El salto en el vacío
Epigramas y otros poemas.
Pier Paolo Pasolini. Alción Editora. 116 páginas
Traducción de Rodolfo Alonso
Por Alejandro Patat
ADN Cultura, http://www.lanacion.com.ar/
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El 15 de noviembre de 1961 Pasolini responde a las objeciones de Carlo Salinari, intelectual inscripto en el Partido Comunista Italiano, a La religión de mi tiempo , que el poeta italiano acaba de publicar. ¿Cómo es posible, sostenía Salinari, que un artista pretenda hacer confluir evangelio y comunismo? La respuesta, puntillosa, es tajante: "El anarquismo, la supervivencia evangélica son elementos irracionales sin los cuales es difícil concebir, en este período histórico, una acción poética". Por "período histórico" Pasolini entiende "la crisis de los años 60" y sus dos fenómenos convergentes: el triunfo incontestable del capitalismo y la "desistencia" revolucionaria. Con "acción poética", Pasolini deja en claro que no existe poesía sin ideología. El libro intentaba describir con voz profética ese "vacío" incolmable al que toda Europa se aventuraba.
Hoy llega a nuestras manos un pequeño volumen, Epigramas y otros poemas , con selección y traducción de Rodolfo Alonso, que recoge parte de La religión de mi tiempo y algunas composiciones del volumen Del diario , escritas en los años 50, y ya traducidas en Argentina por Esteban Nicotra. Si bien estas últimas reenvían a la estación juvenil del poeta, la del homoerotismo de dulce esperanza, en La religión de mi tiempo , el tono cambia bruscamente y abre las puertas a los años de amarga desilusión pasoliniana, anunciado ya en la apertura: "¡Sexo, consolación de la miseria!" Los jóvenes friulanos captados en una mítica belleza antigua son sustituidos por las prostitutas del suburbio, vendidas a poco precio. "De los desechos del mundo nace/ un nuevo mundo, nacen nuevas leyes/ donde no hay más ley, nace un nuevo/ honor donde es honor el deshonor". Para quien recuerde los afanosos versos de Las cenizas de Gramsci y la esperanzada idea del sexo como forma desvinculada de la lógica capitalista, el salto en el "vacío" contemporáneo se hace aún más evidente.
De todos los variados materiales de La religión de mi tiempo , Alonso selecciona los viejos y nuevos epigramas, compuestos entre 1958 y 1960. Ahora bien, no hay que sobrecargar demasiado el tinte incisivo de sus palabras. El tono corrosivo estaba en la atmósfera. Los epigramas a Krushev, al papa, a sus colegas intelectuales son únicos en su réplica pirotécnica, pero no es esa la marca pasoliniana, al menos no la que lo vuelve indispensable. Acaso, su mayor aporte, aquello por lo cual lo leemos y releemos descubriéndolo cada vez, resida en el pacto de sangre que él mismo suscribió con la lengua, no como ambiguo instrumento de comunicación, sino como lenguaje de lo arcano y lo profundo que habita en el ser humano. Frente al triunfo de las culturas de izquierda y de las primeras modas académicas, su voz incómoda sonaba como una especie de memento mori . Pasolini se erguía a sí mismo como un centinela de las infinitas formas del decir: "La lengua es oscura, / no límpida, y la Razón es límpida / no oscura", sentencia en una de las más bellas poesías de la antología. Esa es la clave: la auténtica oscuridad de la lengua poética, acertada e irracional imagen del mundo. Tiene razón Alonso cuando afirma que todos los lenguajes que Pasolini experimentó no fueron más que transformaciones del dictado poético.
El poeta argentino ofrece en este libro una selección personal del Pasolini epigramático. Su larga frecuentación del poeta le consiente una traducción que a veces se acerca y a veces se aleja del original. Pero hay algo notable en el volumen: la voluntad de confundirse con el poeta italiano, a tal punto que por momentos uno no sabe quién de los dos está hablando. Y, al final, como ha pasado otras veces en la tradición argentina, este librito será probablemente el Pasolini de Alonso.