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NERUDA, SANGRE Y DESCENDENCIA

Por Jorge Carrasco



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DE TAL REYES, TAL PABLO

Es frecuente encontrar en las biografías de Pablo Neruda errores relacionados con su entorno familiar. El silencio, la evasión y una intencionada ambigüedad del poeta colaboraron para ahondar el misterio de sus orígenes. Es que la familia del autor de Canto general no fue ajena a los desórdenes propios de los miembros de su clase.

José del Carmen Reyes Morales, el padre de Neruda, nació en Parral. Tuvo 13 hermanastros, la mayoría con nombres bíblicos. Su madre, Rosa Basoalto Opazo, fue maestra del liceo de niñas de Parral, y al momento de casarse tenía treinta y ocho años. La madre muere de tuberculosis dos días y dos meses después de nacido Pablo Neruda. “Era una señora vestida de negro, delgada y pensativa”, dice Neruda en sus memorias.

Ante la muerte de la madre, el niño es criado por los abuelos hasta los dos años, tiempo en el que José del Carmen decide emigrar a Temuco. Allí se reencuentra con Trinidad Candia Marverde, quien se convertirá en la madrastra de Neruda. El poeta la llama “mamadre” porque para él fue el ángel tutelar de su infancia. En sus memorias la describe como “diligente y dulce, tenía sentido de humor campesino, una bondad activa e infatigable”. Nunca se le conoció un escrito, por lo que se cree que era analfabeta. En Memorial de Isla Negra, es recordada por su hijastro: La mamadre viene por ahí / con zuecos de madera. Anoche / sopló el viento del polo, se rompieron / los tejados, se cayeron / los muros y los puentes, / aulló la noche entera con sus pumas, / y ahora, en la mañana / de sol helado, llega / mi mamadre doña /Trinidad Candia Marverde, / dulce como la tímida frescura / del sol en las regiones tempestuosas, / lamparita / menuda y apagándose, / encendiéndose / para que todos vean el camino.

Una de las incorrecciones apunta a su hermano Rodolfo Reyes. Se creía que éste era menor que el poeta. En realidad, Rodolfo era algunos años mayor y fue fruto de una relación anterior del padre de Neruda y Trinidad Candia. Por una cuestión de decoro familiar, los parientes de Trinidad decidieron mandar al niño a vivir a Coipué, a orillas del ríoToltén, un pueblito ubicado al sur de Temuco. El niño volvió a vivir con sus padres cuando tenía doce o trece años. Este alejamiento produjo en Rodolfo un rencor siempre presente hacia sus padres y estableció una distancia insalvable entre él y Neruda.

La hermana del poeta se llamaba Laura Reyes. Fue fruto de una relación de su padre con Aurelia Tolrá, una amiga catalana, dueña de una pensión en Talcahuano. Volodia Teitelboim, uno de los biógrafos más autorizados de Neruda,  la describió como “una mujercita de físico fino, con nariz aguileña, salvajemente independiente”. Se convirtió en una fiel compañera del poeta. En la adolescencia le copiaba los poemas en cuadernos y lo socorría cuando una simple multiplicación lo abrumaba.

El desorden parental no sólo provenía del padre de Neruda. Trinidad Candia, antes de conocer a José del Carmen, había sido madre de un niño que luego se llamó Orlando Masson. Micaela, hermana de Trinidad, y Carlos Masson, amigo del padre de Neruda, criaron al vástago como un hijo más y le dieron el apellido familiar. Orlando sería luego poeta y fundador del diario La Mañana de Temuco, medio en el que Neruda publicó su primer escrito, el artículo Entusiasmo y perseverancia, a los trece años.

Los tres hermanos eran hijos de madres diferentes. José Ángel Morales fue inicialmente labrador en las viñas de Parral, obrero del dique de Talcahuano y finalmente maquinista de un tren lastrero, en Temuco. Era un hombre sencillo pero de carácter difícil, que en cada estadía establecía una relación amorosa.

Pablo y Rodolfo, cada uno a su modo y en mundos diferentes, desarrollaron la acentuada capacidad amatoria de su padre. A los sesenta años, su hijo lo evoca en Memorial de Isla Negra: Mi pobre padre duro / allí estaba, en el eje de la vida, / la viril amistad, la copa llena. / Su vida fue una rápida milicia / y entre su madrugar y sus caminos, / entre llegar para salir corriendo, / un día con más lluvia que otros días / el conductor José del Carmen Reyes / subió al tren de la muerte y hasta ahora no ha vuelto.

En el mismo sentido, Volodia Teitelboim, buceando en la austera y subterránea relación de los hermanos, dice: “Neruda quería a Rodolfo. Veía en él un producto natural de su estirpe familiar, con muchos oficios y sin ningún éxito, pero con afición por las mujeres, rasgo que a Pablo le enorgullecía. Rodolfo consiguió sentar cabeza finalmente como empleado municipal. Años después, con la jubilación, instaló un pequeño almacén en La Granja (...) Pablo me hablaba con cierta admiración por los varios matrimonios de su hermano Rodolfo”.

Pablo Neruda, como su padre y su hermano, amó a varias mujeres. Sólo en una de ellas logró tener descendencia: María Antonieta Haagenar. Malva Marina, su hija, murió a los ocho años de edad. Con la muerte del poeta, la más insigne línea parental de los Reyes se detuvo.
 


2

 

UNA FLOR PARA MALVA MARINA 

                       
"Aquí descansa nuestra querida MALVA MARINA REYES nacida en Madrid 18 agosto 1934 fallecida en Gouda 2 marzo 1943".

Esa información contiene, traducido del holandés, la lápida de la hija de Pablo Neruda. Su nombre es Malva Marina, fruto de su relación con su esposa, la holandesa de la isla de Java, María Antonieta Hagenaar. Murió a los ocho años.

Fue el único descendiente que tuvo el poeta.

Hace unos meses su tumba fue descubierta en el cementerio de Gouda, ciudad holandesa famosa por sus quesos y por los vitrales de una iglesia antigua. Permanecía abandonada, tapada por las malezas. En la vida y en la muerte la niña fue víctima del abandono y del olvido.

Neruda se casó con María Antonieta en 1930. Extrañamente, no hay en toda la obra nerudiana un poema dedicado a ella. Se dice que el poeta nunca la quiso, y que el nacimiento de una hija enferma terminó por liquidar el matrimonio. Neruda amaba a Albertina Rosa Azócar, una mujer que rechazó toda proposición seria que le hacía desde Oriente. El casamiento con la madre de Malva Marina fue fruto del despecho amoroso.

Pero Neruda intentó acomodarse a su nueva situación. Tras unos años de convivencia, María Antonieta quedó embarazada en España. No se trataba de un nacimiento no deseado, puesto que Neruda dio muestras de entusiasmo y felicidad cuando asumió la paternidad. A poco de nacer, le escribió a su padre desde España:

"Parece que la niña nació antes de tiempo, y ha costado mucho que viva... La niña es muy chiquita, nació pesando sólo dos kilos cuatrocientos gramos, pero es muy linda, como una muñequita (...). Por supuesto que la lucha no ha terminado aún, pero creo que se ha ganado ya la mejor parte, y que ahora adelantará en peso y se pondrá gordita pronto".

Muestra de la algarabía familiar por el nacimiento de Malva Marina son los versos que le destinó Federico García Lorca:

(...) "El Elefante blanco está pensando/ si te dará una espada o una rosa;/Java, llamas de acero y mano verde,/ el mar de Chile, valses y coronas.

Niñita de Madrid, Malva Marina,/ no quiero darte flor ni caracola;/ ramo de sal y amor, celeste lumbre/ pongo pensando en ti sobre tu boca".


Pero luego, enterado del mal incurable que padecía el bebé, el autor de Canto general escribió el trágico poema Enfermedades en mi casa:


"sube sangre de niña hacia las hojas manchadas por la luna/ y hay un planeta de terribles dientes/ envenenando el agua en que caen los niños,/ cuando es de noche, y no hay sino la muerte,/ solamente la muerte y nada más que llanto".

La desilusión aplastante lo lleva a enviarle a la poeta argentina Sara Tornú estas palabras incomprensibles: “Mi hija, o lo que yo denomino así, es un ser perfectamente ridículo, parecido a un punto y coma, una vampiresa de tres kilos”.

Pongo frente a mí una fotografía de la niña. Es un ser hermoso, de piel pálida, cabello negro, nariz relevante y grandes ojos negros. Posee una mirada profunda que va más allá de la materialidad de las cosas. Su boca de labios delgadísimos parece contener el aluvión de “ruiditos” que solía emitir sin conciencia.

Malva Marina dejó España en brazos de su madre, presumiblemente hacia Holanda, cuando tenía dos años. María Antonieta Hagenaar huía de la Guerra Civil española y del abandono de Pablo Neruda, quien se había refugiado en el amor de una nueva mujer, la argentina Delia del Carril.

En Holanda María Antonieta la puso en manos de una familia adoptiva compuesta por Hendrik Julsing y Gerdina Sierks, y sus hijos Heika, Geesje y Frederik. Para trabajar la madre debió vivir en pensiones, alejada de su hija. Continuamente se quejaba de la indiferencia de su esposo. Dicen algunos que durante un tiempo Neruda le envió cien dólares mensuales, pero se conocen cartas en las que María A. Hagenaar se queja amargamente del desinterés del vate:

 "Es realmente imperdonable tu negligencia hacia nosotras, especialmente hacia tu bebé. Hoy 18 del mes no he recibido tu dinero".

Frederick Julsing, uno de sus hermanastros, ingeniero, entregó unas fotos de la niña y alguna información extraída de sus recuerdos. Dice que era  muy dulce y que en lugar de palabras se comunicaba con “ruiditos“. Como no podía caminar, la trasladaban en un carrito. La niña se crió en Gouda, en tiempos de la ocupación alemana, y tuvo una existencia pura, inocente, mientras su padre, cónsul en México, ya comenzaba a regocijarse en su celebridad literaria.

Muchas preguntas se agolpan para ser respondidas. ¿Por qué el autor de Odas elementales nunca le cantó a sus hermosos ojos negros, así como celebró todos los elementos terrestres, la humanidad de hombres simples y poderosos, el amor en todas sus formas? ¿Cuál fue la razón de que, estando en México, y fuera avisado de la muerte de la niña, no hiciera público su dolor? ¿Qué lo llevó a no mencionarla en su libro de memorias Confieso que he vivido?

Preguntas que nunca podrán ser respondidas.

Hernán Loyola, estudioso de su obra, afirma que a Neruda no se le podía preguntar por la hija. “A él le dolía, tenía una herida. ¡Era dolor, santo cielo! No es justo que un hombre de ese nivel sea tratado microscópicamente”¨.

En uno de sus poemas Neruda dice que fue un hombre acorralado por sus  errores y en su autorretrato afirma sentirse “arrepentido sin objeto”. A más de alguno le gustaría saber si el recuerdo de la hija, concebida sin amor, criada en el abandono, estuvo presente en la conciencia del poeta cuando escribió esas líneas.

 

3

 

EL PEQUEÑO ASTRONAUTA

Sólo una vez Pablo Neruda pudo ser padre. Su hija se llamaba Malva Marina, nacida en España, fruto de su relación con María Antonieta Hagenaar, una holandesa de la isla de Java. La niña, enferma de hidrocefalia, murió a los ocho años en Holanda.

Su segunda mujer fue Delia del Carril. Se conocieron en España. El autor de Residencia en la tierra tenía poco más de treinta años. Delia, ya cincuentona, aceptaba sin pudor la incapacidad biológica de darle un hijo. 

Solo con su tercera mujer, Matilde Urrutia, el poeta barajó la posibilidad de ser padre. En su estadía clandestina en la isla italiana de Capri, Matilde padeció su primer embarazo. Luego, en Chile, la pareja ya consolidada llevó adelante dos nuevos intentos. Tampoco tuvo suerte. Matilde debió abortar en las tres ocasiones. Tras el tercer fracaso, Neruda se convenció de que la vida de Matilde corría peligro. Se resignó a vivir con su amada la última etapa de su vida sin descendencia.

En la casa de Isla Negra el vate se encariñó con un niño de los alrededores. Su nombre es Enrique Segura Salazar. En el libro Plenos Poderes, de 1962, aparece el poema titulado A ESS: “Cinco años/ de E., / Luego seis años, /ahora nueve y medio/ siempre aquí entre las algas de Isla Negra/ (…) Un año más de Enrique/ de Segura/ de Salazar/ el nieto de don Cloro (…) Oh pequeño astronauta/ te pregunto, y pregunto:/volarás en tu nave/ alguna vez (…)”. El título es a la vez dedicatoria y copia de las iniciales del nombre del niño.

Enrique Segura era un niño pobre, harapiento, un poco errabundo a quien Neruda quiso adoptar cuando tenía nueve años. Se cree que era familiar de uno de los carpinteros que trabajaban en la casa de Isla Negra. Lo había dejado arrimarse a la vivienda para alimentarlo, vestirlo y darle el cariño de padre. Por entonces el poeta se acercaba a los sesenta años. El vate joven, flaco como esturión, con la desesperación a cuestas bajo la lluvia de Temuco, se había convertido en un hombre gordo, apacible, consagrado literariamente y desencantado políticamente, que disfrutaba y sufría el sosiego de su vida familiar. Este sedentarismo repentino le infundió, al parecer, la urgencia de volcar en el niño Enrique su tardía vocación de padre. 

La intención del poeta contaba con el beneplácito del niño. Por entonces el visitante era ya casi un integrante de la casa. En las comidas, se sentaba a la mesa haciendo gala de sus cuidados modales. Luego de comer ambos solían recorrer los alrededores para buscar tréboles de cuatro hojas, y en algunas fotografías aparecen vestidos de marinero, junto a unas campanas y frente al mar de Isla Negra. En otras ocasiones el poeta lo hacía recitar encima de la mesa, frente a los invitados, poemas de Rubén Darío y de Federico García Lorca. Nunca los suyos.

Cuenta Segura, ahora viejo, que él se sentía un integrante más de la familia y que no permitía que otro niño invadiera la casa o el patio. El poeta le fomentaba el sentimiento de pertenencia. Los estudios secundarios llevaron al muchacho a Cartagena y luego a San Antonio, localidades alejadas de Isla Negra. Las visitas eran esporádicas, pero el poeta siguió protegiendo al niño. Cuenta Segura que a los diecisiete años medía 1,56 de estatura y que Neruda lo llevó al consultorio de un médico amigo para ayudarlo. Los ejercicios que le impuso el médico, según Segura, le permitieron dar el estirón que le faltaba. 

El muchacho decidió irse de Isla Negra. Estudió hotelería, se enamoró y se casó antes de cumplir veinte años. La falta de trabajo y la malaria económica lo acercaron nuevamente al poeta, a fines de 1971, en pleno gobierno de la Unidad Popular. Neruda redactó una carta de recomendación y el muchacho consiguió trabajo en el casino del actual edificio Diego Portales, donde funcionaban algunos ministerios del gobierno. Ya no se volverían a ver.

El golpe militar de 1973 lo obligó a exiliarse ocho años en Argentina. Regresó en 1994, a trabajar en la Fundación Pablo Neruda. Tiempo después volvió a partir y regresó, casado por tercera vez y con tres hijos varones.

Cuenta que la última vez que vio a Pablo Neruda sólo atinó a decirle “Hola”, ante la efusividad desmesurada de su protector. “¿Cómo me encuentras?, ¿más viejo?”, le preguntó Neruda. “No, Don Pablo”, contestó el visitante. “No me digas Don Pablo, dime viejo”, lo corrigió el poeta. Fue la última vez que se vieron.

 

 

 



 

 

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