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Entrevista al poeta Persus Nibaes para el 3er Ciclo de Literatura del Santo Laurel
Osorno, 7 de nov del 2019.

Por Roxana Miranda Rupailaf



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Persus, tu eres un escritor y un investigador muy prolífico que trabajas con la palabra desde diversos frentes: narrativa, poesía, ensayos, estudios. ¿Cómo describirías tu propia escritura?
— Mi escritura es rápida. Escribo desde los 14 años y lo hago casi todos los días. Comencé escribiendo en los cuadernos del colegio, pensamientos y poemas de desamor. Tenía un terrible complejo de inferioridad social con mis compañeras de colegio. Entonces comencé escribiendo sobre el sufrimiento que me producía estar enamorado de una chica de otra clase social. Como digo, a mí ni la chica que me gustaba, me gustaba.

Luego en la enseñanza media escribí un cuento y gané un concurso, entonces en el colegio me hicieron un acto y me vi a mi mismo como escritor. Frente a mis compañeros y familiares era un escritor desde el colegio, entonces siempre esto me ha acompañado. Luego en la universidad conocí la poesía. Comencé a escribir en una máquina de escribir, una poesía social cuando hacíamos el Mecanografiado, después intenté de escribir poesía erótica en mi libro Piernas. Habla sobre la cosificación de la mujer como objeto sexual masculino. Últimamente con mi libro Macuñ que estoy todavía corrigiendo, estoy haciendo una hermenéutica sobre la interculturalidad de nuestros mitos. Cómo se leen esa diferentes capas de significación que tiene el territorio.

Después de salir de la Universidad estudié 3 postgrados en 10 años. Comencé a escribir ensayos ya en computador. Gané algunos premios por ensayo y salí a estudiar fuera de Chile.

Aquí volqué todas las lecturas de la historia y la literatura. Me interesa saber tanto el argumento de las historias como sus formas de escritura. Entonces leo historia, literatura y teoría por igual. Soy más pasional. No escribo ni leo todos los días, pero si casi todos los días estoy involucrado en un proceso creativo o de lectura. Cuando un libro me atrapa no lo suelto y estoy trabajando en el proceso escritural todo el tiempo. Las historias las voy imaginando en mi cabeza hasta cuando ya tengo varias ideas de capítulos hago un índice y les voy dando forma contándole las historias a mis amigos.

En estos momentos estoy trabajando en mi próxima novela que se va a llamar Papelillo, que es como una autobiografía novelada de llevar estos últimos 10 años viajando entre Argentina, Colombia, España y Alemania. También estoy trabajando en el proceso imaginativo del Revisorio que es la precuela del Levisterio y El Proceso a los brujos de Chiloé, que es la secuela. El Revisorio es la versión novelada de la Destrucción de las 7 ciudades por Pelantaru, que es mi héroe máximo y es la historia de cómo una niña se convierte en machi y es considerada bruja y de un niño genio mapuche que inventa un grafemario mapuche con letras o grafemas mapuche y los curas se lo queman.

¿Qué es aquello que la moviliza?
— Ahora estas historias las escribo en mi teléfono en el block de notas. Lo que me moviliza como escritor es que siempre que se me ocurre una historia para contar siento que esa historia no existe en la literatura presente. Con El Levisterio sentía que faltaba una novela de Chiloé y sus brujos así como para un público juvenil. Me interesa mucho el público juvenil. Con la Destrucción de Osorno, lo mismo, sentía que faltaba ese libro.

Hablanos de tu proceso escritural. Yo se que cada libro tiene una historia en particular. Quiero remitirme específicamente al Levisterio, tú te adentras en los relatos locales, en la historia mapuche, chilota, ¿cómo conjugas realidad y ficción? ¿qué cuidados tienes para resguardar el relato oral? ¿y la identidad de los territorios?
— El Levisterio lo fui escribiendo primero en un cuaderno, luego en el compu y luego en mi teléfono. Leí e investigué una considerable cantidad de libros, revistas, cartas, documentos históricos en archivos, como el de Osorno o el de Indias en España o el de Santiago. Conversé con mis amigos chilotes, con mis amigos poetas.

Los poetas siempre saben muchas cosas, son como pequeñas bibliotecas de historias, todos independientemente de si nos gustan más o menos sus escritos, ser amigo de los poetas y escritores en general es muy entretenido.

Me encanta viajar y conocer escritores de otros lados. Creo que el viajar tiene mucho del proceso creativo. Por ejemplo después de visitar Sevilla, y caminar y recorrer la ciudad diariamente, tenía mucho tiempo de pensar, y de armar mis libros en la cabeza para después trabajar, siempre muy solo, pero una soledad dulce.

Fue después de visitar el Archivo de Indias que supe que El Levisterio debía terminar con una serie de cartas que de alguna manera contradicen lo que está dicho en los capítulos. Escuché muchas historias locales, soy investigador de historia mapuche y tampoco sé tanto de historia mapuche como Bernardo Colipan, pero siempre estoy leyendo y pensando mucho en la historia mapuche.

Con los alemanes de la Universidad de Jena que llevo trabajando años, estamos escribiendo un libro de historia mapuche para público alemán. En conjunto con el historiador Adrián Moyano somos editores y junto a otros autores estamos haciendo el intento.

Conjugo realidad y ficción de la forma en que pienso la historia. La historia es pura ficción. Nada de lo que ocurrió en el pasado lo podemos saber exactamente, todos los relatos sobre el pasado son solo historias, interpretaciones de varios autores que se refirieron al pasado. Pero el que controla el presente controla el pasado. No sería de extrañar que en un régimen fascista sea prohibida la historia mapuche. Ahora claro que hay un pasado que existió, pero la historia es un campo de batalla igual que los periódicos, en el fondo existe una enorme lucha de poder sobre el pasado y su control a través de los discursos.

El relato oral lo resguardo tratando de escribirlo tal cual lo escuché en el contexto de una historia. Incluso trato de escribir tal como hablan las personas utilizando palabras de la jerga sureña. La identidad de los territorio la trato de resguardar posicionando cada historia o mito local con su contexto histórico y sus problemáticas políticas. No hago menjunjes como Baradit que pone al Trauco buscando esferas en el Altiplano. No. Si voy a escribir sobre el altiplano lo voy a hacer sobre sus propios seres mitológicos. Nunca lo he hecho, lo digo como un ejemplo, pero sería interesante.

Cuando me mudé a Talca estuve explorando un poco sobre Tawantinsuyu y recientemente estuve en Tiwanaku, por que el Maule fue el límite sur del imperio inca y en el Maule se desarrolló la batalla entre mapuche e incas.

Me gustaría que me hablaras de tu último libro El Ajedrecista de Hitler. ¿Cual es el argumento? ¿De dónde nace?
— Es al historia de niño que nace en Concepción históricamente, pero lo cambié a Osorno para la ficción. Es de familia descendiente de alemanes. Es un niño genio para el ajedrez. Su padre fue campeón de Chile y él rápidamente supera a su padre y cuando asciende el nazismo con el gobierno de Hitler, la familia emigra a Alemania. Allá en un torneo en Praga derrota al número uno del mundo Alexander Alekhine. Por otro lado también es la historia de la muerte de Fritz Todt. Un nazi que trabajó en las autobahn y que fue uno de los cercanos a Hitler que sospecharon que la guerra estaba perdida. Hitler lo mató cuando se dio cuenta que Fritz Todt lo había descubierto.

El fuego, la destrucción, Pelantaro, están presentes en tus libros El Levisterio y La Destrucción de Osorno. Rebelión mapuche en el Chaurakawin. ¿Cómo crees que se relacionan estos libros con la actualidad del país?
— Se relacionan absolutamente. Lo que está pasando es un problema de arribismo terrible por el que pasa Chile. La guerra entre ricos y pobres también es una guerra contra los mapuche. Los mapuche y los chilenos mestizos somos hijos de aquellos españoles que violaron mujeres mapuche. Somos un país hijo de una violación y así todo Latinoamérica.

El fuego me ilumina como elemento creativo. Siempre soy de andar peleando y como dijo un personaje de Batman; hay hombres que solo quieren ver el mundo arder.
Hace unos días escribí una nota sobre el arribismo con que opera Chile. Esta política de quitarle todo al pobre y darle al rico. La historia nos dice que la cultura española se instaló sobre la cultura indígena. Hay mucha ignorancia en nuestra Constitución.

¿Siempre en tus textos está la palabra guaxo?
— Si pues yo soy un guaxo, soy adoptado de padre. Mi padre me adoptó muy de niño y me cambió el apellido. A mi progenitor yo no lo conozco y no me interesa conocerlo. Dicen que trabaja en el Banco Estado de Puerto Montt y si lo ven le dan mis saludos, pero a mi no me interesa hablar con él. Lo que ocurre es que con un grupo de amigos de historia nos decimos guaxo de cariño. Pero sí, este es un país de guaxos y esa fue la forma en como imaginé que se trataban los traucos entre sí. Pensé que ellos debían tratarse como paisanos, como amigos de toda la vida y debían hablar en un lenguaje muy coloquial. Como yo con mis amigos.

Me llamó la atención la fluidez de los diálogos en el Levisterio. Lograste manejar el lenguaje de los diálogos, algo que encuentro muy difícil.
— Si, hace años que vengo escribiendo prosa y tengo un poco de práctica de imaginar los caracteres de los personajes y dibujarlos a través de los diálogos. Para eso me propuse escribir un cuento solamente en diálogo que se llama La Moto y está ambientado en Rahue. En ese cuento no hay narrador solo diálogo y sí, es difícil.

¿Qué novela recomendarías leer en estos tiempo?
— Les recomendaría leer El Ajedrecista de Hitler, el que lo quiera leer se la envío gratis.



 

 

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Osorno, 7 de nov del 2019.
Por Roxana Miranda Rupailaf