De verlo continuamente cruzar la ciudad con su indumentaria de travesti doméstico, con su figura lunfarda, de mendiga, vieja bruja, señora tirilluda que detiene el tránsito con su espejismo teatral para la sorpresa de la gente. La loca del carrito no tiene destino en su paseo lunático que arrastra por las calles sin ver a nadie, sin percatarse de las risas burlescas que deshilachan aún más su falda de franela a cuadros, el trapo poblador que, sin pretensión, le cubre sus huesudas rodillas de pajarraco artrítico, rumbeando la tarde a bordo de su poética trasgresión.
De su pasado no hay rastro, en la estela locati que dejan sus zapatones de hombre chancleteando la vereda lunar que alborota desafiante. Apenas recoger, sin seguridad, el testimonio que narró de él un periodista para un documental de la tele a la hora de las noticias. "Antes era un talentoso estudiante de arquitectura, pero al morir su madre quedó así". Y eso fue lo único que se supo de él, televisado a la fuerza, esquivando el ojo de la cámara con un desdén de garza principesca, evitando así el sapeo camarógrafo de esos programas acusetes sobre los locos que aún andan sueltos en la urbe.
Por ahí, por calle Lira, Carmen o Portugal, cerca del antaño glorioso barrio travesti de San Camilo, su silueta desguañangada descalabra la lógica peatonal del apurado mediodía. Más bien, es un reflejo donde la mirada ciudadana se desconoce con rubor, en el desorden de su peregrina bufonada sexual. La loca del carrito conduce su bote de supermercado coleccionando mugres que Santiago desecha en su flamante modernidad. Por ahí agarra una muñeca manca y la arropa con ternura subiéndola a su barca rodante. Por acá se enamora de un trapo desflecado que lo rescata para cubrirse la cabeza. Y así, con el trapito anudado en su barbilla sin afeitar, como una abuela sureña o una extraña Madre de Plaza de Mayo, desaparece en el fragor del tráfico, dejan do su alucinado delirio como una estampa irreal que se esfuma en el traqueteo neura del centro.
Todos lo han visto, de alguna manera la ciudad se ha acostumbrado a ser testigo de su paso orillando el pleamar de su destino menguante. Acaso traficando autónomo su caricatura libertaria que amalgama oposiciones de género, lucha de clases, estéticas bastardas del filosofar vivencial que muda los harapos de un neo Edipo en el arrastre del duelo materno con su parturiente trapear.
Todos vemos a diario su tranco sin prisa, hurgueteando en la basura revistas o libros viejos que luego comercia en la vereda de un Supermercado, explicando con clara lucidez la lectura de su contenido. Allí, vendiendo retazos literarios y fotocopias de textos suyos, es un elocuente sujeto cultural que contradice la imagen trastornada de su evadida contemplación. Alguien le compra, con algún estudiante dialoga, algún tonto se mofa incómodo de su apariencia gitana y vagabunda. Pero ella no lo ve tras el vidrio de su ausente cotidiano. No engancha su altivo tornasol de locura con la estupidez del machismo ambiental. Y cuando la noche santiaguina relumbra cobriza en los guiñapos de la tarde, la loca del carrito recoge su mudanza de libros parchados, y sin ningún apuro, como si ordenara un valioso jardín de perlas, diademas y cachureos, se marcha acunada por el rechinar de las ruedas, se confunde con una sombra más que despide el arrebol mohoso de los edificios espejos, cuando cruza la calle Portugal entre los bocinazos y el "deténgase" amarillo del semáforo. Se desliza justo por ese color intermedio entre el "PARE/SIGA". Como si eligiera de alfombra ese relumbro que pinta de oro su equipaje marginal, cuando se va navegando en el asfalto y deja como un chispazo la lírica errante de su alocado frenesí.
"Los satánicos dicen que el nazismo ya pasó, pero ellos se salvaron gracias a las encarnaciones de viejitas perdonavidas. Porque en realidad los satánicos trabajan de infiltrados como empleados públicos provocando desequilibrio en lo que los ignorantes llaman economía.
La gente cree que la economía se puede ver en las construcciones de los edificios, pero ahí solo hay grupos de obreros con cascos, con el cinturón lleno de herramientas y correas en el cuerpo para protegerse del trabajo en la altura. Pero es puro chamullo, es mentira que se suben a los techos o a los andamios y que usan esas herramientas.
Porque ellos son millonarios y solamente le limpian la cuea al arquitecto piñufla o a los maquinistas de los tractores y el resto del tiempo se dedican a hueviar a las mujeres que pasan, a las feas solamente, a las bonitas y a las lindas las insultan suavemente, porque así dicen que desprestigian a los trabajadores comunistoides."
The Clinic, 4 de octubre 2016.
JOSÉ PIZARRO CARAVANTES
(El Divino Anticristo)
[A Pedro Lemebel y su crónica "La loca del carrito]
Yo, José Pizarro Caravantes, alias Isabelísima,
ex bombero de la Tercera Compañía de Bomberos de Santiago
y ahora secretario de Diosísimo,
padre y culpable de los pájaros,
he venido a decir algunas cosas:
Yo,
reencarnación de una monja alemana
del siglo XIII, arrastro
estos harapos míseros, flamígeros
que me han dado la fama que repudio (Lemebel,
si llegase a perdonarte
eso de lo de “loca del carrito”
sería el día en que dejaras, Niña
de los montes de Venus,
de ser la mariposa hedionda a culo
merodeando las flores
venéreas, de los parques y jardines
de la imaginación
cuando a la estatua de Rubén Darío
se le levanta la verga bendita
sobre el agua en la fuente
y tú, mariposona, te le posas
como si fuera la flor de la vida
la flor de la muerte).
No me hago cargo ya de mis palabras
y si digo: la luz es el semen del cielo
que preña las ovejas de los campos
por el culo,
no es yo quien lo dice, sino el Señor Santísimo
que es muy suelto de lengua.
Cuando Diosísimo me dijo: "Deja a tu hijo y a tu mujer,
y te largas a la calle a propagar mi palabra
en el desierto de Santiago de Chile",
las palomas lloraron de alegría
como monjas de claustro
porque al fin me tendrían de su parte.
Tuve mujer e hija, y casa hermosa
pero solo me acuerdo del olvido:
¿se perdieron? ya no están, ¿están ardiendo
como la paja seca del mal día?
¿están ardiendo de amor por un espíritu,
mientras soplo las llamas con el culo?
La única soledad es el infierno.
(Me están diciendo que me quede calladísimo
porque el poema se está alargando mucho).
"Les respondo: el arte es largo y la vida, breve.
Quédense con eso. (Ars longa, vita brevis, /
Labor omnia vincit, puaj)".
O la muerte o el silencio, porque aunque soy
la reencarnación de una monja de claustro
del siglo XIII,
y me metí el espíritu en la raja, me viene
a veces, ciertas veces de la noche
bajo el montón de mantas que me tapan, esta
vergüenza de mi soledad
sin cuerpo,
unas ganas de amor que ni los ángeles
del cielo sostendrían
con sus alas
de mariposa novia,
sobre las nubes rojas del demonio.
En ISABELÍSIMA MONÓLOGOS DEL DIVINO ANTICRISTO
Rafael Rubio y Fotografías de Hernán Azócar.
2020.
www.letras.mysite.com: Página chilena al servicio de la cultura
dirigida por Luis Martinez Solorza. e-mail: letras.s5.com@gmail.com La loca del carrito (o "el trazo casual de un peregrino frenesí").
Por Pedro Lemebel.
JOSÉ PIZARRO CARAVANTES. (El Divino Anticristo).
Poema de Rafael Rubio.