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Presentación del libro "Precavidamente Hablando" de Patricio Serey
La violencia de las palabras
Por Marco López Aballay
San Felipe, 22 julio 2011
Para leer a Patrico Serey, debemos inmiscuirnos en su lenguaje íntimo y descifrar poco a poco las imágenes que desordenadamente se nos presentan. Porque la complejidad de su poética es un juego seductor, inteligente, irónico, rico en metáforas y significado.
Y su jugada es grande; desde la primera página nos encontramos con un laborioso poeta, de exigente lenguaje y ritmo cuidadoso, cuyos poemas, al leerlos una y otra vez, nos muestran el mensaje que se oculta a simple vista. En el caso del primer capítulo apreciamos que el discurso poético va dirigido, principalmente, a quienes trabajan, o pretenden trabajar con el lenguaje escrito, ya sea poético, narrativo u otro.
En algunos de sus textos el poeta abarca el tema del amor, la muerte o la vida, desde distintos ángulos, como un malabarista que retoza con una palabra y otra, las envuelve y las camufla de su verdadero significado, pero entendemos que este ejercicio es lúcido; el poeta sabe que los infinitos hilos del lenguaje actúan de esa manera: la palabra se puede desintegrar, el concepto tiene vida propia, y puede viajar en su propio laberinto.
Los que le trabajamos al martirio/ aunque gratuita, formalmente/ nos mantenemos a una discreta distancia/ de la palabra muerte y de la palabra amor.
Quien habla mucho del dolor/ no hace más que abusar de esta palabra/ valerse del adjetivo doler para eludir/ al hada del encanto final/ y seguir pateando la perra.
El cadáver exquisito de los muertos de amor
El título anteriormente expuesto, obedece al capítulo intermedio de “Precavidamente Hablando”, cuyos textos van dirigidos a alguna musa, enamorada, o simplemente a alguien que representa un rol erótico en un momento determinado de su vida. Podríamos decir entonces que el poeta construye un discurso amoroso-erótico, pero desde un principio entiende la complejidad de esta temática, pues no desea caer en la metáfora fácil, entonces hurguetea una y otra vez en el mapa del lenguaje amatorio, pero de alguna manera sabe que no hay solución, pues ya casi todo está dicho. Al darse cuenta de la trampa se escabulle, nos toma de la mano, nos envuelve en su ironía de poeta enamorado, y nos aterriza en un universo de imágenes delirantes en su “arte de amar”.
¿Qué decir de la poesía/ si ya han jugado con la niña que nadie saca a bailar/ la han violado reiteradas veces/ en los refranes del prostibulario idioma.
¿Y el alma?/ ¿qué hacer con toda esta metafísica que se agolpa/ como polvo?/ la soplo/ y no es más que un enjambre de pétalos/ parecido a tu pelo…, excusándome de la fácil metáfora.
Recursos y elementos que sostienen la arquitectura del libro
El recurso más importante que utiliza el poeta es la ironía, ya que ésta genera una tensión y un ritmo intenso en el proceso de lectura. También utiliza la intertextualidad, mediante el diálogo con algunos epígrafes, ya sean de poetas o de la música popular.
Con respecto a los elementos que ayudan a construir el discurso poético propiamente tal, están el sufrimiento, el dolor, la vida, la muerte, la existencia del yo, la crítica social (aunque esta materia, el poeta la aborda como una especie de “aterrizaje forzoso”, como una forma de enfrentar una realidad constante que asoma entre sus versos). De esa manera, Patricio Serey va construyendo un texto que se amolda en cierta medida a las necesidades del lector. El autor sabe que el libro es interpretado y reinterpretado por los asistentes a su discurso, como un texto que se arma y desarma por su propia voluntad.
La guinda de la torta se coloca/ solito, mientras su alma trastoca,/ graznando, a lo loco, como oca/ sin saber que lo falso se disloca.
Existen zonas del libro que se miran a través del espejo; son rayos luminosos de una poesía demasiado lúcida: lo que puede significarnos dolor.
Poetas en el camino del tiempo
Es indudable que estamos ante un gran poeta de Aconcagua; lector crítico, reflexivo, creador consciente en la utilización de recursos poéticos. Y son notables en estos poemas “todos los epígrafes” que le permiten comunicarse con poetas y narradores de todos los tiempos; Ciorán, Pezoa Véliz, Manuel del Cabral, Kundera, E. Lihn, Quevedo; citas que funcionan como “jardines de senderos que se bifurcan”.
Por otra parte, encontramos a Serey “precavidamente hablando” con otros poetas al interior de estas páginas; algunos de ellos acuden como espíritus enloquecidos por el torbellino de imágenes: Rubén Jacob, César Vallejo, Alejandra Pizarnik, Juan Luis Martínez, Jorge Teillier, Felipe Moncada. Todos, en su conjunto, conforman una ronda en el viaje interminable de la palabra poesía.
Para decir lo que se quiere decir/ habría que romper con todos los poemas/ comenzar a descifrar las palabras/ que caen hilvanadas en la fragilidad de la memoria.