Proyecto Patrimonio - 2019 | index   |  Rodrigo Arriagada Zubieta      |  Autores |
        
          
          
          
          
        
         
        
        
        
        Rodrigo Arriagada- Zubieta y Leopoldo María Panero: burbujas del mismo cuerpo.
        
          Por Fermín Vilela
            
            
            
        
          
            
            .. .. .. .. .. 
        
“Extrañeza”  (Buenos Aires Poetry, 2017), del poeta, traductor y crítico chileno Rodrigo  Arraigada Zubieta, se presenta en el escenario poético latinoamericano como un extraño  puente con “Last river together” (Endymion, 1997), emblemático libro del poeta,  narrador y traductor español Leopoldo María Panero, fallecido en 2014.
        
          
         
         La mano limpia un resto de gaseosa en su  labio, retorcido en tabaco. Y ese mismo labio, tapando la boca lúcida y  desdentada, comienza: “Digo yo si este  espejo vale para que tú seas/ frente a mi imagen arruinada”. Esta es una  escena imaginada, falseada, y al mismo tiempo una escena posible. En ella,  quien fuma y recita entre cigarrillos es Leopoldo María Panero (Madrid, España,  1948), una de las voces más potentes de la poesía española del siglo XX. Los  dos versos que recita aquella boca abren el sexto poema de “Last river  together”, su quinto libro publicado en vida. Y es inevitable, al leer los  poemas de “Extrañeza”, del  chileno Rodrigo  Arriagada- Zubieta (Viña del Mar, Chile, 1982), no tejer un –muy– delicado  puente con este testimonio del desconocimiento y, al mismo tiempo, de una  recóndita esperanza. “Te miras en el  espejo/ imaginando lo que podría ser de una noche/ en la que vas a perderte en la  soledad de alguien más”. La vida es espejo, escribiría una notable poeta  argentina. Y estos dos testimonios no son la excepción a su pequeña regla.  Tanto Arriagada-Zubieta como Panero se encargan de rascar para obtener sus  alimentos, sin importar lo lejos que hubiese que llegar con la herramienta circense  e infecta del lenguaje y sus vivencias. Ser, para el otro, un espejo que nos  refleje la soledad compartida, inminente vacío que mezcle dos cuerpos para  transformarlos en uno solo, espléndido. Par de Narcisos “desmigajándose en un aspecto inasible”, como describe la lúcida voz  de Arriagada- Zubieta, “cubiertos de  legañas, como de quien no acaba de despertar”, según canta Panero. El  primer y último río reflejando el rostro del magro ególatra, “beautiful loser”.
         Si nos adentramos aún más en “Extrañeza”,  podemos encontrar otras venas en común con el poeta español. Dice su poema “La  canción del croupier de Mississippi” que “es  tan bella la ruina, tan profunda/sé todos sus colores y es/como una sinfonía  del acabamiento”, como así se lee en el poema “Lector”, del poeta chileno,  que “puede habernos hecho sufrir una  historia de amor en lengua muerta/un simulacro hecho de nada”. No importa  el contexto de estos cinco versos extraídos. Habría que centrarse en el simple  hecho de que parecen extraídos del mismo centro, partículas de una fórmula química  desperdigada en el espacio-tiempo. Uno de los dos, por lógica, jamás alcanzó a  leer al otro. En el caso contrario (¿espejado?), es poco probable que se haya  centrado en este mismo ejemplo: sádica, irracional matemática en dos influencias  desconocidas entre sí y alejadas por un final y principio de siglo.