produce que los vínculos entre pares se fortalezcan. Como se manifiesta en “La noche de los visones”, mientras la caída de la UP destruye la fantasía de legalidad de las minorías sexuales, la dictadura las excluirá definitivamente de la norma. Es en este escenario en donde se desarrolla la segunda crónica del libro, “La Regine de Aluminios el Mono”. A diferencia de la primera historia, esta crónica no retrata el conflicto ideológico-político entre travestis de distintas clases sociales y su macabra unión a través del SIDA, sino que evidencia la construcción del lazo entre las locas del prostíbulo de la Regine y los militares, es decir, cómo se conforman los vínculos dentro de una misma clase separada por el autoritarismo militar.
El vínculo entre los militares y las locas es del tipo clientelista proteccionista, esto es, las “patrullas cansadas de apalear gente en el tamboreo de la represión” (27) iban al prostíbulo de la Regine a “eliminar su ansiedad” y las locas recibían por su parte seguridad y protección. Existe en este hecho una colaboración de las partes que genera la subordinación de los travestis a los soldados, la igualdad de clase se rompe. El aspecto político-ideológico de la crónica radica en este punto: locas y militares son representantes de dos posturas contrarias, la relación oprimido/opresor se hace necesaria para poder sobrevivir en la dictadura. El lazo de la primera crónica se basaba en el aspecto ideal (una fantasía) de producir una unión y pertenencia entre el proletariado y los travestis de esta clase, en esta historia, el prostíbulo de la Regine manifiesta la imposibilidad del ideal y concretiza la exclusión de esta minoría. Los travestis del prostíbulo de la Regine, en especial ésta, se saben marginados y de esto proviene la actitud hacia los “hermanos” proletarios del ejército, ellos son la posibilidad de poder sobrevivir (al margen) en la sociedad.
El aspecto perverso que tiene este lazo radica en el uso del SIDA como arma en contra de la dictadura, la traición de los soldados proletarios tiene el costo de ser infectados con la enfermedad. La apertura al imperialismo americano es lo que importa la enfermedad, es por esto que la dictadura es vista como la causa de que ésta llegara a Chile. El caso de la Pilola Alessandri y su contagio en Nueva York es un gesto que marca este hecho, “Ella se compró la epidemia en Nueva York, fue la primera que la trajo en exclusiva, […] la recién estrenada moda gay para morir” (16), también el contagio de la Chumilou por culpa de un “gringo” simboliza esto. El otro matiz de esta traición se liga a la sexualidad, la tropa rompe con la norma sexual que representa (ideal de la heterosexualidad) al orientar su deseo en un placer que esta fuera del orden establecido. Aparte de estos dos aspectos, el SIDA puede interpretarse como un nuevo punto de unión entre el proletariado. Si en la primera crónica rompía clases con un final común, en “La Regine de Aluminios el Mono” rompe con la marginalidad social del travesti con el contagio de la clase proletaria. En ambas crónicas se produce un lazo omnia mors aequat producto del SIDA.
En paralelo, la relación de la Regine y el Sergio se construirá en base a la complicidad entre ambos. Esto permite que, a diferencia del resto de sus camaradas, el Sergio no sea contagiado de SIDA. Además, en esta relación se idealiza la fantasía de la relación heterosexual de la loca, “fue el único que se quedó con ella después de la dictadura. El único pelao flaco que la Regine apadrinó como su amante oficial, después de pasarle lista a la tropa completa. A las hileras de conscriptos que entraban en su ano marchando vivos. Y salían tocados levemente por el pabellón enlutado del SIDA” (27).
Sergio es el único que cumple con la norma, sin querer voluntariamente ser parte de ella, “nunca quiso hacer el servicio militar, odiaba a los milicos y estaba en esa solo por obligación” (27). Esto produce otro vínculo entre él y la Regine, quien encuentra la posibilidad de concretar el deseo de una relación heterosexual por el hecho de que el Sergio no tiene sexo con otros hombres; de esta forma se establece la posibilidad de la travesti de ser parte de la norma y a su vez, el Sergio escapa de la realidad a la que se ve forzado en participar: “El Sergio se dejó lamer el oído para no escuchar los timbales de la pólvora. Dejó que esa succión apagara los gritos de mujeres agarradas a los hombres que él arrastraba a culatazos hasta los camiones” (29). Se entregan a una erótica redentora que les posibilita romper con el statu quo.
Este lazo se relaciona con la posición en que se presenta el SIDA en la crónica, el uso bélico que le da la Regine a la enfermedad excluye al Sergio por la relación que construyen. De esta manera, “después de que pasó la dictadura, el teniente y la tropa iban a entender el amor platónico del Sergio y la Regine. Cuando los calambres y sudores fríos de la colitis les dieran el visto positivo de la epidemia” (30). El ideal normativo de la relación Regine-Sergio se asimila al del amor cortés, pero con una connotación masoquista. Como indica Deleuze, a diferencia del sádico que tiene una necesidad de la institución, el masoquista busca concretar una relación contractual, una alianza entre las partes. En el caso de la Regine y el Sergio, la mezcla entre amor cortés y masoquismo se refleja en que la relación célibe se debe al contrato que hacen. Sergio satisface el deseo de una relación heterosexual de la Regine, mientras que ella no contagia a Sergio. Esto se sustenta en la fantasía de una relación dentro de la norma, su unión platónica es la base para mantener el contrato, por lo que el amor cortés que se profesan es a causa de la imposibilidad de concretar en un plano físico su relación. Esta es real mientras mantenga su aspecto ideal, debido a que si se materializa físicamente se rompe el acuerdo establecido, Sergio no puede ofrecer una relación heterosexual si tiene relaciones con un hombre.
El juego que hace Lemebel en ambas crónicas se enfoca en mostrar las diversas aristas que tiene el SIDA en la población homosexual en la época de la dictadura. A través de un lenguaje expresionista vincula la enfermedad con la situación que afectaba a las locas proletarias y la manera en que establecían los lazos sociales. La forma en que estas relaciones intersubjetivas se construyen en las crónicas evidencia la ideología política que acompaña a la sexualidad en las historias, dejando en cada historia la memoria de la represión de la dictadura, a la vez que refleja las fantasías de sus actores. En este sentido, política y sexualidad están profundamente entrelazadas en las crónicas de Lemebel a través del SIDA, este es el punto de unión en donde se materializa la ideología del autor, “la pandemia es vista desde una perspectiva cultural como un cataclismo social ideológico, e identifica de este modo el pánico colectivo que genera la persecución de la izquierda hecha por la dictadura como uno de tono sexual, característico de tiempos represivos” (Blanco 77).
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Notas
[1] En 1970 es elegido como presidente Salvador Allende, el primer mandatario marxista elegido democráticamente, quien estará a la cabeza de la Unidad Popular (UP). Su gobierno se verá interrumpido el 11 de Septiembre de 1973 cuando las fuerzas armadas, al mando del general Augusto Pinochet, tomen por la fuerza el control del país. Este hecho da inicio a un régimen represivo liderado por una junta militar encabezada por Pinochet, que perdurará hasta el 11 de Marzo de 1990 cuando Patricio Aylwin asuma como presidente.
[2] Siguiendo los postulados de Scheff (1997) entendemos el concepto de lazo social como la manera en que la personalidad, el comportamiento y las actitudes de las personas surgen de las relaciones que tienen con otros. El tipo de lazo que se construye adquiere una gran importancia al definir al sujeto dentro de la sociedad, el rol de este dependerá del tipo de lazo que produzca.
[3] Es importante aclarar que en Chile la epidemia del SIDA comienza en los años ochenta, específicamente en 1984 cuando se detectaron los primeros 6 casos en el país, según informa el Ministerio de Salud: http://epi.minsal.cl/epi/html/bolets/reportes/VIH-SIDA/InformePais_1984- 2010_vih_sida.pdf. Cabe recalcar la relación entre la consolidación del neoliberalismo en Chile en esos años y el inicio de la propagación del virus.
[4] Actualmente conocido como Centro Gabriela Mistral (GAM), el edificio UNCTAD III fue inaugurado en abril de 1972 con el fin de celebrar la III Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo para el Tercer Mundo; el hito histórico que representa este edificio se relaciona al esfuerzo voluntario que permitió su construcción en 275 días para poder convertirse en la sede del congreso. Luego de éste, Salvador Allende traspasa el control del edificio al Ministerio de Educación y pasó a denominarse Centro Cultural Metropolitano Gabriela Mistral. Luego del golpe de militar, el edificio se convirtió en la base de operaciones de la dictadura y cambió su nombre a Edificio Diego Portales. Observemos como la dictadura logró desplazar un símbolo de la UP para su propio beneficio.
Bibliografía
- Blanco, Fernando A. “De los ideales colectivos al sentimentalismo de la primera persona”. Desdén al infortunio. Sujeto, comunicación y público en la narrativa de Pedro Lemebel. Eds. Fernando A. Blanco y Juan Poblete. Santiago: Editorial Cuarto Propio, 2010. 71-98. Impreso.
- Cánovas, Rodrigo. “El lugar sin límites de José Donoso”. Sexualidad y cultura en la novela hispanoamericana. La alegoría del prostíbulo. Santiago: LOM Ediciones, 2003. 53-68. Impreso.
- Deleuze, Gilles. Coldness and Cruelty.1989. New York: Zone Books, 1991. Impreso.
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Lemebel, Pedro. Loco afán: Crónicas de sidario. Santiago: LOM Ediciones, 1996. Impreso.
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Parys, Jody. “Capítulo IX. La creación de (com)unidad mediante la hibridez: Loco afán: Crónicas de sidario de Pedro Lemebel. Memoria Histórica, género e interdisciplinariedad. Los estudios culturales hispánicos en el siglo XXI. Madrid: Editorial Biblioteca Nueva, 2008. 113-121. Impreso.
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Scheff, Thomas J. “ Chapter 3 - Punishment, child development and crime: the concept of the social bond”. Emotions, the Social Bond, and Human Reality Part/Whole Analysis. Cambridge: Cambridge University Press, 1997. 73-93. Impreso.