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UNAS POCAS PALABRAS PARA LA PRESENTACIÓN DE ANIMAL ESCASO
Valencia 27 de mayo de 2010.

Por Ernesto Suárez

 

Hay momentos en que los tiempos históricos de un lugar parecen darle la razón a la poesía. No es que ésta necesite expresamente de aquéllos porque siempre los ha cobijado en el nudo de las palabras, pero el hecho es que en esos tiempos nos hacemos terriblemente concientes del filo de los poemas por donde llega el tajo. Quizás los tiempos del ahora que nos ha tocado transitar sean uno de esos momentos.

Hay, no obstante, modelos de poesía que en esos trajines se nos hacen más visibles que otros. Tampoco ello tiene mayor importancia, pero el hecho es que hoy quisiera referirme, de la mano del libro de Pedro Montealegre, a uno en particular. Me gusta referirme a él como un modelo de resistencia y flexibilidad. Son dos términos frecuentados por otros amigos poetas suyos y míos –Antonio Méndez Rubio, Enrique Falcón, José María Gómez Valero, Daniel Bellón, David Eloy Rodríguez, Jorge Riechmann, por citar a los españoles- y que bien podrían estar entresacados de un manual de ingeniería de la construcción. Quizás sea bueno el paralelismo. El hecho es que se atañen uno al otro en tanto que fuerzas, vectores de un movimiento continuo, el de la tierra que sostiene la edificación: ondas que vienen y rebotan y hacer cambiar los perfiles.

Pues bien, este Animal escaso que me ha traído hasta Valencia esta tarde desde una pequeña isla a miles de kilómetros de distancia, se me presentó un buen día como imagen perfecta de esa poesía resistente y flexible. Me refiero tanto a su carne verbal -esos versículos amontonados que fluyen y quiebran la lógica racional-realista-, como al tiempo interno donde nos obliga a instalarnos como ya permanentes lectores suyos. Cuando abordé su lectura por primera vez quedé arrojado con el poema que abre el libro a un hecho que tiene que ver con el respirar. Traten de leer este poema en voz alta y sientan su vértigo en los costados.

Permítanme una parada en medio de estas palabras desordenadas. He de reconocer que una de las razones íntimas y poco confesables por las que quise ver editado este libro fue porque me iba a permitir volver a disfrutar de la personalísima manera en que Pedro lee sus poemas. Casi por eso estoy hoy aquí.

Animal escaso actúo en mí como un diapasón. Pedro trazó en sus poemas múltiples sintonías poéticas  muy queridas para mí. Algunas de ellas se reflejan directamente en los epígrafes que insertaba en el libro (Stétié, Char). Otras sin estar no puedo dejar de sentirlas cercanísimas. Por ejemplo, Aime Cesaire y su clásico Cuaderno de retorno al país natal. Nada tiene en común con aquel texto o lo tiene todo: intensidad, rigor y desfachatez. No sé, todavía ando a la busca de las razones de este runrún sintonizado en particular. Quizás nunca las halle pero me esfuerzo.

Ahora  les ruego me dejen terminar con una última consideración ¿Es posible hacer poesía chilena desde Manises, Valencia, desde España? Es más, ¿será factible pensar alguna vez una poesía en español y a este lado del Atlántico (o de su hermano mayor, el Mediterráneo), donde los poetas españoles no sientan invalidada su tradición cercana porque desconocen lo que sucedió poéticamente hace cuarenta, treinta, veinte años en Chile o lo que está sucediendo ahora mismo en Venezuela, México, Argentina, Colombia? ¿Será posible arrimar ambos lados de la lengua? Creo que Pedro Montealegre con este Animal escaso afirma sin rubor que sí, que es posible el encuentro.

Muchas gracias.

 

 

 

 

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UNAS POCAS PALABRAS PARA LA PRESENTACIÓN DE "ANIMAL ESCASO".
Poesía de Pedro Montealegre.
Valencia 27 de mayo de 2010.
Por Ernesto Suárez