Presentación de Réplica, de Roberto Aedo
Por Juan Espinoza Ale
Santiago, Eloy Ediciones, 2010
Hablar del impacto hipotético de un libro es un ejercicio arriesgado y normalmente relacionado con la ansiedad de quien predice o intereses menos nobles que la sincera admiración. En ambos casos quien pierde es el lector, ya por prejuicio, ya por mera desconfianza. Escribir sobre un libro que nos gusta o que llama nuestra atención ya es reconocer su valor, importancia, utilidad, etc., escribo estas líneas bajo ese supuesto.
No obstante lo anterior, no es posible evitar aludir mínimamente al contexto literario en el que Roberto Aedo (1979) publica Réplica (2010). Es claro que los diferentes títulos que aparecen cada año entregan un abanico amplio de posibilidades para el lector, la calidad de los textos es también variada y el tiempo como siempre se encargará de separar la paja del trigo, a pesar de que desde hace ya mucho el ambiente cultural chileno se transformara en una competencia publicitaria, asumiendo al parecer la incompetencia de quien lee.
En ese contexto, Réplica se ofrece sin aspavientos al lector, no se nos presenta con intenciones explícitas de refundar la tradición, de actualizar en verso teorías en boga, ni de cambiar el idioma que comparte con la comunidad. Esto que parece obvio, en tiempos en que a gritos se dice hablar en voz baja, no lo es tanto y sin duda el lector percibirá dicho gesto como una invitación a compartir la experiencia que sus poemas ofrecen, lo que es, en medio de dicho panorama, algo no menor ni menos ambicioso, pero sin duda mucho más atractivo.
Junto a lo anterior, Réplica es un libro breve pero intenso, que Aedo entrega para nuestro disfrute y agonía, es decir, para nuestro goce estético al tiempo que para estimular y fustigar nuestra conciencia crítica, que no puede sino ser autocrítica en primera instancia. Podemos ver, a través de los poemas ya en una primera lectura, el proceso mediante el cual se instala tanto un sujeto que expone-propone como también un sujeto lector-espectador, ambos elementos ayudan a configurar un mundo, nuestro mundo, que se construye en solipsismo y diálogo, bajo una mirada reflexiva que tanta falta hace en los tiempos que corren, en un país que es “una máscara de humo / -de sombras y palomas- / y lo que respiramos y vivimos / ya no se puede deletrear” (De: Carta en la que se responde a un querido amigo ausente). El poema citado es un buen ejemplo de lo dicho, en que la primera persona, sin caer en lo exclusivamente confesional entra en la simulación de un diálogo, y el uso de la función apelativa nos permite entrar como lectores en él, es decir, nos reconecta con nuestra propia visión de mundo y sus referentes negativos, a la vez que nos conmina sutil pero inevitablemente a un examen profundo del presente.
Así, en una visión general del libro, el poeta nos marca varios de los posibles caminos, no siempre gratos, de la reflexión, es decir, el proceso en que la conciencia filtra la vivencia intransferible. De tal manera, juicios y prejuicios se trascienden a sí mismos, y logran superar la mera declaración de intenciones o la exposición de una vivencia particular, pues el trabajo riguroso de la forma, es decir, las estrategias retóricas que despliega el texto nos permiten pasar por sobre la idea que podemos tener de un autor y sus cuitas, por tanto, entramos en la simulación de un mundo interior, humano y amplio, que inicia en un yo pero tiende hacia un nosotros sin necesidad de explicitar el plural:
“Hace tiempo que las cosas me suceden
y que yo dejé de sucederle a las cosas
como a mi cuerpo la sombra de un árbol
en un día inquieto, devorado por el sol.
Hace tiempo que camino por calles, hace tiempo
Que amontono arrumbados días enteros, malos pensamientos
ideas que se entrechocan y hieden
como orinas distintas como miedos y barro
platos sucios en un mismo recipiente
ropas y años todavía por lavar.”
(De: Autorretrato)
Es de esta manera, mediante la reflexión recreada como inevitable, que la poesía presente en Réplica se transforma en nuestros días en una herramienta útil, conceptos ambos, el de herramienta y utilidad, que han sido manchados en las últimas décadas, pero que mirados con serenidad conservan sus aspectos positivos. Sin por ello caer en lo taxativo o tajante, la voz de muchos poemas asumen sin complejos las limitaciones de su oficio, que son las del lenguaje y que son también las del ser humano que busca luces en medio de una existencia compleja pero también insoslayable, como nos dice el final del poema Castillos: “De alguna forma / de alguna forma hay que vivir”.
Nunca está de más constatar que buena parte de la poesía en Chile nace de determinadas crisis, que son siempre crisis personales y sociales, no son traducción directa de ellas como muchos versificadores parecen creer, no pueden serlo, pero sí pueden aspirar a ser una cristalización estética que supere lo meramente personal así como lo meramente anecdótico o contingente. Réplica apuesta a ello, ya decía, en tiempos críticos y confusos como vienen siendo hace más de un siglo, pero puesto en contexto, es decir, en el panorama actual de nuestras letras, resulta una apuesta singular que busca complicidad en el lector, en su interioridad, en sus referentes cercanos y familiares, sin perder conexión con la tradición poética anterior, con la cultura que a duras penas nos hemos forjado en pocas décadas de selva lírica. A ello, y a mucho más este libro es un intento de respuesta, una réplica:
“Texto sobre texto, aire tras el aire
las palabras hacen el amor
confiadas en su sentido, en su fragancia
gozosas de su sonido el amor es lo que hacen
reproduciéndose sin querer, alegres o desesperadas
inexpurgables en el poema
haciendo eso que hacen ya lo sabes desconfiadas
como si supieran que en el fondo
les espera a ellas también, un inevitable punto
que desborde sus desbordes.”
(De: La pérdida de la inocencia)
Dicho esto, quisiera señalar que es posible encontrar varias líneas definidas a lo largo del libro, imágenes recurrentes y efectos similares, no de manera explícita obviamente.
Podemos rastrear una voz que intenta ir de la ilusión del solipsismo a la ilusión de apertura, en busca de ese otro que termina siendo un sí mismo fragmentado en piezas similares; la imagen de la mujer-madre o definida en relación con la imagen maternal y/o matríztica; la impotencia en el intento de comunicación plena o más directa, tanto en lo erótico amoroso como en el plano cotidiano de nuestras relaciones interpersonales; el desprecio por los aspectos más oscuros de nuestra sociedad de mercado; y claro, la poesía, que en términos personales y colectivos puede ser una bendición y también una condena. Cada lector encontrará una sintonía más inmediata dependiendo de sus gustos o expectativas en tal o cual conjunto de poemas, pero sin duda en cada uno encontrará, en forma, en contenido, o en ambos, material sobre el cual reflexionar. Por ejemplo, aquellos poemas en que, de manera imperceptible, nos vemos inmersos en una réplica de nuestro mundo con características absurdas y por tanto muchas veces aterradoras, que todavía la poesía nos puede develar:
Al Portador
Pueden pasar años
antes de que presentes algún síntoma,
años antes
de que visites tu verdadero país.
Llegarás a él
como un boxeador a un encuentro arreglado
-con el recuerdo de lo que será-
como me dijeron, esa vez, al oído:
“Un poema es un síntoma;
y la vida,
la vida una enfermedad de transmisión sexual.”
Es en estos términos que Réplica nos da la posibilidad de remecer la conciencia, ya por el contenido de sus versos, pero también con la construcción de los mismos, en tiempos en los cuales necesitamos reflexionarnos y ver que, tal vez, hay algo todavía digno de mirar y de salvar, adentro y afuera.