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Incomunicaciones, de Rodrigo Arroyo
Poesía. Ediciones Inubicalistas, 2013, Valparaíso

Por Bernardo González Koppmann



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“Incomunicaciones” como propuesta poética es una lúcida aproximación, acoso y cuestionamiento a los modos expresivos contemporáneos, interpelándonos frente a las manidas y hueras manifestaciones que hormiguean en el panorama literario chileno. Así de directo.

Para RA el lenguaje poético actual se ha hecho autorreferente, subjetivo, encapsulado, lo que nos lleva a una profunda incomunicación entre los seres humanos, como también con nuestro presente y con nuestra memoria. De esta manera, el ciudadano o el habitante de la historia chilena contemporánea se ha transformado en un perfecto enajenado desconectado de la realidad objetiva.

Alguna vez conversando con Felipe Moncada le expresé que al poema había que llegar desnudo, desprovisto de falsas seguridades teóricas (1).

Digo lo anterior porque RA en este trabajo, precisamente, utiliza la metapoesía como práctica literaria. No soy partidario de escribir poemas sobre el poema, o sobre la literatura, pero en este caso pareciera justificarse su uso para develar el verdadero rostro de la poesía que se nos venía poniendo muy obtuso y serio desde los años 90 en adelante. Es un ejercicio de higiene, si se quiere; un poner las cosas en orden para luego volver a la palabra polivalente, a la metáfora símbolo, a la imagen en todo su esplendor. Arroyo maneja este procedimiento con sapiencia e ironía, nos lleva a reflexionar sobre el sentido y el sinsentido del lenguaje, y a tomar una posición frente a su uso y abuso en la construcción de una propuesta - cuando la hay - que se reconozca genuinamente poética. Asume, en este libro, una confrontación que se hacía necesaria, perentoria, contra el discurso vacuo y sin un contexto que trascender o revalorizar, o sea contra el signo descontextualizado. En suma, Arroyo acosa al lenguaje desde una perspectiva crítica, deconstructiva, para preparar el terreno donde vuelva  a brotar la escritura de una nueva época.

Respecto al contexto, desde donde emprende su tarea, Arroyo se sitúa visionariamente en esta obra en un lugar o espacio perfectamente delimitado, con sus coordenadas y contraseñas bien definidas, rúbricas indelebles que venimos reconociendo desde sus poemarios anteriores (2). Este escenario o territorio no es otro que el Chile actual, real, presente; nación ultraderechista regida, desde 1981 (3) hasta nuestro días,  por una constitución política trucha redactada y aprobada en turbias circunstancias. De tal forma este país fue configurando, bajo tamaña égida, una cultura consumista y depredadora que desembocó en un estilo de vida masivo fundado en la productividad, el lucro y el desecho donde el pez grande, por no decir tiburón, se come al pez chico, léase sardinita o jurel tipo salmón.

Es precisamente en este escenario donde el autor desenmascara prácticas culturales, específicamente escriturales, que se han venido acomodando haciéndose paulatinamente funcionales a los modos de producción del libre mercado, en un insustancial diálogo de sordos - incomunicaciones - donde sólo se hacen oír a codazos y empellones los cultores o poetas más emprendedores, pechadores y avispados, en muchos casos ayunos del contenido o carga semántica más elemental. Almas sin cuerpo diríamos, espíritus que idealizan o adornan una realidad que no es tal, fantasmas sin rostros que deambulan por la página en blanco envueltos en un evidente tufillo de ingenua complicidad “fascistoide” con el tramado político-económico- social vigente.

En un ensayo previo denominado “Generación de mierda”, homónimo de un tema musical de Los Prisioneros, Arroyo ya se había encargado de dejar meridianamente claros sus puntos de vistas respecto a las últimas camadas de poetas nazionales. Fue muy preciso, franco y certero cuando cuestionó a los jóvenes bardos del país, así, con todas sus letras: “¿Por qué escribir? Imagino que entre tanto taller, lecturas, acciones poéticas, performances e intervenciones debió pasar desapercibida al parecer esta simple y no tan manida pregunta. U otras como ¿por qué publicar un libro?, ¿qué es lo que se cree de la poesía?, ¿qué es un libro?, ¿qué significa, ahora, en nuestro tiempo, escribir?, ¿qué es el lenguaje, qué o quién le sostiene?, ¿es el lenguaje una política o una política ha sido hacer lenguajes? ¿Se ha pensado acaso, como hubiese hecho Lukács, que el sentido de toda esta incipiente producción no es sino, por más que lo nieguen o lo rechacen, el que otorga un peso mayor a la lápida del neoliberalismo de tintes fascistoides que impera en la clase política, cultural y económica de este país? ¿Se ha cuestionado acaso a la escritura, cuando ella es planteada como una novedad, transformándose así en una dictadura de la moda, frívolo espacio aquél que no es otra cosa sino mantener la actualidad de los referentes? (4). RA, incluso, entrega en dicho ensayo una nómina ilustrativa de libros y autores que vendrían a confirmar su tesis, para no correrse por la tangente o irse lisa y llanamente por las ramas. Audaz el hombre.

La poesía encapsulada en lo académico o en círculos elitistas culteranos y narcisistas aquí denunciada pasa, entonces, por un mar sin orillas con rumbo incierto; va de tumbo en tumbo embolinando la perdiz. “Ya la Escuela de Frankfurt advertía - negativamente - de la transformación del arte en entretenimiento, visualizando la amenaza de la manipulación de la cultura de masas con fines políticos?” (5). Ésta práctica perniciosa se contrapone con la poesía significada, somática, contextualizada y comprometida con su tiempo y con el espacio que ocupa. No es una poesía militante. Arroyo lo deja manifiestamente claro en esta obra. Es, diríamos, una poesía consciente del valor de la palabra encarnada en el ser humano; casi poesía testimonial si no fuera por el indesmentido afecto que profesa el poeta a los recodos íntimos del pensamiento, a los pliegues místicos de las cavilaciones estéticas conceptuales, más que a las intemperies, a la imaginación de la materia en carne viva que bucea Bachelard o a los vastos imperios que recorre con su mirada Rolando Cárdenas. Contemplativa, existencial, inquisitiva, cual tábano socrático en las grupas de los asnos es la poesía de RA.

Respecto al proceso escritural de Arroyo, a su modus operandi, se asemeja bastante con el diseño desarrollado por el poeta italiano Carlo Bordini: “No escribo sobre lo que conozco, pero lo conozco mientras lo escribo, y para la mí la poesía es siempre fuente de continuas revelaciones. Es como si durante la escritura se produjeran en mí improvisamente fisuras del inconsciente. En este sentido estoy convencido de que la palabra viene antes que el pensamiento, es un vehículo del pensamiento. No se escribe lo que se sabe, pero se sabe después de haberlo escrito” (6). Inevitable relacionar esta confesión con sendos versos de RA, por el asombroso paralelo de ambas propuestas. Dice Arroyo: “Vas como un lector en busca de un libro que no existe, / y en el viaje imaginas como serían sus páginas” (7). Notable coincidencia. Como acota Floridor Pérez, “el azar es una forma de poesía”.

Si en su primer libro (“Chilean Poetry”) Arroyo se plantea distante y escéptico del mundo exterior, de la palabra desangrada por la realidad cívico-militar, y en su segunda entrega (“Vuelo”) ya intenta un primer escarceo o revoloteo en torno del verbo, del fonema, aunque tímidamente como un boxeador acalambrado, en esta tercera publicación se enlaza con la circunstancia, con el entorno. En “Incomunicaciones” desenmascara las contradicciones y, aunque sea tímidamente, recorre las ruinas del lenguaje como un sobreviviente que regresa a su Varsovia bombardeada; luego recoge lo imprescindible y se interna en un paisaje levemente místico, se sienta a la sombra de los árboles, otea las lejanías desde donde huele la herida abierta de la patria mentirosa, y distingue entre la niebla un rostro que todos reconocemos en nuestro inconsciente colectivo: lo humano, lo verdadero mancillado y ultrajado, como un niño abandonado a la buena de Dios. Coincido con Carlos Henrinckson cuando, respecto al libro “Vuelo”, nos hace una certera observación que se puede aplicar perfectamente a “Incomunicaciones”. Leamos: Siendo la empresa por la palabra plena una tarea perdida - quedando su comprensión en una escena pasada, recordada -, lo que queda es un apocalipsis de imágenes poéticas - una revelación y una clausura de tiempo y espacio -, que hace pesar sobre el hablante la labor de testigo de algo inefable. El hondo pathos de esta situación poética revela una gran profundidad de tono y una notable belleza expresiva, que es capaz de amalgamar tonos cotidianos de lenguaje con un acento lírico que logra actualizar recursos a la nostalgia y al delirio imaginativo”. (8)

Estaremos atentos al desarrollo de la deslumbrante poesía de RA, que, quizá en una próxima saca, nos ofrezca la palabra enamorada, erótica y, lo más probable, embarazada… Nadie sabe.

(Talca, 7 de noviembre de 2013)

 

 

Notas

  • (1) “Discutiendo el tema alguna vez con el poeta BGK, me decía no entender tanta duda convertida en tema; que es algo que el poeta podría resolver a priori y en silencio y concentrarse en su propia representación del mundo, saltándose, en lo posible, representaciones intermedias”. Felipe Moncada Mijic, “Metapoesía en la Recta Provincia”. Ensayo inédito.
  • (2) “Chilean Poetry” (Valparaíso: Ed. Fuga, 2008) y “Vuelo” (Valparaíso: Ed. Inubicalistas, 2009).
  • (3) Por esas casualidades de la vida recordemos que RA nace, precisamente, en Curicó el año 1981.
  • (4) “Generación de mierda”. Ensayo de RA, publicado en www.letras.s5.com.
  • (5) “Generación de mierda”. Idem.
  • (6) Carlos Bordini, (Roma, 1938). Lectura y Conversatorio en Universidad de Talca, 28 octubre 2013.
  • (7) De “Incomunicaciones”, de RA.
  • (8) http://henricksonbajofuego.blogspot.com/2009/12/sobre-vuelo-de-rodrigo-arroyo.html


 



 

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