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Bárbara Délano (O "una perla de luna que naufragó con el sol")
Pedro Lemebel
Revista Punto Final, N°446. Junio de 1999
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La noche de Valparaiso era una parranda rumorosa cuando encontré a la
Bárbara esa última vez que me regaló
el cielo iluminado de sus ojos. Estaba feliz,
como si un carrusel de carnaval la girara
por dentro en el bailongo del Cinzano que
amenazaba lujuria, tango, bolero y la cumbia putinga asomando el ruedo del encaje
porteño. Estaba contenta, como si un ramillete de luces la chispeara en la pista ebria
de abrazos y encuentros con amigos que
no veia tanto tiempo. Porque ella era asi,
un pájaro nómade siempre dispuesto a levantar el vuelo de Chile a México, a Perú,
a donde la viajara su inquieto corazón de
poeta.
La Bárbara se habia formado en la errancia del exilio, cuando junto a su familia tuvo
que dejar este suelo. Y por años fue ejerciendo el oficio de poeta en los continuos
cambios que sufria su vida de joven comunista. Formada en la Jota, su cabellera dorada resaltaba en los cuadros de camisas
amaranto que vestian los muchachos del
partido. Y la Bárbara era tan bella, una verdadera muñeca nacida para una corona, por
eso fue elegida reina de las Juventudes Comunistas, cuando los chicos jotosos se daban tiempo para jugar en medio del apuro
contingente de esos dias.
Ella se habia casado tan joven con el
marxismo y tan pendeja ofreció la diadema
de su juventud a la causa del proletariado.
Se saltó las páginas más frescas de su agitada existencia en reuniones, mitines, emergencias y discursos serios que prohibían los
cosméticos en el partido, que prohibían la
marihuana en el partido, que miraban con
reprobación el rock en el partido. Y era una
época dificil para ser joven militante, donde
la libertad personal estaba a1 servicio de la
panfleteada causa social. Acaso por eso la
Bárbara decidió casarse nuevamente, esta
vez con un compaiiero de fila, su marido
que la acompañó por varios años en su politico y poético peregrinar. La pareja se veia
tan unida a comienzos de los ochenta, en
las peñas, en el Coordinador, en la Sociedad
de Escritores, donde usábamos la chapa
cultural para contagiar el desacato.Ta1 vez
por esa imagen, cuando la encontré en Valparaiso en los noventa, le pregunté por su
marido. Y ella echándose aire con una servilleta me dijo con soltura estoy libre. Por
fin estoy libre. Y yo entendi en esas palabras que por fin la Bárbara había soltado
sus amarras militantes y conyugales y se
disponia a recuperar las flores ajadas de su
adolescencia. Todavía estoy bien, me dijo
coqueta, a1 tiempo que sus ojos soñadores
se vidriaban azules en el brindar de las copas. Y era cierto, aún era una chiquilla, quebrada, pero dispuesta siempre a los filos
trasnochados del verbo amor. Esa noche en
el Bar Cinzano, la Bárbara era sólo ojos y
una soltura menguante la desmadejaba en
la pista rumbera, donde se cimbreaba la
proeza de esperar el amanecer en el humo
cieno del puerto cachero.
Desde entonces la encontré una vez mas
en la Feria del Libro y luego, tan pronto y
de improviso, la noticia amarga de su partida en el vuelo sin retorno de Aero Perú.
Entre las victimas de aquel accidente estaba
nuestra Bárbara, venia de México, pero un
devenir fatal le cambió el itinerario y la hizo
detenerse en Lima. Y luego, cuando despegó el boeing hacia Chile, ella pensó que en
algunas horas la nube rancia de Santiago
le daría la bienvenida, pero no fue asi, porque el aparato se hundió en el Pacifico, sepultando a todos los pasajeros en la profundidad de las aguas celestes.
Hasta hoy el cuerpo de Bárbara no ha
sido encontrado ni la mar mezquina lo ha
devuelto y es posible que navegue por los
acantilados submarinos, buscando su perla
lunera que en el vuelo de aquella tarde naufragó con el sol.