Las personas y los proyectos políticos lo pueden pasar muy mal con un nombre feo.
(Sí, yo apoyo al Voto Obligatorio)
Pablo Paredes M.
Escritor
Magíster en Comunicación Política
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El “Voto Voluntario” goza de la simpatía que le da su primera capa semántica del mismo modo, y por la misma razón, que el “Voto Obligatorio” termina siendo alineado ahí, en ese rincón oscuro de la República a donde van a dar las Senadoras Designadas. Con este panorama connotativo, me atrevo a proyectar que los que hemos propugnado esta idea, rotulada en la “obligatoriedad”, de frentón estamos sonados, es más, por haber dicho que no nos gustaba el “Voluntario” seremos acusados de totalitarios (hitlerianos o stalinistas, da lo mismo) y tendremos que dar mil explicaciones para que nos renueven la licencia de Izquierdistas o Progres.
Pero bue… hagamos el ejercicio de pensar que las cosas no fueron así. Pensemos que esto lo conversamos antes y que un diputado gordo popular o un senador greñudo, nos escuchó y lo convencimos de que presentara un proyecto con un nombre más lindo, algo así como “Voto con Desafiliación Voluntaria” que incluía inscripción automática a los 17 años, desafiliación voluntaria en el Registro Electoral por cada elección y voto de los chilenos en el extranjero. Les aseguro que otro gallo cantaría. No tendríamos esta horrible sensación de que con el voto voluntario la participación se va ir a la cresta, porque es partir de la nada en vez de optar por un todo, en el que, en nuestro hipotético proyecto, nadie estaría obligado a permanecer. No tendríamos que andar haciendo esta analogía corporal, pertinente pero terrible, que dice: todas las personas debiesen ser donantes de órganos y el que no quiere hacerlo, pues tiene el derecho, pero debe declararlo. No al revés. Es que el país necesita donantes como votantes. No se me ocurre otra manera más gráfica de plantearlo.
Se me ocurre sí una menos gráfica, pero igual de significativa. Usted estará de acuerdo conmigo, espero, con que el gran problema de la Educación Chilena es que reproduce la inequidad. Ahora bien, qué es lo que podría reproducir el “Voto Voluntario”, pues nada menos que un concepto que debería sonarnos igual de indignante: “la inequidad cívica”. En una sociedad estructuralmente inequitativa, la voluntariedad del voto podría no hacer otra cosa que poner en escena la mala distribución del capital cultural. Entonces la medida de Voluntariedad funcionaría creando la ilusión de Democracia bajo criterios libertarios, pero en el fondo invisibilizando la concentración del capital educacional-cultural en los quintiles más altos, es decir, debo corregirme: El Voto Voluntario, no pone en escena la mala distribución del capital aquel, sino que, al contrario, la hará pasar piola.
Otro problema surge, y ya lo anunciaba Manuel Antonio Garretón, frente al proyecto de construir una democracia participativa en donde los plebiscitos sean un instrumento regular -cosa que me convoca y que supongo también le convoca a usted que va por el “Voluntario”- pues bien, de no haber voto obligatorio la plebiscitación de ciertas materias convocaría, de la misma forma que lo hace el Mercado, a quienes tienen más interés en la cuestión vista y el suficiente capital cultural como para acercarse voluntariamente, generándose así distorsiones brutales en la representatividad del instrumento democrático. Pues no nos olvidemos que interés y afectación no siempre son la misma cosa, menos en países (re)fundados en Constituciones que promueven todo tipo de Concentración.
Yo tengo clarito que en un momento tendremos que acercarnos voluntariamente hacia los instrumentos democráticos, pero esa instancia, se logra primero rompiendo con la reproducción de inequidades, es decir, redistribuyendo riquezas tangibles e intangibles. Lo imperativo ahora es que todos los afectados participen de las instancias de toma de decisiones para legitimar así una nueva estructura democrática del país. Yo sé también que la palabra es más que fea. Sé también que si lo llevamos al Servicio Militar, lo obligatorio y lo voluntario cobra otro sentido, pero ese el terreno al que quiero invitar, a esos distintos territorios del sentido y evaluar con plena conciencia de sus fluctuaciones, mire que la palabra amor cabe en cualquier boca.