
        
        EL  CUERPO MUERTO DEL VENADO CHILENO
            De  gente marchando contra Hidroaysén
        Por  Pablo Paredes M.
          
        
        
        Los huemules ahogándose, sus  pulmones que se revientan / Está bien que pienses en eso y que te den ganas da  salir a marchar por la Alameda. Está  bien incluso que te de ganas, por primera vez, de romper algo de la ciudad. A  mí me gusta que esa imagen esté en tu cabeza, me gusta que estés marchando, me  alegra tanto verte prendiendo una velita tan parecida a la de nuestros muertos.  
           
          Fíjate, así como tú empiezas a  creer en la movilización social, yo empiezo a creer en los fantasmas, les  hablo, me acompañan. Nos estamos acercando nosotros dos, fíjate.
          
          Este lugar se llama Plaza  Italia y es donde vivo ahora y, a pesar de todo lo que he estado diciendo sobre  la gente como tú -si es que me permites decir “gente como tú”- me da mucho  gusto que estés acá. En serio,  me alegra  que tengas rabia, me dan ganas de hacerte cariño, de decirte: sigue pensando en  esos pulmoncitos de huemul reventándose, pero fíjate, fíjate bien cómo son  idénticos a niños, a dos niños pobres de Chile que se ponen morados, que no  pueden respirar porque en sus escuelas no les dan palabras para poder abrir la  boca. 
          
          Yo sé que yo no puedo dar  clases de nada, mi generación se hizo pedazos por intentar recrear la dictadura  en sus corazones noventeros y tener así una estética en una política revotada que  no nos sirvió para casi casi nada. Yo cargo con esa pena. Por eso fui tan feliz  regalándole limones a los secundarios que arrancaban por mi calle de los gases  lacrimógenos.  Y por eso me despedacé  cuando vi al presidente del Centro de Alumnos del Barros Borgoño cosiéndose sus  orejas rebeldes porque Rafael Araneda sería ahora quien le enseñaría cómo debe  ser un país. Cargo con esas cosas, por eso me pone tan nervioso la ecología,  las formas de los autos de los ecologistas, la angulación de sus narices; pero,  claro en el fondo de mí sé que el hecho de que las calles estén llenas de  marchantes no puede ser algo malo para un país inmovilizado hace tanto. 
          
          Tú sabes muy bien cómo amo a  los venados, no vayas entender mal las cosas. Yo amo a los venados pero yo  quiero que veas a niños chilenos colgando mugrientos de sus dientecitos  vegetarianos, mocosas pobres que duras por el frío forman los cuernos, dueñas  de casas tristes que constituyen ese pelaje de color indeterminado,  trabajadores mal pagados que se hacen ojos en donde miedo y rabia son la misma  materia húmeda. Me gustaría que supieras que este animal que flota en los  campos inundados de La   Patagonia, no murió por el agua. Me gustaría que supieras que  lo mataron a palos hace varios años atrás. Pero está bien, mientras, marchemos.
            16 de Mayo del 2011