Amigo Pablo Neruda has cumplido hace poco tus jóvenes 75 años: no estás con nosotros, pero eso no nos extraña, porque siempre te nos escapas hacia alguna parte. A la isla, o al norte o al sur, al Asia o a Europa. O a la muerte.
Pero tus amigos te seguimos recordando y junto al pueblo de Chile decimos tus poemas. Los decimos los viejos que venimos con ellos desde nuestros años liceanos y los jóvenes que recién te empiezan a conocer. Es una lástima que no hayas estado con nosotros en la Sociedad de Escritores, junto a Lucho Sánchez Latorre, que siempre te recuerda con afecto, y a tu viejo camarada Diego Muñoz, que dialogó conmigo en prosas tuyas de otro tiempo, viajando juntos en el viejo autobús en que cruzaste Birmania. Ni estuviste conmigo en el Valparaíso de tus amores, oyendo las afectuosas palabras de Pancho Velasco, ni las canciones de nuestra amiga Danae en la voz de una niña porteña que nos recordaba "el amor de los marineros que besan y se van". Y te recordó Concepción, con un teatro repleto de juventud estudiantil y de obreros, algunos ya entrados en años, que querían estar presentes en el homenaje a su gran compañero. Con Brisolia Herrera llevamos a ese público fervoroso tus poemas, desde aquellos tempranos de tu creación poética hasta esas odas que nos dicen que "ganaremos nosotros, los más sencillos" o que no nos desesperemos porque también para nosotros llegará un día la primavera. Y así en Valdivia o en Chillán y en todo Chile.
Y Santiago te siguió recordando en muchos actos en tu honor, cerrando tu mes de julio con uno muy lucido en un local de sindicato, como a ti te hubiera gustado; allí hablaron de ti, ya no los escritores, tus hermanos en las letras, sino tus hermanos en las luchas del pueblo, los dirigentes sindicales. E Inés Moreno, en su voz profunda, transmitió tus poemas. Y Matilde, con su presencia, completó tu figura.
En nuestras clásicas peñas los cantores se esmeraron cantando nuevas canciones con tus versos. Y los talleres teatrales dramatizaron tus poemas, desde los grupos más organizados, hasta aquel grupo de jóvenes obreros de Maipú, que recién inicia su trabajo. Todos contigo, todos respirando y nutriéndose de tu poesía. Por eso no nos duele tanto tu ausencia, porque a pesar de todo estás hoy con nosotros, eres nuestro, padre del pueblo, inmutable poeta.
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Por Roberto Parada
Publicado en APSI, N°62, agosto de 1979