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Sobre los malos alumnos de la Universidad de Playa Ancha

Rodrigo Arroyo


 


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Colegios de clase para defender también las ventajas
que una sociedad capitalista da a unos pocos.
Salvador Allende

La distancia que genera el señor Benítez respecto a sus comentarios dirigidos a los alumnos de la Universidad de Playa Ancha, más allá de su carácter ofensivo nacido en la ignorancia y la soberbia, radica en el concepto que él maneja respecto a las personas que conforman la universidad, ya sea la Universidad de Playa Ancha, o en su caso, la Universidad Adolfo Ibáñez.

Claramente podemos comprender que el señor Benítez desdeña el concepto de universidad que se encuentra en litigio, acordemos, más allá del concepto capitalista que se ha construido con el tiempo y que se resiste a las reformas. Apoyándose quizá en serviles entusiastas como Joseph Schumpeter (por nombrar a uno de tantos) que apoyan el modelo económico imperante y que ven en la universidad una de las formas de mantener su continuidad teniendo como antecedente el modelo feudal; dando un paso atrás e ignorando, por ejemplo, que ya Rubén Darío, al apoyar desde el modernismo la causa de una independencia de la lengua, tensiona el vínculo con el modelo feudal que mantiene el actual modelo de universidad.

Quizá el señor Benítez tome en cuenta a las humanidades, por referirnos a un espacio de reflexión y crítica, en cuanto ellas sean espectáculo y evasión, o un nuevo segmento comercial. O nichos de clase para desarrollar investigaciones personales en el mejor de los casos, o como sabemos, para extender el modelo económico desde las plataformas humanistas. Para que el señor Benítez comprenda le daré un ejemplo: los pintores viajeros o naturalistas que desde el siglo XVI llegan al continente americano registran flora y fauna, realizando detalladas descripciones del lugar. Pero había alguien encargado de ver en dichos trabajos simples cartografías que les proporcionaban el interés por continuar o no con el proceso de colonización americana. No es extraño entonces revisar de este modo los cursos de artes liberales que imparte la Universidad Adolfo Ibáñez.

Ahora bien, tal vez sea la cercanía con el College o el Institute y la distancia con la Universidad lo que irrita al señor Ibáñez. Es decir, le molesta la cuestión del nombre, del título, convirtiéndose así en un snob, en un servil dedicado a disfrutar en cuanto sea capaz de aportar en la eterna victoria de nuestros enemigos. Así, es seguro que debe irritarle sobremanera la tradición de disidencia y pensamiento crítico, de acción, que caracteriza a la Universidad de Playa Ancha y a otras universidades estatales y que en el último tiempo se ha visto incrementado, y expandido incluso a otras universidades, cayendo hay que decirlo –lamentable e inevitablemente- en lo que Guy Debord apuntaba en La sociedad del espectáculo, es decir: que el espectáculo no es el que se da en las imágenes sino en la forma que tenemos de relacionarlos a través de él.

Pero continuando la idea, es desde su malestar de clase que este rector hace patente su ignorancia al definir bajo un juicio valórico carente de sustento, qué es lo malo; no podría ser de otro modo en todo caso. Lo que nos queda claro es que lo malo quedaría excluido dentro de la consideración que él estima para un universitario en el modelo actual y en modelo por venir.

Lo que generan sus palabras, que no son para nada novedosas, es algo similar al efecto que causa una instalación del artista búlgaro Christo, esto es: un velo sobre la memoria y la ruina. En este caso y como en tantas otras ocasiones, se ha cubierto la idea en discusión, no en el salas, sino en la calle. Esto es: una universidad gratuita, democrática e inserta en el país, digamos, entre muchas otras demandas.

Irónico y recurrente resulta en todo caso el vínculo con el trabajo de Christo y un Chile arrasado por una clase vil preocupada de resguardar sus privilegios; es cosa de recordar el envoltorio plástico de las casas Copeva. Pero en fin. Benítez señala histéricamente como malos a los alumnos de la Universidad de Playa Ancha. Es seguro que olvidó que no estaba hablando de la casa de estudios que dirige, a la cual asisten alumnos, en la cual el pensamiento crítico y la disidencia no tienen cabida. No es, el rector, capaz de distinguir a un alumno de un estudiante. El señor Benítez no es capaz tampoco de hacer el simple distingo entre una comunidad de estudiantes y profesores y un ghetto, lo que deja en evidencia el carácter fascista de sus comentarios.

Pero el señor Benítez olvida aclararnos completamente por qué son malos los alumnos mencionados. ¿Será acaso porque a través de ellos se exhibe la perversidad de un modelo económico instaurado por la fuerza en Chile, es decir, sobre cadáveres?, ¿O porque no se caracteriza por sumar los más altos puntajes?, haciendo vista gorda a lo que también ocurre en su propia casa de estudios. ¿Será malo un alumno de la Universidad de Playa Ancha, porque allí no se imparten las carreras destinadas a perpetuar el modelo económico y legal del país? ¿O será malo dicho alumno porque no ve con buenos ojos la acreditación? Mientras otros la exhiben como chuchería nueva sin siquiera cuestionarla, sin siquiera pensarla. Ahora, girando levemente, y siguiendo en parte con su lógica ¿No es malo, señor Benítez, un alumno que decide terminar una carrera en su Universidad al fracasar, por ejemplo, en la Universidad Católica de Valparaíso?

Es simple suponer, no sin un grado importante de certeza, por los dichos de este rector (que pertenece al creciente número de personas de este país que no creen en la gratuidad, no sólo de la educación sino de las cosas en general: el disfrutar, el conocimiento, la naturaleza, y las relaciones humanas) una escena familiar, o como se diría en términos psicoanalíticos, su novela familiar. En la cual no sería exagerado imaginar al padre del rector pagándole a su madre para fecundarla, ¿no? ¿O cuando se trata de mantener la clase pueden hacerse algunos sacrificios?

Lo irónico y triste de todo esto es que la constante agresión, la constante militarización es aceptada y respaldada por una masa adormecida, alienada y sin memoria, pero que despierta para reprobar y menospreciar la respuesta de quiénes se ubican en la disidencia, criticando su violencia.

Espero finalmente pueda comprender el señor Benítez, en el remoto caso que lea estas palabras, que esto no es una defensa ciega a los alumnos de la Universidad de Playa Ancha, tampoco a la institución. Aunque sí haya estudiado en la Universidad de Playa Ancha. Pero es el silencio, entre otras cosas, el que nos hace cómplices.

Valparaíso, primavera del 2011.


 

 

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Sobre los "malos alumnos" de la Universidad de Playa Ancha.
Respuesta a Andrés Benítez, rector de UAI.
Por Rodrigo Arroyo.