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La "secreta influencia" de Proust en Neruda
Por Arturo Fontaine
Artes y Letras de El Mercurio, Domingo 18 de agosto de 2013
Según propia confesión, Pablo Neruda leyó cuatro veces todo Proust, cuando tenía solo 27 años. Su lectura parece haber sido una referencia esencial en su propio trabajo, aunque el mismo poeta se extrañaba de esta omisión en la que incurrían sus críticos al momento de escribir sobre su obra.
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La primera pista me la dio el escritor Jaime Valdivieso: una larga, larguísima conversación de Neruda con Carpentier en la que solo se hablo de Proust. Que Carpentier, que sus “Pasos Perdidos” deben mucho a Proust salta a la vista. (La alusión a Genoveva de Brabante ya lo dice). Pero que Neruda hubiera leído a Proust con pasión, me sorprendió. Luego vi un comentario de Gabriela Mistral: “La languidez de la manera y especialmente del habla de Neruda”. Vicente Aleixandre dice también: “la voz mas físicamente acompañadota que yo haya escuchado nunca”. (¿La de sus discos recitando?) Me imaginé a Neruda leyendo “En busca del tiempo perdido” con su propia voz, con su propia languidez y cadencia, remarcando las pausas casi como si se tratara de un poema en verso libre. Creí oír el ritmo de Proust trasmutado por Neruda, encontré analogías en el modo de ir pegando adjetivos diferentes y me asombro el intento por capturar algo huidizo a través de comparaciones o metáforas sucesivas. Y empezaron a resonar en mi incluso los acentos de ciertos ritmos nerudianos y el uso de la conjunción “y” seguida de coma: Proust: “y recuerdan, y aguardan, y esperan…”. Neruda: “y ardamos, y callemos, y campanas”.
De pronto una frase de Proust me pareció cercana a la intuición central de las “Residencias”: “Esta idea de la muerte se instalo definitivamente en mi como un amor… No podía ocuparme de una cosa sin que esa cosa atravesara, en primer lugar, la idea de la muerte…”. Y sentí que la presencia de las cosas – y de las personas y de los pueblos como en “Machu Picchu” (“Sube a nacer conmigo…”) que Neruda interpreta como un llamado a que él hable por ellas, por ellos, también se emparentan con Proust. Pertenecen a la tradición romántica. Neruda: “ceniza llena de apagadas almas, // venid a mi, a mi sueño sin medida… y hagamos fuego, y silencio, y sonido…”. Neruda: … “y un golpe de objetos que llaman sin ser respondidos/ hay…”. Proust: yendo Marcel en el coche con Madame de Villeparisis por los alrededores de Balbec ve tres árboles viejo:”… mi animo tenia la sensación de que ocultaban alguna cosa que no podía aprehender… Yo me creí mas bien que eran fantasmas del pasado… amigos desaparecidos que invocaban nuestros comunes recuerdos. Y lo mismo que sombras, parecía como que me pedían que los llevara conmigo, que los devolviera a la vida… Vi como se alejaban los árboles, agitando desesperadamente sus brazos, cual si dijeran: “Lo que tu no aprendas hoy de nosotros nunca lo podrás saber. Si nos dejas caer otra vez en el camino ese desde cuyo fondo queríamos izarnos a tu altura, toda una parte de ti mismo que nosotros te llevábamos volverá por siempre a la nada”.
Según Proust, el “trabajo del artista” es “intentar ver bajo la materia”, es descubrir esa “vida” que no se puede “observar”, es retornar “a las profundidades donde yace, desconocido para nosotros, lo que realmente ha existido”. La descripción “objetiva”, “cinematográfica” es ficticia. Dice Proust: “Una hora no es solo una hora, es un vaso lleno de perfumes, de sonidos, de proyectos, y de climas. Lo que llamaros realidad es cierta relación entre esas sensaciones y esos recuerdos que nos circundan simultáneamente”. La tarea del escritor es “encadenarla para siempre en su frase”… “Se puede hacer que se sucedan indefinidamente en una descripción los objetos”… “pero la verdad solo empezara en el momento en que el escritor tome dos objetos diferentes” y establezca “su relación”, o cuando aísle la esencia común a dos sensaciones “reuniendo una y otra, para sustraerlas de las contingencias del tiempo, en una metáfora”. Lo que falsea es la descripción de cosas fijas y separadas porque la experiencia viva es un flujo de sensaciones. La “naturaleza”, dice, le enseño a “conocer la belleza de una cosa en otra”. De allí que la comparación – la palabra “como” – sea tan frecuente en sus paginas como en los versos de Neruda: “… sacos…/como animales grises, redondos y sin ojos, / con dulces orejas grises…”.
Escribir será entonces indagar, hurgar, rescatar lo vivo del olvido o de la insensibilidad que nos hace deslizarnos por el mundo sin percepción ni gozo ni tristeza. Proust sobre el ascensor: “A ratos oía el ruido del ascensor que subía, pero iba seguido de un segundo ruido, no el que esperaba yo, la parada, en mi piso, sino otro muy diferente que el ascensor hacia para continuar su marcha disparada hacia los pisos superiores y que, por haber significado tan a menudo la deserción del mío cuando esperaba yo una visita, ha quedado para mi mas tarde, incluso cuando ya no deseaba ninguna, como un ruido por si mismo doloroso, en que resonaba como una sentencia de abandono”. Proust sobre los cerezos: “Las flores de los cerezos están pegadas a las ramas como una envoltura blanca que de lejos, por entre los árboles que casi no estaban aun florecidos ni cubiertos de hoja, hubiera podido creerse, en aquél día de sol tan frío aun, que era la nieve, derretida en otro sitios…”. Proust sobre la lluvia: “Un golpecito en el cristal, como si hubieran tirado algo; luego, un caer ligero y amplio, como de granos de arena lanzados desde una ventana de arriba, y por fin, ese caer que se extiende, toma reglas, adopta un ritmo y se hace fluido, sonoro, musical, incontable, universal: lleve”. ¿No resuena Neruda?: “fluido, sonoro, musical, incontable”… Proust sobre las campanas de San Hilario: “comíamos fruta, pan y chocolate, sentados allí en la hierba, hasta donde venían horizontales, débiles, pero aun densos y metálicos, los toques de la campana de San Hilario, que no se mezclaban con el aire que hacia tanto tiempo que estaban atravesando, y que, asargados por la palpitación sucesiva de todas sus líneas sonoras, vibraban a nuestros pies, rozando las flores”. ¿No resuena Neruda?: “horizontales, débiles, pero aun densos y metálicos…”. A veces, hay en Proust algo de celebración, de oda, de “canto material”. Proust, como Neruda, avanza tanteando, avanza por aproximaciones sucesivas: “Albertina, en una germinación, en una multiplicación de si misma, en una eflorescencia carnosa de colores oscuros había añadido…”. Tres veces se repite “en una”, lo que acentúa el ritmo, intensifica la atención, crea suspenso. Y siempre muestra a través de analogías y metáforas: “… y a veces se estiraban aquellas manos delante de Andrea como magníficos lebreles, con actitudes de pereza o de profundos ensueños, con bruscos alargamientos de falange”.
Neruda absorbió a Proust y lo transformo de acuerdo a su temperamento. Fue, creo, uno de los ingredientes que le permito dar con su propio estilo. Como dice Proust por carta a Madame Straus “cada escritor esta obligado a hacerse su propia lengua, como cada violinista esta obligado a hacerse su sonido”.
Influencia confesada
Cuenta Teitelboim en su biografía “Neruda” que “los nombres de Marcel Proust y de James Joyce” surgían en las tertulias del Hércules, El Jote y otros bares en los que se encontraba el joven Neruda con sus amigos antes de viajar a Rangoon como cónsul. A los veinte años se veía con Alone, gran lector de Proust, y el critico que lo consagra en Chile. En 1928 Alone publica en el diario La Nación ocho magníficos ensayos que reunió recién el 2001 en un libro Daniel Swinburn: “Para leer a Proust: la mirada de Alone”. ¿Los leyó Neruda? Según Teitelboim el cónsul esta “hambriento de diarios que vengan de Latinoamérica”. El 20 de mayo aparece uno de los artículos de Alone, “La inmortalidad en Proust” (cita y comenta la frase musical de Vinteuil) y ese mismo día el diario publica “Nombre Muerto” de Neruda. Seguro que recibió ese ejemplar.
El joven diplomático iba mucho al Stand Hotel, “el lugar más chic de todo el imperio británico de las Indias”, oye decir. Ahí “se juega al desafío del lujo”, afirma Teitelboim. Neruda se viste con elegancia, bebe whisky y juega tenis. Conoce a Josie Bliss, “especie de pantera birmana”, dice: “Tal vez sigo existiendo en una calle que el aire hace llorar”, escribirá años después. A menudo, por las tardes, va a ver a las bailarinas del lugar que, según es fama, pueden adoptar dos mil posiciones diferentes. Le gusta “contemplar los movimientos del cuello, las ondulaciones de la cabeza, el giro de los ojos, así como de las caderas”, cuenta Teitelboim. Uno lo imagina buscando analogías y metáforas – esas manos como “magníficos lebreles” – con las que encadenar en el lenguaje esa sustancia del cuerpo femenino “lleno de frutas extendidas/ y oculto fuego”. Un detalle: nunca abandono su afición al buen vino (la “Hormiguita” descubrió su infidelidad por la desaparición de una botella de buen vino francés) ni a la buena ropa. Jorge Edwards cuenta en “Adiós, poeta…” que encargaba sus corbatas a una exclusiva tienda de Roma”.
El 11 febrero de 1930, Neruda – ahora cónsul en Ceylan – le escribe a su amigo Eandi: “Tengo un gramófono y una dosis de felicidad; la sonata para piano y violín de César Franck (que Proust dice ser su mentada sonata de Vinteuil), es triste y dulce”. Proust: “… bajo la línea del violin, delgada, resistente, densa y directriz, se elevaba, como un liquido tumulto, la masa de la parte del piano, multiforme, indivisa, plana y entrecortada, igual que la parda agitación de las olas”… El 5 de septiembre de 1931 le escribe a Eandi: “Leo todo Proust por cuarta vez. Me gusta mas que antes”. Neruda, que aprendió francés y leyó a Baudelaire, Rimbaud y Verlaine en el liceo de Temuco con su profesor Eduardo Torrealba, se ha zampado cuatro veces a Proust y tiene 27 años…
En 1968 Jorge Edwards escribirá un artículo sugiriendo que la sonata de Vinteuil podía ser de Debussy. Neruda contesta en la revista Ercilla que la sonata es de Franck. Recuerda sus lecturas de Proust en Ceylán, "el más grande realista poético", dice. "Cada noche la sonata vivía conmigo, conduciéndome y envolviéndome, dándome su perpetua tristeza, su victoriosa melancolía", cuenta. Las páginas mismas que evocan el efecto de la sonata de Vinteuil lo convencen de que sólo pueden haber surgido de la sonata de Franck. "No había duda, allí estaba la frase de Vinteuil". Dice: "Un amor de Swann me hizo revivir los tormentos y las tormentas, los amores y los celos de mi adolescencia" y en esa frase musical de Vinteuil encontré, dice, "una desesperada medida de la pasión". Y añade: "Los críticos que tanto han escarmenado mis trabajos no han visto hasta ahora esta secreta influencia que aquí va confesada. Porque allí... escribí yo gran parte de 'Residencia en la tierra'". Neruda incorporó todo esto a "Confieso que he vivido". Todavía más: En otra ocasión, dice Teitelboim, "cuando alguien le inquirió sobre influencias recibidas, Neruda respondió: 'Hay una de la que nunca se habla y que, sin embargo, ha sido para mí muy importante: la influencia de Proust'".
Pienso ahora en esa "secreta influencia ... confesada" y siento la voz de Neruda leyendo a Proust:
"Pero cuando nada subsiste ya de un pasado antiguo,// cuando han muerto los seres y se han derrumbado las cosas,// solos, más frágiles, más vivos,// más inmateriales, más persistentes y más fieles que nunca,// el olor y el sabor perduran mucho más,// y recuerdan, y aguardan, y esperan...//