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Contra la Usura
Por Rodolfo Alonso *
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¿Puede ser asombroso que el rostro más salvaje y desbocado del rapaz capitalismo financiero, ensañado hoy contra el único país que había sido capaz de librarse de sus garras, desnude su realidad atroz de tal manera que la convierte en su más nítida metáfora?
Hace mucho ya que la Usura no necesita esconder su pico ávido y curvado. Pero nunca, como en los últimos decenios y ahora, en estos días que nos tocan a los argentinos tan dolorosamente y tan de cerca, se ha exhibido más orgullosa, más reina impúdica y feroz. Nunca pareció más segura y más ufana de sí misma. Nunca había dejado tan de lado toda máscara de hipócrita moral, de hipócrita justicia.
Ese rostro sangrante e insaciable es el ídolo del Oro, capaz de imponer en forma universal su adoración y, al mismo tiempo, beber como caníbal tanto la sangre de sus fieles como la sangre de sus víctimas. Ese rostro es el enemigo mortal de la Belleza.
Bien sé yo que un gran poeta como Ezra Pound ya la había magníficamente revelado (con ropaje de siglos) en su inolvidable Canto XLV, nada menos que de 1937. Pero a mí se me presentó, sin habérmelo propuesto, en un momento no menos significativo para la Argentina: el 11 de junio del año 2000. Y no me parece para nada inadecuado volver a recordarla en aquellas mismas palabras, precisamente aquí y ahora.
Rehúsa prosternarse ante Baal
¿Qué es enfrentar los lobos
en el silencio blanco
del Yukón o la estepa,
ser echado a los leones
liviano como un mártir,
trepar involuntario
al potro del tormento,
sentir el frío abrazo
de la Dama de Hierro,
que acaricien tu cuello
con el garrote vil,
el lazo de los tugs,
la soga del verdugo
o la atroz sutileza
de los Inquisidores,
sobrevivir naufragios,
te trague la Ballena,
atravesar los polos,
caerse en la manigua,
delirar en la selva,
sostener al simún
bajo el sol de las doce,
salvarse de la peste,
perderse en la tormenta
de nieve hasta dormirse
dulcemente por siempre,
ser presa de caníbales,
comprado como esclavo?
¿Qué es enfrentarse a eso
frente al escalofrío
de un alud financiero,
el maëlstrom de la Bolsa,
el rugir del dinero,
el tifón de la usura
que te sorbe la médula
con la fría mirada
seductora y terrible
de insaciable Medusa?
¿Nunca se podrá ser
lo suficientemente
humano? Silencioso,
Harpagón, corroído
por su cáncer dorado,
vuelve silencio al mundo
y prisión al destino.
Miserable confort.
Poeta, traductor y ensayista argentino.*
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