Tú me preguntas siempre cómo fue.
Y bien: vamos a suponer que yo sali de Chile,
que fui expulsado a puntapiés, o que huí
rompiendo el cerco como un puma aterrado.
Y bien: supongamos que ya no estoy
allá, que quizás no estoy en
parte alguna.
. . . . . . Pero voy a decir
muy claramente: pues, no he perdido nada. Porque,
cómo podrían quitarme mi volcán
con su volcana, mi río con su ría, mi
árbol con su arboladura, mi piojo con
su pioja, mi libro con
su librea, mi dolor con su dolora,
mi humo con su
humita, mi bote con su bota, mi solfeo
con su solfea, mi palo
con su pala, mi conducto
con su conducta?
Tú siempre me preguntas
cómo
fue.
Y bien: vamos
a suponer que ganaron la batalla
y falta aun —todavia— conocer
el resultado de la guerra.
. . . . . . Vamos
a creer
que no puedo tocar las cosas que tuve
y que amé. Pero voy a afirmar
solemnemente
que no he perdido nada, nunca nada, nada
de nada. Porque
cómo podrían arrebatarme mi caso con
su caza, mi saco con su saqueo, mi colchón
con su colchona, mi grillito
con su grillete, mi Bio-Bío con su Via-Via,
mi araucano con su araucaria, mi Baco
con su Baca, mi tumbo con su tumba, mi consejo
con su conseja, mi suelo con su suela, mi conjuro
con su conjura, mi cervatillo con su
cerbatana, mi gesta con su gesto, mi ceño
con su seña, mis esperadores con
su esperadura?
Yo poseo una máquina y maquino.
Yo poseo una boga y bogo.
Yo poseo una mesa y amaso masa.
El equipaje del destierro es una explicable
mescolanza de verdad y de humo. Y sin fuego
no hay humo.
Totalidad
Comenzó a ser mi alimento, mi comida
gloriosa, mi leño trashoguero, mi arbotante,
mi extrema dura necesidad. Comenzó
a ser mi reciclaje, mi equilibrio,
a ser mi agua diurna, mi notable nocturna criatura.
Comenzó a dejarse ver sin estar cerca
y a no dejarse ver oculta por mi peso.
A estirar la noche con calibres elásticos,
a moderar el día cerrando las cortinas, a gritar
en voz baja, a sonar en mi espectro,
a mover mis isócronas pezuñas, a concebir
campanas, a edificar un ala que cesó de paloma,
a palomear silbando ronco en su francés
perfecto, en su susurro nicoise, en su aroma
global de arriére-pays.
Comenzó a modularme gota a gota, a estriar
mis impurezas y a planchar mis dos surcos
abriéndome de par puerta y candado,
dividiendo por dos la raiz sola,
elevando al cubo la basura, cerrándome
el infierno con un hueso y el hueso
con su tuétano vibrante.
A ser mi cocinera racional, a cometer un almuerzo
pleistoceno, a desorganizar
mi destrucción, a untar mis
incendios con su fuego.
A marchar, reconozco velozmente, calle a calle,
más unida cada segundo contra mi arboladura, más
despierta, reconozco insomne, que el ojo
del reloj catedralicio.
De cuantas manos me amasaron pan,
mi harina recuerda ésas.
De cuanta dulce consumió mi apuro,
mi orgasmo anida allí.
De cuanta boca me sangró la gana,
mi beso allí se tuesta.
De cuanto pie me cabalgó la noche,
su zapato trepida.
De cuanto ombligo se miró cn mi ombligo,
labio a labio, espejo a espejo,
pliegue a pliegue, circulos,
vuelvo a escalar insecto las paredes
de su amoroso cráter bárbaro, bloqueado,
de su pequeña cueva ciega donde
todo calor ha fenecido ahora.
Y qué escribir de la memoria inundada abrupta,
cómo plasmar ese órgano insolente,
ese eléctrico cosmos obstinado,
si ella es enteramente memorable,
si ella es enteramente,
si ella es,
si ella.
Si: yo le digo: sí!
Madrugada
Este fue mi copudo subalterno,
el que miraba verde empinado en su tronco,
forzando con sus hojas la penumbra escuálida.
Forzando, para verla volcarse sobre mí
como si yo fuese una fuente plena,
un amado promontorio,
y ella bebiese al cabo mis cenizas.
Amaneció con la cabeza hacia mis pies,
la punta de sus pies en mis orejas.
Lamia ella de mí,
bebia yo de sí,
hasta que nuestros órganos estallaron compactos
y sus labios se colmaron de blanco,
de húmedo, de suavisimo material, de agraria
mermelada luminosa,
y mi boca se completó
de nieve oscura.
Afuera, mi copudo subalterno
parpadeó una por una sus hojas dislocadas,
rumoreó, alumbró una manzana general, una fruta
morbosa y precisa, que desayunamos
tomados de las manos, pisados de los pies,
cazados boca a boca.
Asi fuimos perdiendo poco a poco
los alientos del año, obnubilando enteramente
la incitación hostil de los relojes, perdiendo
de vista
el derrumbe del tiempo,
olvidando, como se ha repetido hasta el cansancio,
que todas las horas hieren
y la última mata.
Adiós
Ahórcame por trazar esta palabra
sobre un papel bisiesto y fulminante.
Estréchame de cuello y no me dejes
respirar hasta que olvide
ese dueto de sílabas infames.
Estrújame la lengua,
perfórame el paladar,
degüella mis cuerdas vocales,
incendia mi laringe, amasa
mi pulmón, no permitas que ese sonido
cruento salga a flote todavía.
Obstruye el ascenso de estas letras-alambradas,
puesto que estoy en bandolera sobre el dorso
de un miedo cerval
y me gustará siempre contar contigo,
emboscarme pequeño y subterráneo
bajo el furtivo helecho de tu vientre.
Oleo de Augusto, el Viudo, residente de Chile
Enviudó de su falo pero no de su aceite.
Enviudó de su mórbido pero no de su lóbrego.
Enviudó de sus tintes pero no de su arruga.
Enviudó de sus ojos pero no de su espejo.
Enviudó de sus hijos, de sus ejes, de su ajo.
Enviudó de sus ascos pero no de su náusea.
Enviudó de su cinto pero no de su santo.
Enviudó de su intento pero no de su instinto.
Enviudó de su máscara pero no de su cáscara.
Enviudó de su costra pero no de su llaga.
Enviudó de su lámpara y también de su amparo.
Enviudó de sus iras pero no de sus odios.
Enviudó de sus odios mas no de sus Oh dios.
Enviudó de su treta mas no de su retrete.
Enviudó de su perro, su correa y su miembro.
Enviudó de su gato, de su ovillo y su mimbre.
Del alpiste, la jaula, el gorjeo, el canario.
Enviudó de sus hostias, pero no de sus astas.
Enviudó del paisaje pero no del alféizar.
Enviudó del paseo pero no del dintel.
Enviudó del dintel pero no del zapato.
Enviudó de sus dientes pero aún no de su pan.
Enviudó de colmillo y así de sangre fresca.
Enviudó de su beso pero no de su bozo.
Enviudó de sus aguas pero no de sus sedes.
Enviudó de su cacto pero no de su espina.
Enviudó de su espina pero no de su mueca.
Enviudó de su gana pero no de su espera.
Enviudó de cadera, de tobillo, de seno,
de cordero, de sueño, de humedad y de almohada,
de teléfono, de ámbito, de coz, de calendario.
Enviudó de otro puerto y también de ese barco.
Enviudó de su zarpe mas no de su pañuelo.
Enviudó de su origen mas no de su destino.
Enviudó de algún pájaro mas no de las canciones.
Enviudó de su oreja mas no de las canciones.
Enviudó de su saña mas no de las canciones.
Enviudó de canciones mas no del juglar muerto.
Enviudó del gatillo pero no de la herida.
Enviudó de su Publio, de su Pueblo y su Pablo.
Enviudó de su Pablo pero no de sus Odas.
Enviudó de la contra pero no del encuentro.
Enviudó de altural pero no de bajel.
Enviudó de su cabra pero no de su albahaca.
Enviudó de su asado mas no de su carroña.
Enviudó de armisticio pero no de eutanasia.
Viudo quedó de llama no de fuego morado.
Viudo quedó de fuego no de frío flamígero.
Enviudó de tarzanes pero no de leones.
Enviudó de ligero pero no de alta pausa,
mas no de menopausia, tampoco de senecto.
Y enviudó de racimo, de candil, de coscacho?
Enviudó de su estola pero no de su estela.
Enviudó de su estela pero no de su estilo.
Enviudó de marasmo, de espasmo, de gigante,
de calzón, de cabeza, de alambrada, de estupro,
de colgajo, de sonda, de barbecho, de fiambre,
de estatuilla, de musgo, de penetro, de clásico,
de vaquero, de establo, pero no del estiércol.
De sonoro, de hiel, de atrás, de acupuntura,
de volumen, de cardo, de flor, de alta frecuencia,
de modulado, de árbol, de al fin, de tres maletas,
de sincope, de sombra, de carbón, de verdura,
de Estanislao, de alga, de soneto, de César,
de cálido, de honesto, de raíz, de corpiño,
de cópula, de cálculo, de síntesis, de lírico,
pero no de afonía moral, mácula estólida.
De mujeres, de arcano, de doblón, de tonsura,
de apócrifo, de pálpito, de onírico, de muelle,
de girasol, de oruga, de radio, de hasta luego,
de cómplice, de mármol, de estornudo, de escojo,
de esguince, de pezuña, de torero, de plasma,
de Morfeo, de insomnio, de sal, de moraleja,
de equinoccial, de agudo, de forma, de intemperie,
de cáspita, de cólico, de tránsito, de esdrújulo,
de fermento, de alondra, de pasión, de fogueo,
de rapidez, de esgrima, de contacto, de espuela,
de caballo, de altivo, de humor, de delgadez.
Enviudó de su prisa, de su afán, de su escolta,
de púlpito, de losa, de bastión, de Argentina,
de melón, de ornamento, de cáliz, de pasado,
de fortuito, de cáncer, de lógico, de escrúpulo,
de silicio, de sílice, de sólido, de sánscrito,
de apero, de coyunda, de rueda, de puntazo,
de repliegue, de curva, de placer, de reírse,
de Perú, de presente, de sesudo, de atónito,
de tabaco, de sorbo, de cantón, de hondonada,
de frontera, de caza, de siniestro, de escombro,
de carmesí, de pronto, de solaz, de elocuencia.
Enviudó de las leyes mas no de los lacayos.
Enviudó de Congreso no de Corte Suprema.
Enviudó de soporte mas no enviudó de miasma.
Enviudó de patriota mas no de rendir cuentas.
Enviudó de Pentágono, de aliento, de escopeta,
de azufre, de esterlina, de dólar, de decencia,
pero no de maraco, de hampón, de rastacuero,
de código, de pólipo, de Alessandri, de caca,
de orina, de espantajo, de Ortúzares, de abyectos,
de pus, ratón, carajo, Guzmán y esquizofrenia,
de imbécil, de ramplón, de Durán, de churchul,
de Bórquez, de Eyzaguirre, de Urrutias y Manzanos,
de gris, de fuero y foja y voraz y yanacona,
de Prats, de Letelier, de Lonquén, de Yumbel.
Enviudó de obra alguna y así de toda huella.
Y enviudó de razón y enviudará de fuerza,
y enviudará de cielo, de azul, de espiroqueta.
Y enviudará de día y enviudará de lumbre.
Y enviudará de noche y enviudará entretanto.
Y enviudará de traje y enviudará de salmo.
Y enviudará de cuerpo y enviudará de piel.
Y enviudará de hueso y enviudará de polvo.
Y enviudará de tierra todavía.
Y enviudará de todavía.
Palafito
Al que encontró la tierra minúscula y
sin nadie, lo diplomo eficaz. Al que
alambró mi huerto y mi jardín, lo
declaro maleable. Al que cavó los hoyos
de mandíbulas simétricas, lo reelijo topo.
Al que cazó los postes en el bosque, arracimó
las tablas especiales, las cepilló en el sitio,
lo doctoro en madera.
Al que reflexionó sobre estructuras, lo calculo
indudablemente globulado de números.
Le profiero un benéfico salvoconducto al que
multiplicó por cuatro las paredes.
Al que
dispuso el aire en derredor
lo aliento aireado. Al que hundió cada
clavo
en su agujero inexistente, no tengo
más remedio que forjarlo martillo.
Al que cuadró en su marco la ventana lo
acumulo paisaje.
Al que envidrió, hay que —gradualmente— trazarlo transparente.
Y al que enviudó de su pintura hay que crucificarlo brocha gorda.
Le beso el eslabón al herrero que ha forjado esta verja.
Al que ha urgido la mesa en cuatro patas
lo estimulo tabloide.
Le prodigo mi sentar al que paró la silla.
Le pertrecho la mórbida prestancia al que alambró
el somier.
A la que hinchó el colchón le lamo la destreza
presuntuosa, y a la comprensiva, que estructuró
las sábanas suavísimas, la
promulgo de lino.
Y titulo calor al frazadero capaz de una frazada.
Le inflamo el clavijero de las manos al que
supuso el fuego.
Le profano el cerrojo en epopeya al que ajustó la puerta.
Abro y cierro al que condujo —ya ves— la doble llave.
Le apelmazo los cuernos al amante que te dejó venir.
Te unjo asombro mía.
Me unjo sombra tuya.
Buenos días. Entremos. La casa
está asomándose a
la puerta.