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        NO HAY PAZ PARA OCTAVIO PAZ
        Por Rodolfo Alonso
        Poeta, traductor y       ensayista argentino
          "Página/12", Buenos Aires,  10 de junio de 2014
         
        
        
        
        
        
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        El  gran dinero y la gran prensa neoliberal intentaron apoderarse de todo Octavio Paz, el célebre escritor  mexicano, distorsionando sus tempranas críticas al terror stalinista y su  redescubrimiento del verdadero liberalismo para adjudicárselo, domesticado como  a tantos otros conversos hacia la derecha.
         Porque Paz, nacido en plena Revolución Mexicana (1914), era  hijo de Octavio Paz Solórzano, fundador del Partido Nacional Agrarista, asesor  legal de Emiliano Zapata y su representante en EEUU, involucrado en la reforma  agraria y en las transformaciones educativas de José Vasconcelos. Él mismo,  apenas recibido, en 1937 parte a Yucatán con las misiones pedagógicas de Lázaro  Cárdenas. Y también ese año integra la delegación mexicana al célebre Congreso  de Escritores Antifascistas convocado en Valencia por los republicanos  españoles, mientras arreciaba la guerra civil desatada por el franquismo.
         Comenzaba su tarea de escritor, cuyos primeros títulos lo  vuelven hombre público. Polemista agudo, convencido humanista, su figura crece  como su influjo, entre admiraciones y rechazos. Pero algo hay que reconocerle:  en 1968, tras 24 años de diplomacia renuncia como rechazo a la feroz represión  oficial que dejó muchos muertos y heridos, durante la masacre de Tlatelolco,  entre los estudiantes mexicanos.
         Medio siglo después de aquel legendario Congreso de Valencia,  se invitó a los sobrevivientes. A Octavio Paz eso le provocó un gran texto: “El  lugar de la prueba”. Lo reprodujo La Nación el 8 de noviembre de 1987. Y en él  descubrí una vertiente bien oculta. Dice: “porque la libertad de expresión está  en peligro siempre. La amenazan no sólo los gobiernos totalitarios y las  dictaduras militares, sino también, en las democracias capitalistas, las  fuerzas impersonales de la publicidad y el mercado. Someter las artes y la  literatura a las leyes que rigen la circulación de mercancías es una forma de  censura no menos nociva y bárbara que la censura ideológica.”
         En su libro La otra voz / Poesía y fin de siglo, de 1990, el año  de su Premio Nobel, Octavio Paz reitera claramente: “hoy las artes y la  literatura se exponen a un peligro distinto: no las amenaza una doctrina o un  partido político omnisciente sino un proceso económico sin rostro, sin alma y  sin dirección. El mercado es circular, impersonal, imparcial e inflexible.”
         Y  en otro libro: Al paso, insiste: “Pienso  en la solapada dominación del dinero y el comercio en el mundo del arte y la  literatura. Las leyes del mercado no son estrictamente aplicables a la  literatura, al pensamiento y al arte. Las potencias meramente comerciales,  regidas por el criterio del éxito y la venta, tienden a la uniformidad –  máscara de la muerte.”
         No era algo casual. El 25 de agosto de 1992 leo en La Nación: “Es muy grave que el  relativismo social actual se convierta en un nuevo absolutismo basado en esta  idea: las cosas no tienen valor, tienen precio. Este es el camino por el cual  una sociedad se destruye.” Y añade: “Cuando yo era joven el gran enemigo del  arte eran los Estados autoritarios. Esta amenaza ha sido sustituida por otra  mucho más sutil: la amenaza del mercado, que lo relativiza todo. Estas son las  grandes amenazas modernas. El mecanismo del mercado no tiene ideología, acepta  todas, las usa todas, no respeta ninguna y se sirve de todas ellas.”
         Si fuera poco, en Le  Nouvel Observateur poco antes de morir, en 1998 afirma Paz: “Se habló del  desastre del autoritarismo, sería preciso hablar del desastre del capitalismo  liberal y democrático, en el dominio del pensamiento como en el de la vida  cotidiana; la idolatría del dinero, el mercado transformado en valor único que  expulsa a todos los otros.”
         Podría citar más, pero ya basta. Llegó la hora de pensar a  Octavio Paz en su complejidad, sin anteojeras. No quiero decir que tal  reiteración sea única. Pero siento que le debemos considerarlo íntegramente,  desde nuestra propia perspectiva sí, pero en toda su  fecunda riqueza. Así empezó a ocurrir donde  algunos no hubieran esperado: intelectuales cubanos impulsaron un seminario de  análisis a fondo para la entera obra de Paz.
         Y hay más. En “El lugar de la prueba”, 50 años después de aquel  congreso antifascista, Octavio Paz sólo recuerda esto: “en fin, y ante todo, el  trato con los soldados, los campesinos, los obreros, los maestros de escuela,  los periodistas, los muchachos y las muchachas, los viejos y las viejas. Con  ellos y por ellos aprendí que la palabra fraternidad no es menos preciosa que  la palabra libertad: es el pan de los hombres, el pan compartido. Esto que digo  no es una figura literaria. Una noche tuve que refugiarme con algunos amigos en  una aldea vecina a Valencia mientras la aviación enemiga, detenida por las  baterías antiaéreas, descargaba sus bombas en la carretera. El campesino que  nos dio albergue, al enterarse de que yo venía de México, un país que ayudaba a  los republicanos, salió a su huerta a pesar del bombardeo, cortó un melón y,  con un pedazo de pan y un jarro de vino, lo compartió con nosotros.”
        ¿Alguien capaz de expresar eso no merece que volvamos a pensarlo  de nuevo? 
         
        http://rodolfoalonso02.blogspot.com
            es.wikipedia.org/wiki/Rodolfo_Alonso