—¿Poesía o Narrativa? Por cuál género se inclina tu balanza y por qué.
—Parafraseando a Bruno Vidal, “la poesía no es un asunto de estrofas”. Entiendo que no hay necesariamente una fisura radical entre ambos géneros. Existe narrativa altamente poética. Basta leer a Borges o a Miguel Serrano para entender esto, donde se aprecia todo un habitar poético que por exigencias estrictamente formales se canaliza en las formas de la narrativa, a mi parecer. En otro contexto, la “Ilíada”, “el Cantar de Roldán”, “El Poema del mío Cid” son poemas fundamentalmente narrativos. Entonces, yo me pregunto, ¿cuál es la verdadera diferencia?
—¿Cómo y cuándo comenzó en ti el interés por escribir?
—No hay edad para comenzar a dedicarse al quehacer literario. La poesía es un modo de mirar las cosas. Esa sería mi respuesta. Pero yendo a un plano más concreto, recuerdo que cuando era un niño mi madre una vez me castigó porque puse a un gato en un tarro de leche y le prendí un petardo al interior, entonces, me encerró en mi pieza durante toda una mañana. Fue, así, en ese momento, que me enfrenté por primera vez a la página en blanco y sentí que la poesía era una especie de confesionario donde tenía que expurgar mi pecado frente a un sacerdote. Con el tiempo entendí, de esta manera, que ese acto era crucial en el modo de entender el oficio de la escritura.
—¿Sirve para algo la poesía en una sociedad como esta?
—Cito a Hölderlin, “para qué poetas en tiempos de miseria”. Además, a Theodor Adorno, quién afirmó en 1949 que escribir poesía después de Auschwitz era algo barbárico. Por otra parte, dice Heidegger, “el mundo carece de fundamento, pende en el abismo”. Yo creo que, por lo mismo, es ineludible la poesía, aunque sea el más ingenuo de los oficios. La poesía es una necesidad, como dice Parra, no es un ornamento que asiste la existencia del ser humano, ni sólo una transitoria excitación ni un divertimento pasajero. La poesía es el fundamento de la historia, y por ello no es tampoco una manifestación de la cultura, y menos aún la mera “expresión” del “alma de la cultura”. En la poesía encontramos la expresión de todo lo existente en una dimensión inefable, inaprensible.
—El escritor como miembro de una sociedad. ¿Cuál es tu apreciación del Chile de hoy, social y políticamente hablando?
—Chile está vendido a las fuerzas internacionalistas de un hipermercado neoliberal degenerado. Aquí estamos en presencia de una mecánica del embrutecimiento. Nuestro terruño atenazado está agonizando. La sociedad chilena está mancillada por la idiotez en el sentido de la referencia griega del término, pues el ciudadano se preocupa de su radical hedonismo en lugar de establecer una preocupación por los asuntos públicos importantes. En Chile, la enajenación reina en las relaciones interpersonales. El chileno es un ser enajenado. No hay democracia, existe solo una dictadura de las transacciones de mercado.
¿Sobre la política? ¡Qué hablar! La política está corrompida por el poder económico en todos sus términos. Ya está todo perdido en término externos; salvo por la vía de la poesía, y no queda más que esperar la llegada del caballo blanco del apocalipsis.
—Nos hemos encontrado en varias ferias de libros, ¿cuál es tu opinión acerca de las editoriales independientes?
—¿Qué es eso? ¿Editoriales independientes? No existen las editoriales independientes, lo que existe es la autogestión de escritores que publican sus trabajos por editoriales que pretenden buscar un margen de acción adyacente como contrapunto de las editoriales más bien institucionalizadas en el mercado. A mi modo de ver aquí lo importante es referirse a la relación de centro y periferia en torno a los vínculos de producción, pues estas editoriales funcionan al fin y al cabo como pequeñas empresas que circulan en el ámbito de la producción literaria, y por ello no son más que negocios marginales. Además, aprecio una monotonía en relación al dogmatismo oficialista de cierta élite de izquierda, entonces, surge la duda sobre la necesidad de otras voces. La poesía no está hecha por todos. No se aceptan o sencillamente no aparecen poetas que atenten contra esa sensibilidad teórica, o más bien permanecen en las vías subterráneas de la poesía chilena. Por otra parte, a veces me he preguntado, por qué esto de vender libros. Los libros deberían ser regalados en las escuelas, en los hospitales, en las cárceles, o bien, ser colgados en los árboles del Parque Forestal como guirnaldas en Navidad. Quiero decir con esto, que me parece necesario que la cultura desborde los límites del mercado en todo sentido; y que el Estado se haga cargo de “remunerar” a los poetas. ¿Acaso los escritores premodernos pensaban en ganar dinero con sus libros? ¿Quién le compró un libro a San Juan de la Cruz? Las editoriales son un invento del alma burguesa.
—¿Cómo ves la actual literatura chilena pensando en tus contemporáneos?
—¿Cuáles serían aquellos? ¿Quiénes son? Sinceramente, al momento de escribir pienso que mis contemporáneos son Dante Alighieri, Rimbaud, Rilke, T.S. Eliot. A veces pienso que me vuelto un poco tonto, pues al leer a los pocos “escritores actuales” que conozco no logro entender nada, no sé que pretenden, la poesía para ellos no es más que un ejercicio vanidoso y pseudointelectual. No hay hondura ni belleza, y por tanto pienso que no se trata más que de resentimiento. Creo que existe un elemento curioso en la poesía actual donde prima el culto a lo nuevo, ¿acaso no es el mismo culto a la novedad que se da en los televisores y celulares? En lugar de buscar patrones en las grandes obras, lo único que se hace es dilapidar palabras en una suerte de vana batahola de escasas imágenes y conceptos inconexos. Ya no se puede hablar de generación, pues tendríamos que decir: esta es la generación de la “torpeza”.
—Háblanos un poco de tu libro “El Camino de la Higuera”
—“El camino de la higuera” es un libro que intenta despertar la conciencia del lector desde la perspectiva de la inversión de los paradigmas culturales. Este libro consta de una premisa fundamental y es que la conciencia del hombre reproductor, el rol de padre es la paulatina plataforma que provoca la transformación matriarcado/patriarcado, sustentada en el asombro exuberante de la vinculación coito-fecundación. Pues, hemos de imaginar, por un momento, que el hombre en un tiempo inmemorial no correspondía ambos fenómenos, y cuando tomo conciencia: reveló el misterio de la procreación, y así el orden femenino originario, que aunque continuara por un tiempo, al cabo sería reemplazado por un orden masculino. Pues no existiendo la conciencia del Padre, ¿cuál era el rol del hombre, y cuál el ordenamiento social a partir de comprensión de la mujer como única fuente de vida?
Por lo anteriormente señalado, en el hablante del “El camino de la higuera” se puede observar una inmanente pulsión edípica, un retorno reaccionario al vientre de la madre. Todo el libro habla o refiere a lo mismo, es su perenne alegoría. De diversos modos la voz lírica propone una transposición de los valores, una apocatástasis del matriarcado en las culturas humanas, y esto lo hace desde una politización de la estética, pasando por la vinculación filial madre-hijo, por una férrea crítica al capitalismo, una comprensión autopoiética de la economía, y un interés por la asimilación de la tradición tántrica en la cultura actual.
Cabe señalar que al momento de escribir este libro yo me encontraba estudiando Literatura Hispánica en la Universidad de Chile y que en aquel entonces fue de mi interés el estudio de ciertos autores como Oswald de Andrade, J.J. Bachofen y Humberto Maturana. Así fue como estos autores inspiraron mi visión sobre la necesidad del retorno a un orden matriarcal.
Es posible señalar, para terminar, que “El camino de la higuera” es un libro esperanzador, pero a qué esperanza me refiero, aquí el hablante no es un humanitarista que pretender disminuir las diferencias culturales de un mundo utópico, sino más bien se constituye como el centinela que porta el olifante frente a la llegada de la aurora redimida en el post apocalipsis.
—Se hace referencia a que en tu poesía se mezcla la política, el esoterismo y, sobre todo, una visión sobre la fuerza de lo femenino, el misterio del predominio de la mujer y su poder procreativo. Por favor, cuéntanos un poco más sobre esta idea.
—Soy un profundo creyente en el culto a la mujer y a la madre, y su poder procreativo. Según creencias arcaicas, la lluvia era la que otorgaba la semilla. Cuando había escasez de agua las mujeres solían llorar largo tiempo para aplacar el desdén de la Diosa, asimismo para resucitar el alma de algún muerto, que se encarnaría en el nuevo ser. Existe una leyenda persa que explica la fecundación diciendo que es un ángel el que coge un poco de tierra y lo deposita en el vientre femenino, y otra de origen africano donde las semillas germinales son enviadas desde la luna por algún sacerdote. Entre los canacos de Nueva Caledonia, se cree que la mujer no es fecundada por el hombre sino por el bosque o el arroyo que cruza en las inmediaciones: el esperma del hombre no es una semilla propiamente tal, simplemente riega al nuevo ser por venir. La creencia arcaica de la no participación del varón en la concepción se trasluce en ciertas costumbres, mitos y ceremonias religiosas, con las que se solicitaba el embarazo, entre los creyentes de las religiones mistéricas existentes en una multitud de culturas.
Son numerosas las ceremonias y los cultos existentes en gran cantidad de culturas en las que mujeres invocan, de diversos modos, a Diosas de la Fertilidad, de los ríos y mares, para usar el “agua divina” que les otorgase el embarazo. En consecuencia, la capacidad autofecundadora del principio femenino aprueba la creencia en la irresponsabilidad del varón en la concepción femenina. En algunas regiones, como Grecia y la India las mujeres solicitaban a la Diosa el embarazo en ritos orgiásticos en los que bailaban con canastillas de mimbre donde guardaban falos o esculturas hermafroditas. Así, mujeres hindúes, cuando quieren tener hijos transportan agua del río Ganges a las montañas y la vierten en cúpulas, símbolo del vientre de la Diosa Tierra. De manera similar mujeres chinas esperaban el deseado embarazo, realizando un rito llamado “el paso del río”. Consistía en que se bañaban en un río cuyas aguas se creyeran personificadas por un Diosa, antes de la unión conyugal, para que por el contacto con sus aguas, la mujer quedase fecundada. Se creía que la Diosa les concedería el embarazo con estos ritos, porque pensaban que en las copas de los árboles y sus frutos, así como las aguas de los ríos o mares y sus peces estarían impregnados con las semillas de la vida, que se depositaban o quedaban flotando en determinados momentos del año: uno de esos días penetrarían a la mujer al bañarse, y la dejarían fecunda.
El Matriarcado es la base de todos los pueblos. Hace falta una historiografía acabada y completa sobre la corroboración de esta premisa. Una obra multidisciplinaria capaz de dar total evidencia sobre las costumbres de los pueblos antiguos matriarcales de todas las culturas. Un estudio globalizador que nos permita conocer a profundidad los fundamentos de nuestra civilización. Toda línea histórica que soslaye el estudio del período ginecocrático es incompleta y no permite tener una visión real de la cultura. La base de la cultura Occidental como la de la Oriental se encuentra en el culto a la Diosa Madre, como única fertilizadora de la especie y de la vida, dadora de misterio.
—Recomienda a los lectores de Lakúma-Pusáki algunos autores o libros que consideres imprescindibles de leer.
—Pienso en figuras de escritores simbolistas: Baudelaire, Lautréamont, Mallarmé, Verlaine. Estos escritores reaccionaron ante la literatura de corte realista y naturalista a finales del siglo XIX. En 1886 apareció el manifiesto de Jean Moreas en el que se definió este nuevo estilo como “enemigo de la enseñanza, la declamación, la falsa sensibilidad y la descripción objetiva”. Gracias a esto se comprende que estos escritores se inclinaron reaccionariamente por la excesiva imaginación, los sueños y la espiritualidad, resaltando, a su vez, la inclinación por el hermetismo y el satanismo. Este movimiento me parece importante porque de una y otra forma fue la antesala de la vanguardia europea y con esto de la poesía actual.
Por otra parte, en el contexto nacional, pienso en la generación de ´38, entre los que considero a Francisco Coloane, Andrés Sabella, Carlos Droguett, Teófilo Cid, Miguel Serrano, Eduardo Angüita, y Gonzalo Rojas. Es imprescindible que aparezcan estos escritores en la bitácora de los amantes de las letras nacionales, quienes retrataron la decadencia de la sociedad chilena de esa época. En este contexto histórico aparecen en aquellos momentos las condiciones de escasez de trabajo, y malas remuneraciones. Todo esto sumado a la presencia de la “Guerra civil española, y el estallido de la “Segunda guerra mundial”; y, en el ámbito nacional, “La matanza del seguro obrero”, que fueron asuntos que repercutieron en estos escritores chilenos.
Por último, destacaría a otros escritores como Enrique Lihn, Rodrigo Lira, Jorge Teiller, Paulo de Jolly y Diego Maquiera. Pero para mí el más fundamental de todos es la figura insoslayable y magnánima de Pablo de Rokha. Su obra extensiva es fundamental a la hora de conocer el ámbito y producción de la literatura nacional. Este poeta representa en sus inicios la vanguardia con “Los gemidos”, mas, después de este temprano compendio de indiscutible valor, aparece un Carlos Díaz Loyola que recorrerá por medio de su vasta obra toda una radiografía del alma de este país. Creo fehacientemente que Pablo de Rokha es el poeta chileno por excelencia y, es más, creo que el poema “El canto del Macho Anciano” es el poema de Chile, el retrato del último hombre, la caída indiscutible del patriarcado cultural como forma de habitar el mundo.
—¿Cuáles son los planes que Pablo Véliz Bacigalupo tiene para realizar en un próximo futuro?
—En términos poéticos tengo dos trabajos que estoy realizando. El primero es un libro que he titulado “Epígrafe de Chile 2.0” donde hago una radiografía de Chile. En otras palabras, se trata de un collage a la manera de una corriente de conciencia donde se interponen cuatro elementos definidos: el paisaje y la geografía, los mitos indigenistas, la historia, y la presencia innegable de la penetración tecnocrática que afecta la silueta del imaginario colectivo nacional. Es un poema de largo aliento en el que me dirijo a Chile como una imagen femenina desentronizada por el poder de la cultura subyugante. Es un llanto a los pies de la amada, es un no desear partir a la “patria” inoculada por la indolencia de su pueblo estupidizado por el divertimento.
El otro proyecto se trata de la escritura de sonetos. Tengo una actual filiación con la poesía medieval italiana, donde es fácil reconocer a las figuras tales como Guido Guinizelli, Guido Cavalcanti, Dante Alighieri, entre otros, formadores de la llamada “Dulce Stil Novo”, nombre que Francesco de Sanctis denominó en el siglo XIX a este grupo de poetas de la segunda mitad del siglo XIII. Me pregunto que hace un poeta chileno preocupado por la escrituras de sonetos y me respondo personalmente: qué más político que la escritura de un soneto en un mundo tan descalabrado. Hay aquí una contradicción inmanente que deben otros explicar, y no yo. Me parecen plenamente subversivas las formas clásicas en un contexto en que la poesía adquiere un tono tan tremendamente panfletario, donde prima una equívoca visión sociológica del poema. Pienso, ¿por qué la poesía se ha vuelto la plataforma de los desencantados políticos o de los nuevos postestructuralistas de corte francés? El poema debe evocar, señores. Y no hay nada que explicar al respecto.
www.letras.mysite.com: Página chilena al servicio de la cultura
dirigida por Luis Martinez
Solorza. e-mail: letras.s5.com@gmail.com Entrevista realizada a Pablo Véliz Bacigalupo
por la revista Virtual Lakúma-Pusáki