Hace un siglo, el escritor, pintor y arquitecto chileno comenzó a organizar un grupo de jóvenes talentos, cinco de los cuales serían Premios Nacionales. En una gesta que trascendió Chile, anunciaron que el tiempo había llegado para que esta América, dueña ya de su patria territorial libre, fundara una patria espiritual. Incluso, con la pluma de Prado —en quien la Mistral y Neruda reconocieron al líder de su generación— quedó trazado el camino.
Según estudio de la Sociedad Argentina de Filosofía, el venezolano Enrique Mayz sería el pensador latinoamericano más importante del siglo XX. Aunque todo ranking de esa clase es dudoso, hay una frase suya que vale un Perú; es cuando en su libro «El problema de Amériса», de 1959, afirma que éste consiste en "No ser siempre todavía". Es decir, en llevar una herida profunda que le impide, casi por definición, ser o estar completa.
En Chile, como remedio síquico a ese mal, no se ha dimensionado adecuadamente el aporte del Grupo de los X y, especialmente, de Pedro Prado (1886-1952), que fue su líder natural.
Prado fue el cuarto presidente de la FECH, el que estaba en el cargo para el Centenario, lo que marcó su vida. Invitado a congresos de estudiantes en Perú y Argentina, en unos años muy americanistas —1912 1913—, quedó maravillado al conocer el mundo andino, tanto en su fase incásica como mestiza. En ese viaje descubrió que había otras formas culturales, más allá de los cánones europeos.
Se recuerda que el libro «Los Diez» es de 1915 y la exposición del grupo en los salones de «El Mercurio» de 1916, cuando Prado tenía 29 años. Es su juventud, justamente, y lo tiene muy claro, el motor que los eleva a él y a los demás del grupo. La candidatura presidencial de Vicente Huidobro, figura muy cercana a ellos, se levanta oficialmente en nombre de "la juventud".
Hay un hambre de universo en ellos, similar a la de los griegos, a la de los románticos ingleses o a la de los poetas malditos franceses: infinita.
Eso les permite experimentar, gozosamente, el vivir en América como un privilegio, una posibilidad de ser y estar en el mundo de un modo que no conoce límites ni fronteras. Prado, en «Alsino», da cuenta de ello: "Como los ríos que reparten sus aguas por canales... Y uno por todos a la vez, por cada uno de los caminos y senderos quisiera dispersarme"...
También corresponde a ese afán de totalidad su idea del "criollismo cósmico". El ser chileno no conlleva un destino acotado a las limitadas fronteras de este territorio criollo, también puede ser un lugar desde donde, en una epifanía trascendente, se puede experimentar la condición plena de habitante del Cosmos, al igual que en cualquier otro punto del planeta. Todo es parte del Todo.
IDEAS PARA UN CHILE ILIMITADO
El pensamiento de Prado nos ofrece un imaginario que es un sustrato completo, integral, para fundamentar el nacimiento del arte y la cultura chilenos de cara al siglo XX. Que la crítica, y la sociedad en general, los hayan ignorado en su momento, no fue responsabilidad de ellos, sino nuestra, de un país afrancesado que no supo reconocer en su legado esa virtud de poder contar con las piedras fundacionales de una postura que nos podía llevar a dejar de "no ser siempre todavía".
Otra idea que circula en Los X es que "los seres vivos crecen de adentro hacia afuera". Es una respuesta ingeniosa, profunda también, a un medio que insistía en mirar hacia París y Londres, incluso a exigir haber triunfado en Europa para presentarse en el Municipal. Es también un modelo de vida el desarrollarse interiormente para poder desplegar la propia identidad, y no crecer, artificialmente, mediante agregados, sin colágeno ni bótox, diríamos ahora.
Cuando Pedro Prado plantea que "sólo despierta el que ha soñado", también nos entrega un método para enfrentar la existencia: sueña, asómate a tu imaginación, descubre tus fantasías, para llegar a vivir una vida verdadera.
Otro aporte que lleva a Prado a configurar el grupo, es el de valorar el trabajar con otros. Qué duda cabe que los hermanos decimales, como les gustaba llamarse, se potenciaron los unos a los otros, tal como los griegos en Mileto o los franceses del Café Le Globe a principios del siglo XIX. Los talentos se activan y explotan al rozarse con otros... Y es por eso que Prado celebra el mundo de los cafés, de las tertulias, de los salones, las conferencias, todas las instancias que permiten y favorecen la interacción... También aspira a una muy sabia dosificación. No se puede vivir socializando, también hay que detenerse e irse para dentro: "Florezco en la soledad, como el espino", escribirá Prado en «Flores de cardo», su primer poemario.
Ese título también es una provocación y una invitación. En lugar de escribir de rosas y orquídeas, en vez de exaltar lo refinado y selecto, lo elítico, en una actitud que tiene matriz bíblica y cristiana, pone en valor las flores de cardo que crecen silvestres a la vera de los caminos, "cuidadas por la mano de Dios".
Es muy hermoso el poema que dedica a los hermanos músicos. Postula que podemos ir a la costa, a un roquerío, y sentarnos a escuchar todas las obras que se han compuesto desde que el mundo es mundo. No hay música que haya desaparecido... Y así como el cielo es el descanso para los muertos, los vivos podemos encontrar el consuelo, el bálsamo espiritual, en toda esa música que el océano conserva para la eternidad.
¿Habrá una metáfora más hermosa, para el rol del artista, que la que plantea en su poema del albatros?...Tal vez fue en Las Cruces, donde fueron Los X varias veces y donde les donaron un terreno, el lugar en que lo concibió. En alguna noche cerrada, de oscuridad total, habrá oído el sobrecogedor batir de las alas, alas grandes, de un grupo de albatros... ¿Y cómo vuelan, tan raudos, si no hay ni sombra de luz?...
Es porque siguen el llamado del albatros que va adelante, sin vacilar. Es el artista, se figura Prado, que explora lo desconocido, oyendo algún radar interno que lo absorbe, atrae, atrapa, y él lo sigue sin saber si al final encontrará la locura, la muerte en un despeñadero o la nada. Pero, cumple su destino de asomarse a lo desconocido. Los demás, los hermanos de espíritus afines, otros artistas, aceptan el desafío y lo siguen, en esa aventura sin destino cierto. Es trascendente esto del albatros, porque nos invita a vivir sumidos en la incertidumbre.
¿No es así todo lo que más importa al ser humano? No sabe cuándo dejará de ser amado, ni cuándo encontrará la muerte, ni qué encontrará al otro lado... La vida es un diálogo con lo desconocido.
Es notable, asimismo, la idea de que el arte es una forma de vivir adentrándose en uno mismo. Nuevamente, una de las mejores definiciones posibles del arte, apuntando a su aporte más esencial. No es para embellecer la vida, para calmar dolores, para hacer preguntas abiertas al mundo o para preguntar por qué estamos aquí. O, más bien, es todo eso, pero es además una nave que nos permite navegar en los abismos interiores... En los "inscapes", como diría Roberto Matta Ante la noche estrellada y sin fondo, ante el Cosmos de honduras infinitas, henos aquí, nosotros, seres que también ocultamos continentes en nuestro ser.
El lugar de Las Cruces, el que más penetra en el océano, es altamente simbólico. Frente a una sociedad que se ha volcado más allá del Atlántico para fijar sus ojos en Europa, el Grupo de los X soñó construir una torre en ese punto, torre vigía, torre faro, desde la cual otearían el horizonte propio, el del Océano Pacífico, nuestro inexplorado maritorio. Para develarlo, incluso, el poeta Prado se pondrá a la tarea de escribir una novela, «La reina de Rapanui», para así incorporar mar e islas, con sus grandes espacios abiertos, en nuestro imaginario. No, Chile no es país pequeño, es un observador de cielos profundos, de montañas altas, de blancas planicies antárticas y del océano más ancho del planeta Tierra. Chile o el lugar sin límites.
Otra genialidad suya fue la de escalar los contrafuertes de la cordillera, en busca de una altura que, desde los Andes, permitiera contemplar el valle a los pies, la Cordillera de la Costa en lontananza y, finalmente, en el horizonte, el océano refulgiendo al sol, invitando a la aventura desde su espacio dilatado.
También, cumpliendo a cabalidad su rol de líder cultural, abordará la tarea de crear un mito chileno, el llamado "primer mito" de nuestra literatura.
Está en Alsino, su gran novela. Hay ansias de volar en su protagonista, de elevarse sobre la realidad terrenal mediocre —Andrés Sabella afirma que prefigura el Altazor de Huidobro—, pero es también un relato social de índole moral. Como un profeta bíblico, ante los prejuicios de su época, centrados en el caballero distinguido a la europea, nos ofrece un antihéroe; un niño de campo, pobre y jorobado. Un perdedor, a por donde lo miren.
Ese pequeño podría ser el chileno por antonomasia, si se considera a Chile como país pequeño, pobre y lejano de los centros mundiales, destinado de nacimiento a habitar en la marginalidad, lejos de las luces de la vida verdadera.
Pero Prado no lo escogió al azar. Lo aparente es ilusorio. No hay que creer en lo que muestran nuestros ojos. Porque esa joroba es pura potencia. Son alas, largas y comprimidas que, llegado el momento, nos llevarán a volar lejos. Lo que parecía el peor lastre de ese anti héroe era su rasgo más esencial y valioso.
Ahora, en estos años en que se cumple el centenario de sus actividades, Los X han sido descubiertos. Más vale tarde, pero no puede dejar de observarse que el país, en un siglo XX marcado por las contiendas entre social demócratas y social cristianos, se distanció del quehacer del arte y la cultura. Se olvidó de los relatos, se empobrecieron sus imaginarios. No cumplió con la misión descrita por Prado: que las naciones americanas ya teníamos la patria territorial —logro del siglo XIX— y que sólo faltaba la patria espiritual, que debía ser la gran aventura del siglo XX. Quedó en las materias pendientes para el XXI.
Los X fueron Pedro Prado (arquitecto, pintor y escritor, Premio Nacional de Literatura 1949), Julio Bertrand (arquitecto y pionero de la fotografía en Chile, primero en tomar desnudos); Manuel Magallanes Moure, poeta y pintor; Juan Francisco González, considerado el padre de la pintura chilena; Augusto D'Halmar (escritor, Premio Nacional de Literatura 1942), Eduardo Barrios (escritor, Premio Nacional de Literatura 1946), Alberto Ried (escultor); Acario Cotapos y Alfonso Leng (considerados los padres de la música chilena, los dos Premio Nacional de Arte con mención en Música 1960 y 1957, respectivamente); Julio Ortiz de Zárate (escultor y pintor, Director del Museo de Bellas Artes) y Armando Donoso (Director de la revista Zigzag y crítico de arte).
Cinco de los 11 recibieron un Premio Nacional. Juan Francisco González, uno de los cuatro grandes maestros de la pintura chilena, el primero en pintar el mundo popular y las frutas de Chile, también debió recibirlo.
www.letras.mysite.com: Página chilena al servicio de la cultura
dirigida por Luis Martinez Solorza. e-mail: letras.s5.com@gmail.com Pedro Prado y el llamado del albatros
Por Miguel Laborde
Publicado en La Panera, julio 2014