ANTOLOGÍA DEL BICENTENARIO
Por Reinaldo Edmundo Marchant
Gabriela Mistral y Pablo Neruda lo soñaron alguna vez: entregar al pueblo de Chile, de forma gratuita, renunciando a sus derechos de autor, una selección de sus más emblemáticos poemas, para que sean accesibles a una mayor cantidad de público, a través de bibliotecas de todos los colegios, liceos y escuelas municipalizadas, subvencionadas y particulares, universidades estatales y privadas, bibliotecas sindicales y academias de las Fuerzas Armadas y de Orden.
El 18 de de septiembre del año 2010, nuestra nación celebrará doscientos años de vida republicana. Un gran hecho histórico para que la Comisión Bicentenario pensara en la edición de esta Antología poética de Gabriela Mistral y Pablo Neruda, saldando así una deuda pendiente con nuestros dos Premios Nobel y el anhelo más entrañable que tenían: que su lírica fuera leída y conocida por el mayor número de personas.
Los poemas y versos fueron escogidos directamente por ambos vates para su futura publicación. Ya se distribuyeron 28 mil ejemplares al mundo escolar. La edición de Neruda contiene una serigrafía (“Imaginario del canto general de Pablo Neruda”, 1972-1973), del pintor José Balmes, cedida especialmente por él, y un prólogo del estudioso de la obra nerudiana, Hernán Loyola.
La antología de Gabriela Mistral, por su parte, reúne creaciones en poesía y prosa, más una presentación completa del destacado investigador del Archivo del Escritor de la Biblioteca Nacional, Pedro Pablo Zegers.
ORIGEN DE LA ANTOLOGÍA MISTRALIANA
“Será para mí verdaderamente una alegría ver su nombre de chileno ilustre, de periodista y de amigo de los ausentes, en la carátula de este libro: tiene usted el don inglés de ser exacto, aventando a la vez la cursilería elogiosa y el denuesto criollo, rara virtud en un escritor sudamericano”, le escribe Gabriela Mistral a Ismael Edwards Matte, encargado del prólogo biográfico y crítico de la primera publicación en 1941, a petición de la propia poetisa.
Recelosa del denuesto nacional, Gabriela Mistral saca a relucir su carácter para asegurar calidad y exigencia en la antología que ella misma preparó. La poetisa, en esos años, no vive en Chile y precisa resguardo de su obra antológica, que está constituida fundamentalmente por dos libros: Desolación y Tala.
La praxis de Gabriela Mistral es compleja y delicada, ardua y dolorosa. Conocida es su costumbre de leer reiteradamente sus obra literaria, hasta tener una suficiente lucidez y precisión para auto convertirse en una ácida lectora y crítica de sus creaciones.
Es posible que sean sus rigurosos juicios sobre su lírica lo que determinaron que publicara una escasa obra en vida. Sin embargo, bastaron tres monumentales textos para que le fuera otorgado el Premio Nóbel en 1945: Desolación, Ternura y Tala.
En esta Antología Bicentenario, constituye una novedad encontrar su prosa, línea creativa casi inadvertida por lectores y la crítica nacional, donde retoma sus temas maternales, codificados de forma exclusiva, con un penetrante hilo narrativo, que abre nuevas miradas y exploraciones a su particular mundo poético.
ORIGEN DE LA ANTOLOGÍA NERUDIANA
“…que el Estado (Ministerio de Educación u otro organismo) publique una edición de un millón de ejemplares de una Antología popular de mi poesía. Tanto el editor Losada (propietario del copyright) como yo, renunciamos a toda utilidad y derechos de autor respectivamente siempre que esta edición no se ponga a la venta de ninguna manera, sino que se regale enteramente entre la población escolar…”, es parte la misiva que Pablo Neruda remite al Presidente Salvador Allende el 6 de septiembre de 1972, expresando su voluntad de publicar y donar una selección de sus poemas. La carta la envía al mandatario chileno con su amigo Volodia Teitelboim.
La edición de esta Antología fue pensada y preparada por Pablo Neruda mientras estaba al frente de la embajada en Francia. Colaboró en ella su secretario Homero Arce. En esa época, Neruda padecía un penoso estado de salud, del cual se sabe poco y escrito escasamente.
Los médicos le habían detectado síntomas del cáncer a la próstata y la enfermedad toma una progresión mortal. Hacia mediado de 1972 fue sometido a varias intervenciones quirúrgicas, hasta que los médicos le confirman a Matilde Urrutia la enfermedad incurable.
Será en ese estado vital que, junto a su transcriptor de poemas, Homero Arce, trabaja la propuesta de la Antología. Neruda sabe de su grave enfermedad, del poco tiempo que tiene por delante, y escoge los poemas más importantes para él, los más sencillos y conocidos, más otros recientes y un tanto ignorados por los lectores.
En esta atmósfera, no exenta de dolor y melancolía, “viviendo circunstancias capaces de derrumbar el ánimo del más fuerte ser humano”, según el especialista Hernán Loyola, logra culminar la compilación que décadas después es entregada de acuerdo a su propia aspiración.
El valor literario de ambas Antologías es innegable. La ocasión, el Bicentenario de nuestra patria, no pudo ser más oportuno para incluirlas como patrimonio cultural de Chile. Igualmente lo es el reencuentro de la historia humana e intelectual de los dos Premios Nobel: el instante en que cada uno preparó cada libro, el apremio existencial y la visionaria idea de legar una colección de creaciones que ellos mismos determinaron.