Proyecto
Patrimonio - 2008 | index | Pablo Paredes | Felipe Ruiz | Autores |
"Mi Hijo Down", Poesía de Pablo Paredes.
Editorial Black & Vermelho, Buenos Aires Argentina
La parada de Paredes: más lejos de Gran Avenida, más cerca de La Victoria.
Por Felipe Ruiz
Presentamos Mi Hijo Down, de Pablo Paredes M. (M es la letra con la que comienza el segundo apellido de este poeta, y con la cual aparece firmado este libro). La presentación partiría por el comienzo: nosotros efectuamos el procedimiento inverso. Partimos por el controversial y hasta tórrido capítulo dramatúrgico de este poemario, el último. En él, dialogan tres “enfermitas sagradas de Chile”, Hemofilia, Mongola y Mujer elefante. Me ha llamado profundamente la atención el desenfado con que Paredes trata un tema que los media nos acostumbraron a ver de modo morboso y hasta obsceno: la enfermedad mental y la deformación física. La buena costumbre nos haría palpar esta temática de un modo culposo o lastimero. Paredes parece abrigar cierta complejidad mayor, al retratar una pelea entre estas tres enfermitas que termina en un crimen.
El desparpajo con que Paredes retrata esta escena me parece es lo más catártico y logrado de un libro que, vaya, es un poemario. ¿Desmerece esto su obra? No lo creo. Pero introduce una complejidad mayor: si un poemario concluye con una pieza teatral, la medida del poema no está dada por un resultado conclusivo clásico, sino por una satisfacción dada por la propia naturaleza de la obra de arte. Ella es híbrida, pues implica un deslizamiento, tránsito y reversión del pedazo dramatúrgico hasta convertirlo en una pieza más de un conjunto del poema. ¿Es la poesía capaz de convertir cualquier arte en un poema? ¿Es la fuerza del poema tal que todas las artes integradas pueden ser subsumidas por una obra poética? Yo creo sin chistar que sí, y si Paredes figura como poeta y dramaturgo me atrevo a afirmar que lo de “poeta” es lo que sostiene su operática.
Hay un tiempo que no vuelve, claro está. Y ese tiempo irrepetible e irremediable, las aguas invertidas de El tiempo recobrado de Raúl Ruiz, o el tiempo circular El amor en los tiempos del cólera, de Márquez, es el tiempo del que Paredes parece tratar de huir en Mi Hijo Down. Su portada es clarividente: letras ochenteras en el título, y una foto de hace 20 años de una familia en un cumpleaños. La persistencia de los objetos en el tiempo parecen trazar la comunicación perenne del poeta con su memoria. Pero su uso, la recuperación de esos útiles, no puede servirle únicamente de excusa para la nostalgia. La nostalgia no le está permitida al poeta de hoy y Paredes lo sabe. Su proyección es absolutamente heroica porque avanza, con su mirada y su lírica, hacia un vamos que proyecta:
El niño llorado.
La mamá reta al niño porque se ha meado en la cama,
Le dice cómo a tu edad,
El niño que tiembla de vergüenza,
Le dice que no se ha meado
Que parece lo que parece
Porque ha llorado toda la noche con el pene.
Porque la nostalgia no le está permitida, posiblemente el recuerdo permitido es el recuerdo de la muerte acometida y por acometer. El memento morir que no cesa de acosar en el sentimentalismo vago y vano, y que es resemantizado en libros como Gran Avenida, de Gladyz González, o Cartografía del éter, de Damsi Figueroa. Me parece que la obra de Paredes entra en diálogo curioso con estas aventuras, pero en cierta medida no llega a esas alturas. Mi Hijo Down resulta un potente torrente de versos articulados y compuesto, pero no logra tocar la esencia – como si lo hiciera El final de la fiesta -, del sentimiento que Hernández a definido muy bien como de delirio y la ternura.
Pero estamos hablando de un autor que de suyo es infinitamente superior a la media de autores del circuito nacional. Con ello quiero decir que pese a que Mi Hijo Down no es su mejor libro, continúa siendo muy superior a otros proyectos nacionales cuya ambición y proyección no le hacen ni la sombra a este poeta que aún tiene mucho, mucho que decir.