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Cavilaciones melómanas
A propósito de Raphael Sinphonico

Por Alvaro Cordero Aguilar



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Ayer viví una de las experiencias más gratas ligadas a la música. Llevé a mi vieja al recital de Raphael Sinphónico y debo decir que es uno de los shows más extraordinarios que me ha tocado ver en la vida. Un Movistar Arena lleno, con los accesos y los baños usados en cámara lenta. Repleto de mujeres y algunos hombres de la tercera edad que se levantaban en solitario a bailar determinado tema o a gritar en éxtasis descaradamente. Grabé lo que más pude con mi celular de turno, los que subiré mejor con wifi cuando vaya donde Papablo, porque me acabo de pitiar 3 megas en 1 sólo video y ni siquiera es quincena. Sé que mi mamá lloró apenas empezó a tocar la orquesta y yo me contuve hasta ésta mañana que revisé los videos y quedé hecho mierda. De ahí tomé mis weás, fui a almorzar con ella y después me largué al persa. Todavía escuchando "Estar Enamorado", "En Carne Viva" o "Como yo te Amo". Un verdadero maestro. Es prácticamente surreal que una persona de 73 años cante con ése vozarrón por 2 horas 40. Hubo gente que se fue, impactados por un show que no vieron venir. Los demás nos quedamos, como en una línea férrea, esperando y viendo los vagones pasar. La vida pasar. La música es una necesidad, pero la de la infancia es la única que no elegimos sino que sólo llega; como la misma vida, sin preguntar ni pedir permiso. La música es usada como una fútil sabiduría por algunos, como un tesoro desechable para quienes la encuentran en formatos resucitados como el cassette y el vinilo que, según los ingenieros en sonido, son sólo para románticos. Música en las cunetas bajo el sol. Y los habemos, los enamorados de sonidos pasajeros que ya nos abandonaron. Queremos reformar la banda y sacar el EP por fin. Cassette ojalá. En vinilo sería un lujo. Ví a gente de más de 60 años empezar a moverse al ritmo de la música del cantante de habla hispana más extraordinario que queda vivo y no se ve cuando pueda morir. Como todos los genios, jamás morirá. Hoy cantaba Isabel Pantoja en el mismo local y el lugar se caerá de nuevo. Guardando los temas que grabé ayer, encontré los de la vez que se cayó con Judas Priest. Los locales se caen sobre nosotros con una música a veces prohibida, que debemos mantener desenterrada. Las uñas negras, el soundtrack de éste viaje, que se interrumpe cada noche para dormir (aunque a veces de dia) y dura años. Ir a ver quien te cantó la infancia, junto con Perales; la juventud y Emmanuel. Nos quedan demasiados recitales a los que asistir y emocionarnos en distinta medida; pero siempre en la medida justa, el tamaño de la lágrima.


 

 

 

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Por Alvaro Cordero Aguilar